Comentario del Mensaje del Papa para el Domingo Mundial de las Misiones 2012,
P. Timoteo Lehane, SVD,Secretario General de la Obra de la Propagación de la
Fe (RV).- El Domingo Mundial de la Misiones es el día en que todas las comunidades
e instituciones católicas del mundo entero, se unen con el Santo Padre en oración
por los misioneros y para prometerles toda nuestra colaboración y apoyo sincero con
nuestras ofertas. Es un día en el que celebramos el amor especial que Dios nos ofrece,
a través de la mediación de la comunidad, de nuestro amor entre nosotros y sobre todo
en nuestra preocupación por los demás. Es a través de la solidaridad y nuestras relaciones
con los demás en la comunidad y entre las comunidades que damos testimonio de ello.
Damos testimonio de la plenitud y la alegría que sentimos cuando ponemos en practica
el mandamiento evangélico, "vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio a toda
criatura" (Mc 16:15). La celebración de la Jornada Mundial de la Misiones (21
de octubre) tiene un significado muy especial este año, porque coincide con tres eventos
importantes diferentes. El 50 º aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, el
Sínodo de los Obispos sobre el tema de la Nueva Evangelización y la apertura del Año
de la Fe. Estos eventos nos ayudarán a discernir nuestra fe y percibir con ojos siempre
nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Nos ayudarán como un "pueblo peregrino
de Dios" (LG 68) que "por naturaleza" (AG 2) es misionero y está "guiado por el Espíritu
Santo" (GS 1). Hoy, al comenzar el Año de la Fe, nuestros pastores se reúnen en Sínodo
y nuestra peregrinación continúa y estos eventos contribuirán para reafirmar el deseo
continuo de la Iglesia a comprometerse con mayor fuerza y celo en su misión de llevar
el Evangelio hasta los confines de la tierra. Este llamado a la misión ad gentes,
ha ido cambiando poco a poco, las Iglesias locales en su propia autocomprensión
y, en su Mensaje de este año, el Santo Padre dice que éste debe ser el horizonte constante
y paradigma de toda nuestra actividad pastoral. Hoy, muchos católicos quieren participar
en el llamado misionero porque tienen una mayor conciencia de lo que significa ser
una comunidad católica en nuestro mundo moderno y globalizado. Se han vuelto más sensibles
a la peregrinación de la humanidad en su propio camino y se animan a buscar nuevas
formas de hacer del Evangelio un mensaje revelante a los areópagos de hoy. Permítanme
compartir con ustedes tres ideas sobre el Mensaje del Domingo Mundial de la Misiones
de este año. 1. La misión comprende que todos nosotros jugamos un papel activo
y en la vida de la Iglesia. El propósito de la Iglesia tiene su origen en la
misión, y estamos llamados a dar testimonio de ello. La misión es el pilar fundamental
de nuestra experiencia de la Iglesia y la promoción de la misión es esencial si queremos
comprender verdaderamente lo que somos como seguidores de Jesús. Antes del Vaticano
II, la misión fue asignada a las diferentes congregaciones e institutos religiosos,
que estaban en la vanguardia del mandato misionero. Desde entonces, la tarea se ha
hecho compromiso de todo el Pueblo de Dios, ya que cada persona a través de su bautismo
y el don del Espíritu Santo, está llamada a desempeñar un papel activo en la vida
y misión de la Iglesia. El Vaticano II, trajo con sí, una nueva conciencia y comprensión
de la misión cuando insistía que en la Trinidad es su origen, modelo y meta. A través
de sus reflexiones, la Iglesia redescubrió su responsabilidad misionera como participación
en la vida de la Trinidad y que todos los bautizados estamos invitados a tomar conciencia
de nuestra participación en esta misión. El mensaje de este año es muy específico
cuando dice que la misión: "No se trata de una contribución opcional para la Iglesia".
Es el núcleo de su misma existencia y la fe en Dios, " la fe en Dios es ante todo
un don y un misterio que hemos de acoger en el corazón y en la vida, y del cuál debemos
estar siempre agradecidos al Señor. Pero la fe es un don que se nos dado para ser
compartido; es un talento recibido para que dé fruto; es una luz que no debe quedar
escondida, sino iluminar toda la casa."(Mensaje 2012). El Vaticano II y más tarde,
otros documentos misioneros nos ayudan a redescubrir la responsabilidad maravillosa
que todos tenemos al participar en esta misión y es concebida como una actividad eclesial
que se relaciona con los diferentes entornos en los que Cristo y el Evangelio aún
no se conocen y donde las comunidades cristianas no son lo suficientemente maduras.
