Bajo la Lluvia con el Patrono del Pan y el Trabajo
(RV).- “San Cayetano: Bendice nuestra Patria con Pan y Trabajo para Todos”, ha sido
el lema de la fiesta del santo en Liniers, Ciudad de Buenos Aires, que reúne todos
los años a miles de fieles devotos del Patrono del Pan y del Trabajo en Argentina.
El padre Torres Carbonell, párroco en el santuario de San Cayetano, habló para Radio
Vaticana. Relata el inicio de esta devoción y cómo fue creciendo a lo largo de los
años. Nos refiere que esta vez la preparación de la fiesta del santo fue con la carta
del Papa Benedicto por el Año de la fe. El Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Jorge
Bergoglio, que después de la misa principal recorrió bajo la lluvia las 15 cuadras
de gente que esperaba entrar al santuario para rezar al santo, saludando a cada uno,
insistió en la homilía sobre esta “bendición” del pan y del trabajo que la gente pide
para todos.
Entrevista de jesuita Guillermo Ortiz Audio padre Torres Carbonell
(AUDIO)
Texto
completo de la homilía del Cardenal Bergoglio SJ, en la fiesta de San Cayetano: Fuente:
www.arzbaires.org.ar
Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un
lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo
siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose
de ella, curó a los enfermos. Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron:
«Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya
a las ciudades a comprarse alimentos». Pero Jesús les dijo: «No es necesario que se
vayan, denles de comer ustedes mismos». Ellos respondieron: «Aquí no tenemos más que
cinco panes y dos pescados». «Tráiganmelos aquí», les dijo. Y después de ordenar a
la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados,
y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio
a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta
saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron
fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños (Mt 14, 13-21).
San Cayetano, bendecí nuestra Patria con pan y trabajo para todos.
Como
todos los años, estamos de nuevo hoy aquí, para tener nuestro encuentro con el Santo
amigo de Jesús y de su pueblo. Un encuentro de cercanía, de agradecimiento, de petición…
¡tantas cosas que traemos en el corazón! Y la petición que hacemos juntos este año
es algo especial. No pedimos directamente “por favor, danos pan y trabajo”, sino “bendecinos
con estos dones”. El pedido principal es una bendición: San Cayetano, bendecí nuestra
Patria con pan y trabajo para todos.
A alguno quizá le parezca poca cosa hacer
una cola tan larga para pedir sólo una bendición; y más todavía si el pedido es que
nos bendiga con pan y trabajo. Es verdad que el trabajo está duro, cuesta conseguirlo;
y el pan está caro (el más barato como a $7 el kilo). Pero hay algo más: si se fijan
bien la bendición se agranda al comienzo y al final del pedido: donde decimos “nuestra
patria” y “para todos”.
Así que venimos con un encargo importante, venimos
en representación de todos a pedir la bendición grande que necesita nuestra patria.
Hay gente que maldice “este país” o porque no le gustan algunas cosas o algunos de
sus compatriotas. Nosotros no maldecimos. Puede ser que protestemos o que discutamos,
pero no sólo no maldecimos sino que, como sentimos que nuestra bendición no basta,
venimos a pedir la bendición de Dios: que bendiga nuestra Patria, en todos sus habitantes,
en toda su historia y su geografía. Y a San Cayetano, que la bendiga con la bendición
tan necesaria para una vida digna: con la bendición del pan y del trabajo para todos.
Para
todos… El evangelio dice que Jesús alzó los ojos al Cielo, bendijo los cinco pancitos
y los pescados, los partió, los repartieron y “todos comieron hasta saciarse”. Que
el Padre nos dé el pan nuestro y el trabajo de cada día es una bendición. Pero no
sólo es una bendición cuando lo tenemos en la mano; ya desearlo para todos es una
bendición. Abrir el corazón y sentir presentes a todos, como hermanos, es una bendición.
Indignarnos
contra la injusticia de que el pan y el trabajo no lleguen a todos es una parte de
la bendición. Colaborar con otros, partiendo y repartiendo nuestro pan, es la otra
parte de la bendición que pedimos.
