El fenómeno del aborto se vincula a la contracultura de la violencia y relativismo
moral
(RV).- En una Declaración firmada ayer por Mons. Rubén Salazar Gómez, Arzobispo de
Bogotá y Presidente de la Conferencia Episcopal los Obispos colombianos se expresan
"Por la vida y por la mujer", teniendo en cuenta que desde hace algunos meses, el
debate público sobre el aborto ha cobrado particular relevancia en los medios de comunicación
y en diversos ambientes políticos y sociales.
En ese contexto, los Obispos
de Colombia reafirman que la vida humana, desde su concepción hasta su término natural,
es un bien que debe ser promovido y tutelado por la sociedad y por el Estado. Mientras
el preocupante fenómeno del aborto está vinculado, sin duda, al paulatino establecimiento
de una “contracultura de violencia y de relativismo moral” que antepone los intereses
de los más fuertes frente a los derechos de los más débiles.
En ese sentido,
los prelados afirman que el aborto no es un tema exclusivamente religioso sino una
realidad que, hoy más que nunca, debe interpelar sus conciencias. Porque como colombianos,
conocen bien el sufrimiento causado por tantos años de violento menosprecio de la
vida. Y precisamente ahora, cuando inician un proceso de paz que pretende, con la
ayuda de Dios, poner fin al conflicto armado, es necesario recordar que “una sociedad
justa y pacífica debe afirmar, promover y custodiar el primero de los derechos fundamentales
de la persona humana”, a saber: “el derecho a la vida”. Un derecho que el artículo
11 de la Constitución de 1991 define como “inviolable”. (María Fernanda Bernasconi
– RV).
Declaración de la Conferencia Episcopal de Colombia. "Por la vida
e por la mujer"
Queridos hermanos: Desde hace algunos meses, el debate
público sobre el aborto ha cobrado particular relevancia en los medios de comunicación
y en diversos ambientes políticos y sociales. En ese contexto, los Obispos de Colombia
queremos reafirmar que la vida humana, desde su concepción hasta su término natural,
es un bien que debe ser promovido y tutelado por la sociedad y por el Estado. (1)
1.
El respeto a la vida, camino para la paz
El preocupante fenómeno del aborto
está vinculado, sin duda, al paulatino establecimiento de una contracultura de violencia
y de relativismo moral que antepone los intereses de los más fuertes frente a los
derechos de los más débiles. (2) En ese sentido, el aborto no es un tema exclusivamente
religioso sino una realidad que, hoy más que nunca, debe interpelar nuestras conciencias. Como
colombianos, conocemos bien el sufrimiento causado por tantos años de violento menosprecio
de la vida. Precisamente ahora cuando iniciamos un proceso de paz que pretende, con
la ayuda de Dios poner fin al conflicto armado, es necesario recordar que una sociedad
justa y pacífica debe afirmar, promover y custodiar el primero de los derechos fundamentales
de la persona humana: el derecho a la vida. Un derecho que el artículo 11 de la
Constitución de 1991 define como “inviolable”.
La denominada “interrupción
voluntaria del embarazo” es un eufemismo que oculta la eliminación deliberada de una
vida humana. De hecho, desde el momento de la fecundación del óvulo queda inaugurada
una vida que no es ni la vida del padre ni la de la madre sino la de un nuevo ser
que se desarrolla por sí mismo y contiene en sí toda la información genética requerida
para alcanzar su plena perfección humana.
Ninguna circunstancia, por grave
que parezca, puede justificar ni convertir en legal o moralmente aceptable el hecho
de causar intencionalmente la muerte a un ser humano inocente . (3) El aborto no
es un derecho y menos de rango fundamental: no existe ningún tratado internacional
en materia de derechos humanos que le reconozca tal cualidad. Por eso, no es posible
exigir a ningún Estado la legalización del aborto. (4)
Una sociedad que promulga
leyes que suprimen o condicionan el ejercicio del derecho a la vida -como aquellas
que favorecen el aborto, la pena de muerte o la eutanasia- atenta contra la igualdad
y la dignidad de sus propios miembros, socavando así el fundamento de toda posible
convivencia fraterna y pacífica. (5)
2. El respeto a la dignidad y a los
derechos de la mujer
Los promotores del aborto suelen afirmar que su causa
trata de defender la libertad de la mujer y sus derechos fundamentales. En realidad,
en nada contribuye el aborto a garantizar los derechos de la mujer o a reafirmar su
libertad. Por el contrario, en la mayoría de los casos, la mujer se ve inducida a
abortar a causa de circunstancias lamentables como la falta de una adecuada formación
sexual y afectiva, el maltrato, el abandono y diversas formas de presión social y
familiar. La violencia contra las mujeres en nuestra sociedad pasa por el desconocimiento
de su dignidad y vocación en la transmisión de la vida, por el menosprecio de sus
enormes aportes a la convivencia y a la paz, la subvaloración de su trabajo, las agresiones
físicas, castigos inhumanos, abusos sexuales como arma de guerra e incluso la imposición
del aborto por parte de actores violentos.