La Iglesia existe para evangelizar y anunciar siempre y en todas partes la Buena Nueva
a todos los hombres de buena voluntad. El mandato sigue siendo lo mismo, ya que es
el mismo Jesucristo,"ayer, hoy y siempre" (Heb 13:8). Ella, a través de sus misioneros
ha ido a vivir en todos los rincones del mundo en busca de los pueblos para compartirles
el verdadero significado de la historia, para explicarles su destino final y para
conducirlos a la salvación en el Reino de Dios. (AG 11) Al participar en esta, la
misión universal, nosotros como comunidad ofrecemos amistad a la comunidad de la humanidad
con una conciencia de nuestra vocación y "Como Pablo, debemos dirigirnos hacia los
que están lejos, aquellos que no conocen todavía a Cristo y todavía no han experimentado
la paternidad de Dios" (Mensaje 2012). El mensaje nos invita a desarrollar este don
de nuestra fe y a compartirla. Por eso, es necesario un cambio de actitudes y de hecho,
el Santo Padre alienta un cambio de paradigma y dice que se debe ser acompañado por
una renovación más profunda con el fin de revitalizar nuestra actividad pastoral como
se propone en el Instrumentum Laboris del Sínodo de los Obispos. 2. Misión ad
gentes “debe ser el horizonte constante y el paradigma” de todo empeño eclesial. En
su mensaje de 2009, el Santo Padre escribe que "la misión universal debe convertirse
en una constante fundamental de la vida de la Iglesia", y este año dice que “hoy,
la misión ad gentes debe ser el horizonte constante y el paradigma en todas las actividades
eclesiales, porque la misma identidad de la Iglesia está constituida por la fe en
el misterio de Dios, que se ha revelado en Cristo para traernos la salvación, y por
la misión de testimoniarlo y anunciarlo al mundo, hasta que Él regrese”(Mensaje 2012).
El mensaje nos anima aprender de la experiencia de nuestra comprensión de la dinámica
de la misión ad gentes de la Iglesia, para ver cómo esto puede convertirse en un "horizonte
constante y el paradigma" en nuestro propio trabajo pastoral. En términos prácticos,
creo que esto significa compartir los testimonios (Kerigma ) de cada uno para apoyarse
y animarse mutuamente. Estaba leyendo recientemente sobre el nombramiento de los primeros
veintidós ministros laicos que van a celebrar las ceremonias fúnebres en la archidiócesis
de Liverpool y el artículo dice que el arzobispo aseguró a la congregación que estos
nuevos ministros laicos recibirán el apoyo y la capacitación necesaria para garantizar
que el servicio que proporcionarán será "de la mejor calidad". Del otro lado del mundo,
recuerdo un testimonio de un catequista humilde que fue asesinado cuando hacia su
labor pastoral como laico de la archidiócesis de Gulu, en el norte de Uganda en los
años 90 durante la guerra civil. Mariano Omony fue uno de los muchos anunciadores
valientes de la auténtica esperanza y de paz, en un tiempo, cuando miles de personas
murieron y muchos sacerdotes fueron detenidos. Su ejemplo de fidelidad y su afán nos
puede iluminar y creo que testimonios como el suyo, incluso podría llegar a ser una
parte integral de la formación de nuestros agentes, en nuestra Iglesia local. Son
testimonios que llegan al corazón y nos cuestionan porque nos llegan desde el compromiso
y celo personal de aquellos que trabajan en circunstancias difíciles. Ellos nos dan
ejemplo de cómo nosotros también podemos atestiguar la presencia viva de Dios entre
nosotros en las dificultades de hoy. "El encuentro con Cristo como Persona viva que
colma la sed del corazón puede sólo conducir al deseo de compartir con otros el gozo
de esta presencia y de hacerlo conocer para que todos la puedan experimentar" (Mensaje
2012). Este año el mensaje dice que, "Necesitamos por tanto retomar el mismo fervor
apostólico de las primeras comunidades cristianas que, pequeñas e indefensas, fueron
capaces de difundir el Evangelio en todo el mundo entonces conocido mediante su anuncio
y testimonio" Fr. Joseph Okumu cuenta cómo Mariano salió un día en su bicicleta para
viajar 45km a la parroquia vecina para confesarse y traer hostias consagradas a su
propio pueblo. Regresando a su casa, fue detenido por algunos rebeldes que sospecharon
del por qué y el dónde de su viaje, y lo acusaron de espiar para las fuerzas armadas.
