(RV).- El Papa en su cordial bienvenida a la Delegación del Patriarcado Ecuménico
de Constantinopla - en Roma para celebrar a los santos Pedro y Pablo - alienta a impulsar
el diálogo, la paz y la reconciliación. Un canto de alabanza al Señor, rico en misericordia
- con el ruego de que nos conceda pronto compartir la mesa eucarística - y de gratitud,
por el camino de paz y reconciliación que ya compartimos. En su audiencia, de esta
mañana, a la Delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, el Santo Padre
exhortó a seguir impulsando el diálogo entre los cristianos y el compromiso de anunciar
el Evangelio en el mundo de actual.
También este año, con motivo de la Fiesta
de los santos Pedro y Pablo, patronos de la ciudad y de la Iglesia de Roma, Benedicto
XVI dio su cordial bienvenida a la Delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla,
que participará mañana en la solemne celebración presidida por el Santo Padre.
Con
sus sentimientos de afecto fraterno y profunda gratitud al Patriarca Bartolomé I,
al Santo Sínodo y a todos los fieles del Patriarcado Ecuménico, el Obispo de Roma
recordó que la solemnidad de los Apóstoles Pedro y Pablo - que sellaron su predicación
con el martirio - es una nueva ocasión para elevar nuestro canto de alabanza por
las maravillas que la gracia divina nos ofrece en nuestro camino hacia la comunión
plena, con el anhelo de seguir avanzando e impulsando la paz y la reconciliación:
«Venerables
Hermanos, en nuestro encuentro de hoy, mientras encomendamos a la intercesión de los
gloriosos Apóstoles y Mártires, Pedro y Pablo, nuestra súplica para que el Señor,
rico en misericordia, nos conceda llegar pronto al día bendito en que podamos compartir
la mesa eucarística, levantamos nuestras voces en el himno a Dios por el camino de
paz y de reconciliación que nos invita a recorrer juntos».
Benedicto XVI
hizo hincapié en que este año está marcado por el 50 aniversario de la apertura del
Concilio ecuménico Vaticano II, importante etapa que impulsó también el redescubrimiento
de la fraternidad de nuestras Iglesias:
«Queremos
alabar al Señor sobre todo por el redescubrimiento de la hermandad profunda que nos
une, y también por el camino recorrido en estos años por la Comisión Mixta Internacional
para el Diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en su conjunto,
con la esperanza de que puedan haber también progresos en la fase actual».
Y,
recordando el aniversario del Concilio ecuménico Vaticano II, el Papa evocó la figura
y actividad del inolvidable Patriarca Atenágoras, cuyo 40 aniversario de fallecimiento
se conmemora también este año, y su valentía, junto con los Papas Juan XXIII y Pablo
VI, en la relaciones entre el Patriarcado de Constantinopla y la Iglesia de Roma,
así como sus respectivos sucesores, en favor del diálogo y la evangelización hoy:
«El Patriarca
Atenágoras, con el beato Papa Juan XXIII y el Siervo de Dios, el Papa Pablo VI, animados
por esta pasión por la unidad de la Iglesia que nace de la fe en Cristo el Señor,
se convirtieron en propulsores de iniciativas audaces que abrieron el camino para
una nueva relación entre el Patriarcado ecuménico y la Iglesia Católica. Es para mí
motivo de alegría especial constatar cómo Su Santidad Bartolomé I sigue, con renovada
fidelidad y una creatividad fecunda, la senda trazada por sus predecesores, los Patriarcas
Atenágoras y Dimitrios, distinguiéndose a nivel internacional por su apertura al diálogo
entre los cristianos y por el compromiso con el anuncio del Evangelio al mundo contemporáneo».
Renovando
su gratitud y asegurando sus oraciones para que el Señor conceda salud y fortaleza
a su Santidad Bartolomé I, así como prosperidad y paz al Patriarcado Ecuménico, Benedicto
XVI - que invitó a almorzar a sus huéspedes - concluyó sus palabras con este anhelo:
«Que Dios
Todopoderoso nos conceda el don de una comunión siempre más plena conforme a su voluntad,
de modo que "con un solo corazón y una sola alma" (Hch 4, 32), siempre podamos exaltar
su nombre».
Este año, la Delegación del Patriarcado de Constantinopla está
integrada por Su Eminencia Emmanuel Adamakis, Metropolita de Francia, Director de
la Oficina de la Chiesa ortodoxa ante la Unión Europea; por el Obispo Ilias Katre
Philomelion, Estados Unidos, y por el Rev. do Diácono Paisios Kokkinakis, Codicógrafo
del Santo Sínodo del Patriarcado Ecuménico.
