"Iglesia en Medio Oriente": con la mirada de Cristo, el Papa en el Líbano
(RV).- En la Basílica de San Pablo de Harissa, Benedicto XVI firmó esta tarde la Exhortación
apostólica postsinodal Ecclesia in Medio Oriente ante la presencia del Presidente
de la República, del Patriarca greco melquita católico Su Beatitud Gregorios Laham,
así como de los demás patriarcas, hermanos en el episcopado y miembros del Consejo
especial del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio, y de las delegaciones ortodoxas,
musulmanas y drusas junto a los representantes del mundo de la cultura y de la sociedad
civil.
En su saludo el Papa expresó su gratitud a todos y de modo especial
a la querida comunidad greco-melquita que lo acogió, destacando que su presencia “contribuye
a dar solemnidad a la firma de la Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in
Medio Oriente, y muestra que este documento, destinado ciertamente a la Iglesia
universal, reviste una importancia particular para el conjunto de Oriente Medio”
(Audio) Es providencial
que este acto tenga lugar precisamente en el día de la Fiesta de la Cruz gloriosa,
cuya celebración nació en Oriente en el año 335, al día siguiente de la Dedicación
de la Basílica de la Resurrección, construida sobre el Gólgota y el sepulcro de Nuestro
Señor, por el emperador Constantino el Grande, al que veneráis como santo. Dentro
de un mes se celebrará el 1.700 aniversario de la aparición que le hizo ver, en la
noche simbólica de su incredulidad, el crismón resplandeciente, al mismo tiempo que
una voz le decía: «Con este signo vencerás». Más tarde, Constantino firmó el edicto
de Milán y dio su nombre a Constantinopla.
El Santo Padre afirmó que
esta Exhortación puede ser leída e interpretada a la luz de la fiesta de la Cruz gloriosa,
lectura que “conduce a un verdadero redescubrimiento de la identidad del bautizado
y de la Iglesia y, al mismo tiempo, constituye como una llamada al testimonio en la
comunión y a través de ella”.
(Audio) La comunión y el
testimonio cristiano, ¿acaso no se fundan en el Misterio pascual, en la crucifixión,
en la muerte y resurrección de Cristo? ¿No alcanzan en él su pleno cumplimiento? Hay
un vínculo inseparable entre la cruz y la resurrección, que un cristiano no puede
olvidar. Sin este vínculo, exaltar la cruz significaría justificar el sufrimiento
y la muerte, no viendo en ello más que un fin inevitable. Para un cristiano, exaltar
la cruz quiere decir entrar en comunión con la totalidad del amor incondicional de
Dios por el hombre. Es hacer un acto de fe. Exaltar la cruz, en la perspectiva de
la resurrección, es desear vivir y manifestar la totalidad de este amor. Es hacer
un acto de amor. Exaltar la cruz lleva a comprometerse a ser heraldos de la comunión
fraterna y eclesial, fuente del verdadero testimonio cristiano. Es hacer un acto de
esperanza.
Su Santidad recordó que refiriéndose a la situación actual de
las Iglesias en Oriente Medio, los Padres sinodales han reflexionado sobre los gozos
y las penas, los temores y las esperanzas en esos lugares de los discípulos de Cristo
vivo. Y afirmó que toda la Iglesia “ha podido escuchar así el grito lleno de angustia,
y percibir la mirada de desesperación de tantos hombres y mujeres que se encuentran
en situaciones humanas y materiales difíciles, que viven fuertes tensiones con miedo
e inquietud, y que quieren seguir a Cristo, que da sentido a su existencia, a pesar
de que muy a menudo se ven impedidos de hacerlo”.
(Audio) Por eso, he querido
que la trama de este documento sea la primera carta de san Pedro. Al mismo tiempo,
la Iglesia ha podido admirar lo que hay de hermoso y de noble en las Iglesias de estas
tierras. Queridos cristianos de Oriente Medio, ¿cómo no dar gracias a Dios en todo
momento por todos vosotros? (cf. 1 Ts 1,2; primera parte de la Exhortación postsinodal).
¿Cómo no alabar vuestra fe llena de ánimo? ¿Cómo dejar de agradecer la llama de su
amor infinito que vosotros seguís manteniendo viva y ardiente en estos lugares, que
han sido los primeros en acoger a su Hijo encarnado? ¿Cómo no expresarle nuestro reconocimiento
por los impulsos de comunión eclesial y fraternal, por la solidaridad humana manifestada
sin cesar hacia todos los hijos de Dios?