En vano, les mostró la Cruz que recibió el día de su comisión como catequista, y lo
golpearon y lo dejaron herido y casi muerto. Más tarde, un escuadrón militar le encontró
y lo vieron “en mal estado” por el camino polvoriento. Sólo el corazón más duro no
puede sino dejarse de conmover por esta imagen de una figura solitaria en la orilla
del camino, sino que ellos también lo acusaron de ser un rebelde borracho. Uno de
ellos, al ver que llevaba un copón pensó que, "esto es bueno para beber" y lo quitó
de las manos ansiosas y debilitadas. Después de arrojar las hostias consagradas por
el camino, se fueron y dejaron a Mariano casi muerto por los golpes adicionales. De
vuelta en su cuartel, el soldado mostró el copón como si se tratara de un trofeo y
otro catequista, que también había sido detenido, con gran coraje y con fe inquebrantable
le desafió, "eso es de Dios, y no es tuyo ". También él estaba a punto de ser golpeado
por su "insolencia" cuando un comandante del campamento escuchó lo que siguió y fue
a investigar. Este señor, posiblemente viendo un panorama más amplio, ordenó que el
copón sea devuelto inmediatamente y envió a sus subordinados a volver sobre sus pasos
para buscar a Mariano. Era demasiado tarde, ya había muerto cuando lo encontraron.
El buen capitán ordenó que el cuerpo fuera llevado en un helicóptero militar hasta
el lugar en donde los sacerdotes habían sido detenidos y al día siguiente, Mariano
fue enterrado en una ceremonia, presidida por el entonces Arzobispo, entre sus colegas
catequistas y sacerdotes. "Culturalmente y tradicionalmente", dice P. Joseph, "su
cuerpo debería haber sido llevado a su propio pueblo para ser enterrado, pero era
imposible hacerlo debido a los toques de queda" Más tarde, cuando llegó la oportunidad
para re-enterrarlo, su esposa dijo, que debía permanecer donde estaba, porque Mariano
estaba "con su familia" y ahora, él estaría con ellos "en una manera diferente". "Era
especial", recuerda el P. José, porque no solo atendía las necesidades de sus vecinos
en las diferente celebraciones religiosas, pero era atento a la situación de los enfermos
y a menudo, subía a los autobuses que pasaban por su aldea local para ver si podía
encontrar a un sacerdote a bordo, que por casualidad viajaba a Kampala, para ver si
podía atender a un enfermo. "Él es nuestro testimonio" y uno de los muchos catequistas
que dieron su tiempo muy valioso y su para la Iglesia. “Predicaron con su vida y
su compasión por todos, y en especial por los más necesitados. Su amor por la vida
y su sentido de la alegría, su entusiasmo compartido, su fe en el Señor nos da testimonio
hasta hoy”. 3. La Misión comprende que cada Iglesia debe volver a comprometerse
a la universalidad de la actividad misionera. Queridos amigos, este es sólo
un testimonio que se puede compartir desde la experiencia ad gentes y la actividad
misionera de la Iglesia. Hay tantos otros que compartimos en nuestras propias publicaciones
nacionales para la Jornada Misionera Mundial. Son parte de la vitalidad y la esperanza
que se encuentra en el corazón de nuestros pueblos en los que se puede descubrir la
gran riqueza de sus recursos espirituales. P. José cree que "podría ser difícil para
muchas personas entenderlo, pero el testimonio de Mariano ha dado vida a nuestra Iglesia"
Ser cristiano en el molde de Mariano es un imperativo que viene del Mensaje de este
año y creo que las experiencias de fe vividas deben ser compartida cada vez más en
nuestras comunidades. "ahora como entonces, nos envía por los caminos del mundo para
proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra" (Carta Apostólica Porta fidei
7). La misión está allí donde las personas nos necesitan, está en las fronteras culturales
y geográficas, está en las situaciones del nuevo ateísmo o en la apatía hacia la vida
espiritual y la práctica de la fe; está en los desafíos de la injusticia o de la cultura
de la muerte. El mensaje habla de "la cooperación misionera (que) se debe ampliar
hoy con nuevas formas para incluir no sólo la ayuda económica, sino también la participación
