jesuita Guillermo Ortiz EN EL ESPÍRITU DE APARECIDA
(RV).-
(Audio) La tierra de Jerónimo
es rica y abundante. Llena de frutos en la superficie y en lo profundo preñada de
minerales. El latinoamericano Jerónimo, posee la sabiduría antigua de su familia para
obtener de la tierra lo que necesita sin herirla. Respetándola, para que no se agote,
ni se rompa el equilibrio de la creación. Pero por las injusticias sufridas Jerónimo
no tiene hoy las herramientas para saciar el hambre; las necesidades esenciales. No
vive. Sobrevive. Agoniza. A ti ¿no te duele el dolor de Jerónimo?
Al señor
Mercado no le importa nada. Aprovechó la ocasión y vino con su industria y le ofreció
trabajo ahí mismo en su tierra. Con sus máquinas, pero con la fuerza de Jerónimo y
de su familia –trabajan hasta los niños- se adueña poco a poco de la tierra y acaba
con la salud y la vida de Jerónimo y su familia. Hoy Jerónimo y los suyos respiran
aire contaminado. En su propio río beben agua envenenada por los métodos de explotación
de los recursos naturales que hoy el Sr. Mercado se lleva lejos de la tierra de la
tierra de familia.
Días pasados Jerónimo levantó la cabeza, pidió que lo escucharan.
Pero cuando insistió en expresar su desacuerdo tres balas lo pararon en seco.
Asalto
a mano armada
Lo que sucede a Jerónimo se parece a la noticia de la familia
que resultó masacrada en el robo porque se resistieron al ladrón. Solo que se trata
de grandes comunidades que reaccionan, como sucede en Perú, Bolivia, Colombia, Argentina,
Paraguay, para mencionar solo algunos casos. Algunos medios refieren la cuestión
como si se tratara de una “guerra”. Yo afirmo que se trata de un “robo”; de un asalto
camuflado que termina “a mano armada”.
Un tiro de bala quitó la vida a José
Antonio Sánchez Huamaná, de 29 años, durante una manifestación en Cajamarca, Perú,
por el proyecto minero de extracción de oro llamado Conga de la compañía estadounidense
Newton. El saldo fue cinco muertos y 45 heridos, que también tienen un nombre y una
familia. Se manifestaban contra la contaminación y la desaparición de las fuentes
de agua de la región del norte de Perú. Esto comenzó el pasado 3 de julio. El problema
se repite en otros países. En Bolivia agricultores y trabajadores mineros ocuparon
minas en la comunidad de Malku Khota, a 300 kilometros de La Paz para frenar los proyectos
de la empresa South American Silver. Ya hay por lo menos un muerto. ¿Por qué? Ha
cumplido poco más de un mes del conflicto en Canindeyú, Paraguay. Hay siete policías
y once campesinos muertos y veinte heridos de ambas partes. ¿Por qué estas muertes?
Esto no es bueno. No está bien.
Actitud Depredatoria y Egoísta
La
Iglesia, madre y maestra de humanidad, se expresa así a través de los pastores latinoamericanos
reunidos en aparecida: “(DA 473) La riqueza natural de América Latina y El Caribe
experimentan hoy una explotación irracional que va dejando una estela de dilapidación,
e incluso de muerte, por toda nuestra región. En todo ese proceso, tiene una enorme
responsabilidad el actual modelo económico que privilegia el desmedido afán por la
riqueza, por encima de la vida de las personas y los pueblos y del respeto racional
de la naturaleza. La devastación de nuestros bosques y de la biodiversidad mediante
una actitud depredatoria y egoísta, involucra la responsabilidad moral de quienes
la promueven, porque pone en peligro la vida de millones de personas y en especial
el hábitat de los campesinos e indígenas, quienes son expulsados hacia las tierras
de ladera y a las grandes ciudades para vivir hacinados en los cinturones de miserias.
Nuestra región tiene necesidad de progresar en su desarrollo agroindustrial para valorizar
las riquezas de sus tierras y sus capacidades humanas al servicio del bien común,
pero no podemos dejar de mencionar los problemas que causa una industrialización salvaje
y descontrolada de nuestras ciudades y del campo, que va contaminando el ambiente
con toda clase de desechos orgánicos y químicos. Lo mismo hay que alertar respecto
a las industrias extractivas de recursos que, cuando no proceden a controlar y contrarrestar
sus efectos dañinos sobre el ambiente circundante, producen la eliminación de bosques,
la contaminación del agua y convierten las zonas explotadas en inmensos desiertos”.