“Ecclesia in Medio Oriente
nos permite repensar el presente para considerar el futuro con la misma mirada
de Cristo”, prosiguió diciendo el Papa. Y explicó que por sus orientaciones bíblicas
y pastorales, por su invitación a una profundización espiritual y eclesiológica, por
la renovación litúrgica y catequética que propugna, y por su llamamiento al diálogo,
“quiere trazar un camino para encontrar lo esencial: la sequela Christi, en
un contexto difícil y a veces doloroso, un contexto que podría hacer aflorar la tentación
de ignorar u olvidar la cruz gloriosa”.
(Audio) Ahora es precisamente
cuando hay que celebrar la victoria del amor sobre el odio, del perdón sobre la venganza,
del servicio sobre el dominio, de la humildad sobre el orgullo, de la unidad sobre
la división. A la luz de la fiesta de hoy, y con vistas a una aplicación fructífera
de la Exhortación, os invito a todos a no tener miedo, a permanecer en la verdad y
a cultivar la pureza de la fe. Ese es el lenguaje de la cruz gloriosa. Esa es la locura
de la cruz: la de saber convertir nuestro sufrimiento en grito de amor a Dios y de
misericordia para con el prójimo; la de saber transformar también unos seres que se
ven combatidos y heridos en su fe y su identidad, en vasos de arcilla dispuestos para
ser colmados por la abundancia de los dones divinos, más preciosos que el oro (cf.
2 Co 4,7-18).
El Papa destacó asimismo que no se trata de un lenguaje
puramente alegórico, sino de un llamamiento urgente a llevar a cabo actos concretos
que configuren cada vez más con Cristo:
(Audio) Ecclesia in Medio
Oriente ofrece elementos que pueden ayudar a un examen de conciencia personal
y comunitario, a una evaluación objetiva del compromiso y del deseo de santidad de
todo discípulo de Cristo. La Exhortación abre a un verdadero diálogo interreligioso
basado en la fe en Dios Uno y Creador. Quiere también contribuir a un ecumenismo lleno
de fervor humano, espiritual y caritativo, en la verdad y el amor evangélico, que
extrae su fuerza del mandato del Resucitado: «Id, pues, y haced discípulos a todos
los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo;
enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,19-20).
Porque
como dijo Benedicto XVI “la Exhortación, en todas y cada una de sus partes, quiere
ayudar a cada discípulo del Señor a vivir plenamente y a transmitir realmente lo que
él ha llegado a ser por el bautismo: un hijo de la luz, un ser iluminado por Dios,
una nueva lámpara en la oscuridad inquietante del mundo, para que en las tinieblas
resplandezca la luz:
(Audio) Este documento
quiere contribuir a despojar a la fe de lo que la desfigura, de todo lo que puede
oscurecer el esplendor de la luz de Cristo. La comunión es entonces una verdadera
adhesión a Cristo, y el testimonio es un resplandor del Misterio pascual, que da pleno
sentido a la cruz gloriosa. Nosotros seguimos y «predicamos a Cristo crucificado […]
fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1 Co 1, 23-24; cf. Tercera parte de la Exhortación).
El
Santo Padre concluyó su alocución con las palabras referidas por el evangelista Lucas:
«No temas, pequeño rebaño» (Lc 12,32) y pidió a las Iglesias de Oriente Medio,
que no tengan miedo, pues el Señor está verdaderamente con ellas hasta el fin del
mundo. “No tengáis miedo –les dijo–, pues la Iglesia universal os acompaña con su
cercanía humana y espiritual. Y añadió textualmente: “Con estos sentimientos de esperanza
y de aliento a ser protagonistas activos de la fe por la comunión y el testimonio,
mañana entregaré la Exhortación postsinodal Ecclesia in Medio Oriente a mis
venerados hermanos patriarcas, arzobispos y obispos, a todos los sacerdotes, diáconos,
religiosos y religiosas, a los seminaristas y a los fieles laicos.
Mientras
por intercesión de la Virgen María, la Theotókos, el Santo Padre invocó con
afecto sobre todos ellos la abundancia de los dones divinos. Que Dios conceda a todos
los pueblos de Oriente Medio vivir en paz, fraternidad y libertad religiosa. Y concluyó
afirmando “Que Dios os bendiga”, en árabe.