(RV).-Editorial semanal de nuestro director el p. Federico Lombardi SJ. Cuántos
significados en esta maravillosa fiesta romana de verano, que se celebra bajo la cúpula
y sobre el altar que surgen exactamente sobre la tumba de Pedro, en la Basílica que
se levanta en la Plaza donde fue martirizado, crucificado cabeza abajo por humilde
y fiel amor a su Señor. Desde la Abadía de Westminster en Londres, corazón de la
comunión anglicana y dedicada también ella a San Pedro, este año ha venido a cantar
junto a la Capilla Sixtina uno de los coros más famosos del mundo, para decir que
en la fidelidad a la gran tradición litúrgica se alimenta continuamente la pasión
por la unidad.
Los enviados del Patriarca ecuménico ortodoxo vinieron desde
Constantinopla, la Sede de Andrés, hermano de Pedro, a renovar una tradición antigua
de intercambio de augurios y oraciones en la fiesta de los dos apóstoles, cabezas
de las Iglesias de Oriente y Occidente. A renovar la nostalgia y la esperanza nunca
muerta de una comunión más plena.
Desde todos los continentes, de cada región
de la Iglesia católica, han venido los nuevos arzobispos nombrados en el curso del
año, más de 40, para recibir de manos del Papa el palio, que fue custodiado en la
tumba de Pedro y que ahora llevarán sobre sus espaldas en sus sedes, signo de la unión
con el Sucesor del Jefe de los apóstoles, mientras, como Pablo, anuncian el Evangelio
hasta los confines de la tierra.
Pedro, Andrés, Pablo. Desde Jerusalén a Roma,
al mundo. Unión y deseo de comunión más plena. Servicio al Evangelio hasta el martirio. Traducción
del italiano: Griselda Mutual