Educar a los jóvenes cristianos y musulmanes en la justicia y en la paz
(RV).- Tras haber comenzado –el pasado 19 de julio– el mes del Ramadán, que concluirá
el próximo día 18 agosto, también este año el Consejo Pontificio para el Diálogo interreligioso
ha hecho público un mensaje dirigido a los “queridos amigos musulmanes”, firmado hoy
por el Cardenal Jean-Louis Tauran y por el Arzobispo Pier Luigi Celata, respectivamente
Presidente y Secretario de este dicasterio. Mensaje que, en esta ocasión, se ha traducido
en 31 lenguas, entre las cuales el urdu, chino, árabe o búlgaro.
En el texto
se lee que la celebración del “Id al-Fitr”, que concluye el mes del Ramadán, les da
el gozo de presentarles las cordiales felicitaciones del Consejo pontifico para el
Dialogo Interreligioso, que se alegra con ellos por este tiempo privilegiado que les
ha permitido, mediante el ayuno y otras prácticas de piedad, profundizar en la obediencia
a Dios, un valor también fundamental para los cristianos. Por esta razón, explican
que este año, les ha parecido oportuno centrar la común reflexión sobre el tema de
la educación de los jóvenes cristianos y musulmanes en la justicia y en la paz, que
son inseparables de la verdad y de la libertad.
En efecto, en el mensaje a
los musulmanes de todo el mundo se recuerda que “si la tarea de la educación está
confiada a la sociedad entera, ésta es sobre todo, y de manera particular, obra de
los padres y, con ellos, de las familias, de las escuelas y de las universidades,
sin olvidar a los responsables de la vida religiosa, cultural, social, económica y
del mundo de la comunicación”. A la vez que se añade que se trata de una empresa bella
y al mismo tiempo difícil: ayudar a los muchachos y a los jóvenes a descubrir y desarrollar
los recursos que el Creador les ha confiado y a establecer relaciones humanas responsables.
Al mismo tiempo, refiriéndose a la tarea de los educadores, en el texto se
destaca que Su Santidad el Papa Benedicto XVI ha afirmado recientemente que “Por esto
son más que nunca necesarios los auténticos testimonios, y no los meros dispensadores
de reglas y de informaciones… Porque el testimonio es el que se vive en primera persona
en el camino que propone”. A la vez que también los jóvenes son responsables de la
propia educación así como de la propia formación en la justicia y en la paz.
“La
justicia –leemos textualmente en este mensaje– es determinada sobre todo por la identidad
de la persona humana, considerada en su integridad”; la cual “no puede ser reducida
a su dimensión conmutativa y distributiva”. Y se recuerda que “el bien común ¡no puede
ser obtenido sin solidaridad y fraternidad!”. Porque “para los creyentes, la justicia
auténtica vivida en la amistad con Dios profundiza las relaciones con los demás y
con la entera creación”. Mientras “la justicia tiene origen en el hecho de que todos
los hombres son creados por Dios y están llamados a formar una sola y única familia”.
Por otra parte, aludiendo al “mundo atormentado en el que vivimos”, en el
mensaje se destaca que se hace cada vez más urgente “la educación de los jóvenes a
la paz”. Mientras para empeñarse de forma adecuada, “se debe comprender la verdadera
naturaleza de la paz que no se limita a la ausencia de la guerra, ni al equilibrio
de las fuerzas contrapuestas, sino que es, al mismo tiempo, un don de Dios, y obra
humana, que se debe construir sin cesar”. Porque como se reafirma la paz “es fruto
de la justicia y un efecto de la caridad”. De ahí que se haga hincapié en la importancia
de que “los creyentes sean siempre activos” en las comunidades a las que pertenecen,
poniendo en práctica “la compasión, la solidaridad, la colaboración y la fraternidad”,
para “contribuir eficazmente a recoger los grandes desafíos de la hora presente: crecimiento
armonioso, desarrollo integral, prevención y resolución de conflictos, por citar sólo
algunos”.
Por último, el Consejo Pontificio para el Diálogo interreligioso
manifiesta su deseo de “alentar a los jóvenes musulmanes y cristianos que tendrán
a bien leer este mensaje, a cultivar siempre la verdad y la libertad, para ser auténticos
heraldos de justicia y de paz, y constructores de una cultura respetuosa de los derechos
y de la dignidad de todo ciudadano”. Y mientras los invitan “a tener la paciencia
y la tenacidad necesarias para realizar estos ideales, sin jamás recurrir a compromisos
ambiguos, atajos engañosos o medios poco respetuosos de la persona humana”, se reafirma
que “sólo hombres y mujeres sinceramente convencidos de estas exigencias podrán construir
sociedades en las que la justicia y la paz se conviertan en realidad”.