La lucha contra esos injustificables
flagelos, que la Iglesia ha denunciado en repetidas ocasiones, y no la promoción del
aborto, es sin duda la verdadera respuesta al drama que viven tantas mujeres y familias
en nuestro país. En efecto, frente a esas condiciones de sufrimiento, es necesario
crear y fortalecer políticas de Estado que les ayuden a ellas y a sus hijos. Muy
diferentes serían las circunstancias actuales si el empeño y los cuantiosos recursos,
públicos y privados, que se malgastan en la promoción del aborto, fueran invertidos
en tutelar los auténticos derechos e intereses de la mujer colombiana.
No podemos
dejarnos engañar: la mujer es una víctima más del aborto. Muchos de nosotros hemos
sido testigos de las profundas heridas psicológicas y emocionales que el aborto ha
dejado en tantas mujeres.
3. Debemos actuar con coherencia y decisión
Ante
los grandes desafíos que nos presenta la defensa de la vida y de la mujer, los colombianos
no podemos permanecer inmóviles. Es preciso actuar con decisión. Pero, ¿qué hacer
y cómo hacerlo? Es necesario reafirmar que el ser humano y la mujer en particular
son nuestra prioridad. Como Iglesia, debemos fortalecer nuestro apostolado en favor
de la vida y nuestro acompañamiento a las familias, conformando grupos y asociaciones,
en los niveles diocesano y parroquial, que puedan hacer frente, incluso en el debate
público, a los grandes desafíos éticos y culturales de nuestro tiempo.
Además,
es urgente ofrecer una adecuada educación afectiva y sexual, basada en una visión
integral de la persona humana, de su dignidad y de sus valores. Por ello, es necesario
que en instituciones, colegios y universidades públicas y privadas se implementen
itinerarios formativos dirigidos a niños, adolescentes, jóvenes y adultos.
Es
preciso establecer también medios eficaces para brindar ayuda a las madres que, en
su discernimiento, piensan que la única solución de sus problemas es el aborto y ofrecerles
alternativas en el manejo de sus circunstancias, y facilitar a las mujeres que han
abortado voluntariamente o que se han visto empujadas a ello la reconciliación con
Dios, consigo mismas y con sus hijos. Éstas son responsabilidades que las autoridades
públicas y todos los ciudadanos debemos asumir como una verdadera prioridad.
Que
el Señor nos ayude, queridos hermanos, a llevar el mensaje de la vida a los corazones
de todos los hombres y mujeres porque es urgente una movilización general de las conciencias
y un común esfuerzo ético, para poner en práctica una gran estrategia en favor de
la vida. Todos juntos debemos construir una nueva cultura de la vida: nueva, para
que sea capaz de afrontar y resolver los problemas propios de hoy sobre la vida del
hombre; nueva, para que sea asumida con una convicción más firme y activa por todos
los cristianos; nueva, para que pueda suscitar un encuentro cultural serio y valiente
con todos.
Imploramos las bendiciones del Señor sobre todos ustedes,
+
Rubén Salazar Gómez Arzobispo de Bogotá Presidente de la Conferencia Episcopal Bogotá,
D.C., 4 de octubre de 2012 Fiesta de San Francisco de Asís
Notas
(1)
Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, n. 51, 3. (2) Cf. Evangelium vitae, n. 4. (3)
Cf. Éxodo 20, 13 y Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2270. (4) Así lo ha reconocido
el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en una sentencia proferida el 16 de diciembre
de 2010 en el caso de A, B y C en contra de Irlanda (cf. Application no. 25579/05,
2010). (5) Cf. Donum vitae, n. 3. (6) Cf. Evangelium vitae, n. 95.