directa en la evangelización "(Mensaje 2012) El Evangelio nos advierte sobre la complacencia
de "los oídos oyen pesadamente y han cerrado sus ojos para que no vean con los ojos,
y oigan con los oídos"(Mt. 13,15). Una vez que somos conscientes de que es la autenticidad
y la integridad que son importantes para la proclamación del Evangelio y nosotros
con una actitud de discernimiento, de búsqueda del conocimiento, del dónde y del cómo
Cristo desea mi participación en su misión en las circunstancias de mi vida. Lo importante
es estar motivado por una conciencia filial en mi peregrinación en respuesta a las
necesidades de los demás y en la construcción del bien común en el nombre de Jesús
para todos los pueblos. "El afán de predicar a Cristo nos lleva a leer la historia
para escudriñar los problemas, las aspiraciones y las esperanzas de la humanidad,
que Cristo debe curar, purificar y llenar con su presencia. Su mensaje, efectivamente,
es siempre actual, se introduce en el corazón de la historia y es capaz de dar una
respuesta a las inquietudes más profundas de cada hombre". (Mensaje 2012). Esta es
la visión misionera que surgió del corazón del Concilio Vaticano II, y su comprensión
es fundamental para nuestro viaje universal juntos en este, el Año de la Fe. Como
Iglesias particulares, podemos proporcionar momentos para compartir, unos con los
otros, sobre la experiencia de nuestra fe viva en los lugares en que Dios nos ha llamado
a vivir y dar testimonio. El Domingo Mundial de las Misiones organizado por la
Obra Pontificia de la Propagación de la Fe, es un día reservado para los católicos
de todo el mundo para renovar su compromiso con la actividad misionera universal.
Se trata de "un día importante en la vida de la Iglesia, porque enseña cómo dar: como
una ofrenda hecha a Dios, en la celebración eucarística y para todas las misiones
del mundo" (RM 81). Es un día en el que se nos pide orar por y ayudar a financiar
nuestras Iglesias locales más pobres para que puedan desarrollar su actividad de
evangelización, que debido a la falta de recursos, tienen dificultades para llevar
a cabo su actividad pastoral. “Se trata de una expresión de profunda comunión, de
un compartir y de una caridad entre las Iglesias, para que cada hombre pueda escuchar
o volver a escuchar el anuncio que sana y, así, acercarse a los Sacramentos, fuente
de la verdadera vida” (Mensaje 2012). Es también un día en el que celebramos entre
otros, la generosidad de Dios hacia nosotros, y los testimonios como el de Mariano
nos puede ayudar a animar y dar un nuevo dinamismo a la vida de nuestra Iglesia local.
Durante el año pasado he tenido la oportunidad de acompañar a misioneros en diferentes
países y he visto cómo Dios ha bendecido a nuestra Iglesia. Obviamente, hay sombras
y situaciones difíciles que deben afectar a todos nosotros, como la de Siria y África
del Norte en estos momentos, y debemos recordar y orar por sus pueblos y pastores.
El cuadro general que emerge es que estamos verdaderamente bendecidos por el testimonio
del gran numero de los testigos ansiosos por el amor de Dios y su Evangelio. Entre
ellos, nosotros también estamos llamados por el Señor. “Junto a este gran signo de
fe que se transforma en caridad, recuerdo y agradezco a las Obras Misionales Pontificias,
instrumentos de cooperación en la misión universal de la Iglesia en el mundo. Por
medio de sus acciones el anuncio del Evangelio se convierte en una intervención para
ayudar al prójimo, la justicia para los más pobres, la posibilidad de instrucción
en los pueblos más lejanos, en asistencia médica en lugares remotos, la emancipación
de la miseria, la rehabilitación de aquellos que son marginados, apoyo al desarrollo
de los pueblos, la superación de las divisiones étnicas, el respeto de la vida en
cada una de sus etapas” (Mensaje 2012). La celebración de la Jornada Misionera Mundial
es otra señal de la gracia del Señor y le agradezco a Ustedes, sus Directores Diocesanos
y a sus equipos, por el trabajo lindo de animación que están haciendo en nombre del
Santo Padre.
En unión misionera, P. Timoteo Lehane, SVD, Secretario General
de la Obra de la Propagación de la Fe