(RV).- Los cristianos en el mundo cada vez con mayor frecuencia son objeto de violencia,
o incluso de persecución. ¿Qué motivo debe buscarse en el hecho de que en algunos
países los cristianos son objetivos indefensos y fáciles de alcanzar, y las matanzas
se convierten en instrumentos de presión para otras finalidades? El cardenal Peter
Kodwo Appiah Turkson, Presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, respondió
esta pregunta al periódico de la Santa Sede, L’Osservatore Romano, reflexionando además
sobre las dificultades que viven hoy los cristianos en varias partes del mundo.
“En
muchísimas situaciones –expresó el purpurado-, los cristianos son objeto de violencia,
a veces sufrida físicamente, y en ocasiones también desde el punto de vista psicológico.
El objetivo, seguramente, es lo que un cristiano representa. Un credo, un punto de
vista desde el cual se mira lo que acontece en el mundo, un estilo de vida que tiene
su propia identidad”. Y añadió textualmente: “Quienes nos denigran, dicen que pertenecemos
en cierto modo al Medioevo, al pasado, aunque no tienen nada que lo demuestre”.
Respecto
a si los cristianos son un blanco sensible porque están indefensos y, por tanto son
fáciles de atacar, el cardenal Turkson dijo que ciertamente, en muchas partes del
mundo, sobre todo en África, las iglesias no han sido construidas donde hay mayor
densidad de población. Sino que más bien, se prefiere edificarlas en lugares más cercanos
a las misiones, a las casas de los sacerdotes, y los cristianos, para acudir a ellas,
deben realizar un pequeño viaje, como si fuera una pequeña peregrinación. En cambio,
las mezquitas están en lugares más frecuentados, en medio de sus fieles. Por eso,
probablemente, tal vez los cristianos están más indefensos.
Y añadió: “Pero
yo diría que defenderse no forma parte de nuestra naturaleza. Creemos que no debemos
hacerlo a causa de nuestra religión. Creemos en un Dios que no necesita ser defendido.
Sólo necesita ser amado, conocido, testimoniado. Nuestra pertenencia a la Iglesia
no se alimenta de pensamientos sobre cómo defendernos, sobre cómo imponer nuestro
culto. Sólo pensamos en cómo dar testimonio de Dios. Los demás, tal vez tienen un
punto de vista un poco diferente del nuestro. Piensan que la religión es algo que
se debe defender, que su dios es un dios que se debe defender”.
El presidente
del Consejo Pontificio Justicia y Paz expresó que precisamente “no es éste el modo
de concebir nuestra fe, nuestra misión”. Y explicó que las estructuras sociales de
la Iglesia están entre la gente, son para la gente, sin ningún tipo de distinciones.
La Iglesia vive en medio del pueblo todos los días, para devolver la esperanza, para
transmitir un mensaje de amor, que es el mensaje de Dios. Por eso, cuando deben invocarlo
en algunos casos, sobre todo en su África natal, lo hacen juntos, a veces en lugares
apartados, para no molestar a los demás. Y concluyó destacando que si otros por esta
razón los consideran “débiles” y “objetivos” que se pueden atacar fácilmente, eso
no significa que se desalentarán en el cumplimiento de su misión. Porque como afirmó
el purpurado, “esta misión es y seguirá siendo la de dar testimonio, convencidos de
que en Dios no hay nada que temer”.