Papa: la Verdad no se negocia, recuerda San Juan Bautista a los cristianos de hoy
(RV).- Precisamente al martirio del precursor de Jesús, Benedicto XVI dedicó su catequesis
de esta mañana en el ámbito de su tradicional audiencia semanal, en Castel Gandolfo,
en la que participaron numerosos peregrinos de diversos países. El Papa invitó a que
como Juan Bautista, “perseveremos junto a Dios en la oración, a fin de que ningún
negociado con el mal y con la mentira de este mundo falsifique nuestra vida”.
Éstas
fueron las palabras del Santo Padre en español:
«Saludo cordialmente
a los peregrinos de lengua española, en particular a los provenientes de España, Venezuela,
Colombia, Argentina, México y otros países Latinoamericanos. La Iglesia celebra hoy
la memoria del Martirio de San Juan Bautista, el precursor de Jesús, que testimonia
con su sangre su fidelidad a los mandamientos de Dios. Su vida nos enseña que cuando
la existencia se fundamenta sobre la oración, sobre una constante y sólida relación
con Dios, se adquiere la valentía de permitir que Cristo oriente nuestros pensamientos
y nuestras acciones. Muchas gracias».
En su catequesis central en italiano,
Benedicto XVI destacó que «celebrar el martirio de san Juan Bautista nos recuerda
también a nosotros, cristianos de nuestro tiempo, que no se puede descender a negociar
con el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad. La Verdad es verdad y no hay componendas.
La vida cristiana exige, por decirlo de alguna manera, el «martirio» de la fidelidad
cotidiana al Evangelio, es decir, el valor de dejar que Cristo crezca en nosotros
y sea Él quien oriente nuestro pensamiento y nuestras acciones. Pero esto sólo puede
suceder en nuestra vida si la relación con Dios es sólida. La oración no es tiempo
perdido, no es robar espacio a las actividades, incluso a las apostólicas, sino que
es exactamente lo contrario: sólo si somos capaces de una vida de oración fiel, constante
y confiada, será el mismo Dios quien nos dará la capacidad y la fuerza para vivir
de modo feliz y sereno, para superar las dificultades y testimoniarlo con valor. Que
san Juan Bautista interceda por nosotros, a fin de que sepamos conservar siempre la
primacía de Dios en nuestra vida».
(CdM - RV)
Texto completo de la
catequesis del Papa:
Queridos hermanos
y hermanas
en este último miércoles del mes de agosto, se recuerda la memoria
litúrgica del martirio de san Juan Bautista, el precursor de Jesús. En el Calendario
Romano, es el único Santo del que se celebra tanto su nacimiento, el 24 de junio,
como su muerte, por medio del martirio. La de hoy, por lo tanto, es una memoria que
se remonta a la dedicación de una cripta de Sebaste, en Samaria, donde, ya a mediados
del IV siglo, se veneraba su cabeza. El culto se extendió luego en Jerusalén, en las
Iglesias de Oriente y en Roma, con el título de Degollación de san Juan Bautista.
En el Martirologio Romano, se menciona un segundo hallazgo de la preciosa reliquia,
transportada, para la ocasión, a la iglesia de S. Silvestre en Campo Marzio, de Roma.
Estas pequeñas referencias históricas nos ayudan a comprender cuán antigua
y profunda es la veneración de san Juan Bautista. En los Evangelios se destaca muy
bien su papel, con relación a Jesús. En particular, san Lucas narra su nacimiento,
su vida en el desierto y su predicación. Y san Marcos nos habla de su dramática muerte,
en el Evangelio de hoy. Juan el Bautista comienza su predicación en la época del emperador
Tiberio, en el 27-28 d. C. Y la clara invitación que dirige a las personas que acudían
a escucharlo, es la de preparar el camino para acoger al Señor, allanando los senderos
y nivelando los caminos desparejos de la propia vida, a través de una conversión radical
de corazón (cfr. Lc 3, 4).
Pero el Bautista no se limita a predicar la penitencia,
sino que, reconociendo a Jesús como "Cordero de Dios", que vino para quitar el pecado
del mundo (Jn 1, 29), tiene la profunda humildad de indicar a Jesús como verdadero
Enviado de Dios, haciéndose a un lado, para que Él pueda crecer, ser escuchado y seguido.
