(RV).- Con 18 años, Agnes
ya sabía que quería dedicar el resto de su vida a Dios. Cambió su nombre por el de
Teresa, por devoción a santa Teresita del Niño Jesús. Quince años después de su muerte
se sigue recordando a la Beata Teresa de Calcuta con un especial cariño y admiración.
Durante más de 45 años atendió a pobres, enfermos, huérfanos y moribundos, especialmente
en Calcuta, India, al mismo tiempo que guiaba la expansión de su congregación ‘Misioneras
de la Caridad’. Su legado son más de 400 centros repartidos por los cinco continentes,
de los que se ocupan unas 3.000 misioneras de todas las nacionalidades. ¿Por qué
impacta tanto Madre Teresa? ¿Qué tiene de especial? Yo cuando pienso en Teresa
de Calcuta, siento como si me estuvieran dando un abrazo, pero un abrazo de los largos.
Un abrazo de Dios. Dejó amigos por donde pasaba, y uno de ellos fue Juan Pablo
II que la beatificó. Dicen los que tuvieron la oportunidad de estar en el Vaticano
ese 19 de octubre de 2003 que las calles de Roma eran una mar de pañuelos blancos
y azules. La plaza de San Pedro recibió más de 300 mil personas y medio millar de
hijas suyas Misioneras de la Caridad, 150 cardenales y 400 obispos. Benedicto XVI
mencionó su nombre en numerosas ocasiones. Tres veces en su primera encíclica ‘Dios
es Amor’: “La Beata Teresa de Calcuta es un ejemplo evidente de que el tiempo dedicado
a Dios en la oración no sólo deja de ser un obstáculo para la eficacia y la dedicación
al amor al prójimo, sino que es en realidad una fuente inagotable para ello».
En
una esquina del Vaticano, que podría pasar desapercibida si no fuera por las largas
colas de gente que esperan ayuda, las hijas de Madre Teresa atienden amorosamente
a los pobres.
El 5 de setiembre celebramos a esta monja católica de origen
albanés. Gracias Beata Madre Teresa por hacer visible el Amor de Dios con nosotros. Para
Radio Vaticano, Mónica Zorita de la Morena