2012-10-13 13:46:30

Nos libera de adicciones y ataduras para vivir la Vida plena


Reflexión dominical

(RV).- (Con audio) RealAudioMP3 ¿Tienes aún capacidad de elegir, de decidir; de renunciar a una cosa por otra mejor? La libertad es el sueño hermoso del corazón humano. Lo experimentan de modo especial los jóvenes. Un ansia profunda de libertad. Una libertad que solo puede ser representada por el vuelo sin confines del águila o la paloma. Pero si vuelan tan lejos y tan algo es porque nada los ata, los aprisiona, los detiene, son libres de apegos que los condicionan. Son realmente libres y todo su ser está hecho para volar sin límites. Tú ¿eres libre? Yo, ¿soy libre?

Hay cosas que nos dan sensaciones fuertes, emociones engañosas de plenitud, de vida intensa, que se nos ofrecen aquí y ahora. Son realidades más fáciles de alcanzar, que las promesas de felicidad de la religión, que nos exige trabajo, renuncia, sacrificio.
Por esta ansiedad del aquí y ahora de sentirnos bien, muy pronto el ansia de libertad infinita, el ansia de Dios, se transforma en poco menos que una “pancarta”; un grito vacío con el que exijo el derecho a hacer “lo que se me da la gana”, sin ninguna regla que me coarte. Y así, me ato yo mismo; te dejas aprisionar por pequeñas o grandes cosas, que por este apego desordenado quitan la libertad y nos hacen dependientes, prisioneros, con la voluntad dominada, incapaces ya de volar. Riqueza, fama, comodidad, sensaciones fuertes, adicciones, dependencia. ¿Qué te ata?, ¿Qué me aprisiona?

Jesús con su cruz, nos abre a ti y a mí la puerta al horizonte infinito de la vida plena en el amor sin fin del mismo Dios. Es Dios quien puso el ansia de libertad en tu corazón y el mío. Él nos llama. Su amor puede liberarte y liberarme para vivir la Vida plena de Jesús resucitado.

Escuchemos el Evangelio del domingo. La Palabra de Dios mueve el encuentro con Jesús. Jesús es la Palabra de Dios hecha carne y pan. En la Eucaristía Dios mismo nos toca para liberarnos. Nutrámonos con la Palabra de Dios que libera.

Pidamos a Jesús que nos libere de ataduras, para vivir de su mano la Vida plena que nos ofrece en comunidad. jesuita Guillermo Ortiz - RV

Del Evangelio de Jesucristo según san Marcos, capítulo 10 versículos 17 al 30

En aquel tiempo, cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre». El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme». El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!». Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios». Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?». Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible». Pedro le dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús respondió: «Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.







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