(RV).- (Con audio)
Un grupo singular
de personas ruegan juntos que Dios les encienda el corazón con su amor, para poder
iluminar el mundo. Los que piden este fuego que ilumina y abraza en el amor de Dios,
son 250 obispos de todo el mundo convocados en Roma por Benedicto XVI, para dialogar
sobre la transmisión de la fe, en el Sínodo para la Nueva Evangelización.
Piden
a Dios, porque no pueden generar por sí mismos esta luz del Amor que viene de lo alto,
como 2000 años atrás, cuando en Pentecostés descendió sobre los primeros discípulos
misioneros, el Espíritu de Amor como llamas de fuego. Y los encendió para ser testigos
de Jesús de Nazaret hasta los confines y hasta el martirio por esta fe.
Lo
inusitado, lo fuera de lo común, excepcional ahora, es el mismo diálogo que estos
hombres realizan. Son diversos completamente en lenguas, culturas, experiencias, y
sin embargo, nos dan un ejemplo único de escucha, de comunión, de búsqueda de entendimiento,
para el bien de todos y no solamente de la familia católica.
Conoció
y entró en la profundidad del Amor
(RV).- (Con audio) Sí, en esa dimensión
espiritual a la que se llega a través de la larga soledad y aridez de la oración,
a esta mujer -muy frágil- le fue dado ver y conocer por sí misma, la profundidad del
corazón en el que misteriosamente palpita el amor inconmensurable de Dios por cada
uno de los seres humanos.
En 1673 y 74, en el monasterio de Paray-le-Monial,
Francia, el mismo Jesús mostró a Margarita María de Alacoque su corazón encendido
en llamas de Amor. “Este es el corazón que tanto ama al mundo”, le dijo. Y ella entró,
se abismó, comprometió su vida en el Amor de Dios.
Se trata de esa dimensión
en la que viven los verdaderos discípulos misioneros de Jesús, tanto ayer como hoy.
De
los millones de peregrinos y fieles, que pasan delante de la representación de la
imagen de Jesús resucitado con el pecho herido y encendido de amor, no todos conocen
que se trata de lo que a Santa Margarita María le fue dado conocer.