Como último acto, el Bautista testimonia con su sangre su fidelidad a los mandamientos
de Dios, sin desmayar o dar marcha atrás, cumpliendo hasta el fondo su misión. San
Beda, monje del siglo IX, en sus homilías, dice así: "Por [Cristo] dio su vida, a
pesar de que no recibió la orden de renegar a Jesucristo, sino sólo la de callar
la verdad. Y puesto que no calló la verdad, murió por Cristo, que es la verdad "(Hom.
23: CCL 122, 354). Precisamente, por amor a la verdad, no pactó y no tuvo miedo de
dirigir palabras fuertes a los que habían perdido el camino de Dios.
Ahora
veamos a esta gran figura, su fortaleza en la pasión, su resistencia contra los poderosos.
Nos preguntamos ¿de dónde nace esta vida tan recta, tan coherente, gastada de forma
tan plena por Dios y para preparar el camino a Jesús? La respuesta es simple: de su
relación con Dios, de la oración, que es el hilo conductor de toda su existencia.
Juan es el don divino que sus padres, Zacarías e Isabel habían invocado durante mucho
tiempo (cfr. Lc 1,13), un gran don, humanamente inesperado, porque ambos eran de edad
avanzada e Isabel era estéril (cfr. Lc 1,7), pero es nada imposible para Dios (cfr.
Lc 1:36).
El anuncio de este nacimiento se produce precisamente en el lugar
de la oración, en el templo de Jerusalén, es más sucede cuando a Zacarías le toca
el gran privilegio de entrar en el lugar más sagrado del templo para hacer la ofrenda
del incienso al Señor (cfr. Lc 1, 8-20). También el nacimiento del Bautista está marcado
por la oración: el canto de alegría, de alabanza y de agradecimiento que Zacarías
eleva al Señor y que rezamos todas las mañanas en los Laudes, el «Benedictus», exalta
la acción de Dios en la historia e indica proféticamente la misión del hijo Juan:
preceder al Hijo de Dios hecho carne para prepararle los caminos (cfr. Lc 1, 67-79).
Toda la existencia del Precursor de Jesús está alimentada por la relación con Dios,
en particular, el período transcurrido en regiones desiertas (cfr. Lc 1, 80), regiones
desiertas que son lugar de la tentación, pero también lugar en el que el hombre siente
su propia pobreza porque está privado de los apoyos y las seguridades materiales,
y comprende que el único punto de referencia sólido es Dios mismo. Pero Juan Bautista
no es sólo hombre de oración, de contacto permanente con Dios, sino también una guía
hacia esta relación con Dios. El Evangelista Lucas refiriendo la oración que Jesús
enseña a los discípulos, el «Padrenuestro», anota que la petición es formulada con
estas palabras: «Señor enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos» (cfr.
Lc 11, 1).
Queridos hermanos y hermanas, celebrar el martirio de san Juan
Bautista nos recuerda también a nosotros, cristianos de nuestro tiempo, que no se
puede descender a negociar con el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad. La Verdad
es verdad y no hay componendas. La vida cristiana exige, por decirlo de alguna manera,
el «martirio» de la fidelidad cotidiana al Evangelio, es decir, el valor de dejar
que Cristo crezca en nosotros y sea Él quien oriente nuestro pensamiento y nuestras
acciones. Pero esto sólo puede suceder en nuestra vida si la relación con Dios es
sólida. La oración no es tiempo perdido, no es robar espacio a las actividades, incluso
a las apostólicas, sino que es exactamente lo contrario: sólo si somos capaces de
una vida de oración fiel, constante y confiada, será el mismo Dios quien nos dará
la capacidad y la fuerza para vivir de modo feliz y sereno, para superar las dificultades
y testimoniarlo con valor. Que san Juan Bautista interceda por nosotros, a fin de
que sepamos conservar siempre la primacía de Dios en nuestra vida.
(Traducción
del italiano: Cecilia de Malak y María Fernanda Bernasconi - RV)