El Arzobispo de Nápoles invita a derrumbar los muros del egoísmo
(RV).- El pasado 11 de octubre Benedetto XVI inauguró con una solemne celebración
en el atrio de la Basílica de San Pedro el Año de la fe. En todas las diócesis del
mundo son numerosas las iniciativas relacionadas con este año de gracia querido por
el Papa. Las propuestas, en las diversas realidades locales, tratan de responder a
las necesidades particulares, como Nápoles en Italia, donde se han previsto diálogos
con la ciudad, lectio divinas, jornadas dedicadas a los novios y a los esposos
o procesiones y manifestaciones culturales.
Al respecto el Cardenal Crescenzio
Sepe, Arzobispo de Nápoles, nos ha dicho que han puesto como plan inmediato del año
pastoral una fe renovada que debe contemplar la formación integral a fin de que cuando
el cristiano sale de la Iglesia debe seguir testimoniando esta fe en el ambiente de
la sociedad, en el lugar de trabajo en el que está insertado.
También afirmó
que este año puede dar nueva vitalidad dentro de la vida eclesial en cuanto tal, una
renovación que debe partir de los pastores, del obispo, de los sacerdotes, de los
religiosos y de todos los laicos. Y destacó que ciertamente también en Nápoles hay
un mundo herido, un mundo donde existe la secularización, donde hay cierta indiferencia
religiosa, donde algunas veces se trata de relegar la propia creencia sólo al ámbito
personal, y donde tampoco faltan el “dios dinero, las desviaciones morales, las ilegalidades
y la corrupción”.
Sin embargo el Purpurado afirmó que existe de modo preponderante
la voluntad, especialmente por parte de los laicos, de ser nuevamente protagonistas
de una vida cristiana que también sea fermento de una vida más civil, más auténticamente
social.
En cuanto a las necesidades de su arquidiócesis, el Cardenal Sepe se
refirió a las que se notan un poco por doquier: dificultades de orden social, económico
y financiero. Porque Nápoles es una ciudad y una diócesis que ha sufrido siempre
la falta del trabajo para todos, de una educación civil, de una vida que se sienta
como parte de una comunidad insertada también en el contexto particular que es típico
de esa región y de esa ciudad.
Por esta razón, al inicio del Año de la fe,
el Cardenal Sepe invita a los fieles a tener valor, a abrir sus corazones y a derrumbar
los muros del egoísmo porque sólo abriéndose a Dios y a los hermanos es posible vivir
con coherencia y responsabilidad el dono de la fe que Dios nos ha dado.