San Cayetano, bendecí nuestra Patria con
pan y trabajo para todos. ¿Y saben por qué es una bendición desear y luchar para que
haya pan y trabajo para todos? ¿Saben por qué? Porque este buen deseo y esta lucha
le hacen bien al corazón, lo alegran, lo ensanchan, lo hacen latir con felicidad.
Jesús lo decía así: “Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán
saciados”.
La justicia es la que alegra el corazón: cuando hay para todos,
cuando uno ve que hay igualdad, equidad, cuando cada uno tiene lo suyo. Cuando uno
ve que alcanza para todos, si es bien nacido, siente una felicidad especial en el
corazón. Ahí se agranda el corazón de cada uno y se funde con el de los otros y nos
hace sentir la Patria. La Patria florece cuando vemos “en el trono a la noble igualdad”,
como bien dice nuestro himno nacional. La injusticia en cambio lo ensombrece todo.
Qué triste es cuando uno ve que podría alcanzar perfectamente para todos y resulta
que no.
Nuestro pueblo tiene en el corazón esta bendición del todo, que es
la que nos hace patria. Esa bendición se ve incluso en la humildad para mantener el
todo aunque sea en un restito, como cuando decimos “si no alcanza para todos, al menos
que alcance para todos los chicos” y colaboramos en el comedor infantil… Decir “todos
los chicos” es decir todo el futuro. Decir “todos los jubilados” es decir toda nuestra
historia. Nuestro pueblo sabe que el todo es mayor que las partes y por eso pedimos
“pan y trabajo para todos”. Qué despreciable en cambio el que atesora sólo para su
hoy, el que tiene un corazón chiquito de egoísmo y sólo piensa en manotear esa tajada
que no se llevará cuando se muera. Porque nadie se lleva nada. Nunca ví un camión
de mudanza detrás de un cortejo fúnebre. Mi abuela nos decía: “la mortaja no tiene
bolsillos”.
Jesús nos enseñó que cuando no nos sacamos el problema de encima
y mandamos a cada uno a su casa, como querían los Apóstoles, sino que invitamos a
que se sienten todos y partimos nuestro pan, nuestro Padre del cielo siempre nos bendice
con el milagro de la multiplicación y alcanza para todos. Por eso venimos a pedir
hoy esta bendición tan especial para nuestra patria. La necesitamos porque en la vida
hay muchos que tiran cada uno para su lado, como si uno pudiera tener una bendición
para él solo o para un grupo. Eso no es una bendición sino una maldición. Y fíjense
qué curioso, el que tira para su lado y no para el bien común suele ser una persona
que maldice: que maldice a los otros y que mal-dice las cosas: las dice mal, miente,
inventa, dice la mitad…
Mientras caminamos en la fila, ensanchemos el alma
con esta petición: “para todos”. Abramos el corazón para pedirla cuando toquemos al
Santo y nos hagamos la señal de la cruz. Que San Cayetano nos convierta en personas
que desean el bien para todos, personas que luchan y colaboran con Jesús para que
esta bendición se haga realidad. Como los apóstoles, que se animaron a ensanchar el
corazón cuando al principio querían que cada uno se fuera a su casa, y después colaboraron
con el Señor en la tarea de repartir el pan y juntar lo que sobraba.
Le agradecemos
a Jesús el haber traído esta bendición a nuestra tierra: él fue el primero en “desear
el bien para todos”, sin exclusión de nadie. Fue el primero y asoció a muchos que
hoy son nuestros santos, como San Cayetano, como nuestro Cura Brochero, santos porque
no recortaron la bendición, gente de esa que “hace sentarse a todos” y “bendice y
parte y reparte”. Que linda imagen: ser personas que bendicen y que parten y reparten.
Y no ser de los que maldicen y juntan y juntan, y después no se van a poder llevar
nada. Sólamente nos llevamos lo que dimos, lo que repartimos, lo que compartimos.
San
Cayetano, bendice nuestra patria con pan y trabajo para todos.
Se lo pedimos
también a la Virgen. Virgencita, bendecí nuestra patria con pan y trabajo para todos.
Ella se da cuenta cuando falta algo. ¿Se acuerdan del casamiento en Caná?
Se
lo pedimos a nuestro Padre del Cielo: Padre, danos hoy a todos nuestro pan de cada
día y que todos aceptemos la invitación a trabajar en esta viña tuya que es nuestra
querida Patria Argentina.