(CdM - RV)
Texto completo
del discurso del Papa:
“Glorifiquen conmigo al Señor, alabemos su Nombre
todos juntos”. (Sal 34, 4)
Queridos hermanos en Cristo,
En esta
feliz ocasión de la festividad de los Santos Pedro y Pablo, patronos de la ciudad
y de la Iglesia de Roma, me complace acogerlos con las palabras del salmo que se cantarán
durante la solemne liturgia eucarística en honor de estos dos grandes Apóstoles y
Mártires. Dándoles una calurosa bienvenida, les pido que transmitan a Su Santidad
Bartolomé I y al Santo Sínodo mis sentimientos de afecto fraternal y de vivo agradecimiento
por haber enviado también este año dignos representantes para participar en nuestra
celebración, y lleven asimismo un saludo cordial a los sacerdotes, monjes y todos
los fieles del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla.
Su presencia aquí
en Roma para conmemorar la fiesta litúrgica de los Santos Pedro y Pablo nos ofrece
una oportunidad especial para elevar nuestro canto de alabanza por las maravillas
que la gracia divina, de la que proviene todo lo bueno, ha logrado en la vida de los
dos Apóstoles, haciéndoles dignos de entrar triunfantes en la gloria celestial después
de haber pasado por el baño regenerador del martirio. La fiesta de los Santos Pedro
y Pablo, nos brinda además la oportunidad para agradecer, juntos, al Señor las obras
extraordinarias que ha hecho y continúa haciendo a través de los Apóstoles en la vida
de la Iglesia. Es en su predicación, sellada por el testimonio del martirio, base
sólida y duradera sobre la cual se edifica la iglesia, y es en la fidelidad al depósito
de la fe transmitida por ellos, donde encontramos las raíces de la comunión que ya
experimentamos entre nosotros.
Venerables Hermanos, en nuestro encuentro de
hoy, mientras encomendamos a la intercesión de los gloriosos Apóstoles y Mártires,
Pedro y Pablo, nuestra súplica para que el Señor, rico en misericordia, nos conceda
llegar pronto al día bendito en que podamos compartir la mesa eucarística, levantamos
nuestras voces en el himno a Dios por el camino de paz y de reconciliación que nos
invita a recorrer juntos.
Este año se cumple el quincuagésimo aniversario
de la apertura del Concilio Vaticano II, que se celebrará solemnemente el próximo
11 de octubre. Y es en concomitancia con este Concilio, que, como ustedes bien saben
estuvieron presentes algunos representantes del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla
en calidad de Delegados fraternos, que comenzó una nueva fase importante en las relaciones
entre nuestras Iglesias. Queremos alabar al Señor sobre todo por el redescubrimiento
de la hermandad profunda que nos une, y también por el camino recorrido en estos años
por la Comisión Mixta Internacional para el Diálogo teológico entre la Iglesia católica
y la Iglesia ortodoxa en su conjunto, con la esperanza de que puedan haber también
progresos en la fase actual.
Recordando el aniversario del Concilio Vaticano
II, me parece justo recordar la figura y la actividad del inolvidable Patriarca ecuménico
Atenágoras, del cual dentro de unos días, conmemoraremos el cuadragésimo aniversario
de su fallecimiento. El Patriarca Atenágoras, con el beato Papa Juan XXIII y el Siervo
de Dios, el Papa Pablo VI, animados por esta pasión por la unidad de la Iglesia que
nace de la fe en Cristo el Señor, se convirtieron en propulsores de iniciativas audaces
que abrieron el camino para una nueva relación entre el Patriarcado ecuménico y la
Iglesia Católica. Es para mí motivo de alegría especial constatar cómo Su Santidad
Bartolomé I sigue, con renovada fidelidad y una creatividad fecunda, la senda trazada
por sus predecesores, los Patriarcas Atenágoras y Dimitrios, distinguiéndose a nivel
internacional por su apertura al diálogo entre los cristianos y por el compromiso
con el anuncio del Evangelio al mundo contemporáneo.
Eminencia, queridos miembros
de la delegación, gracias de nuevo por su presencia aquí entre nosotros, les aseguro
mis oraciones para que el Señor dé salud y fortaleza a Su Santidad Bartolomé I, y
dé paz y prosperidad al Patriarcado Ecuménico. Que Dios Todopoderoso nos conceda el
don de una comunión siempre más plena conforme a su voluntad, de modo que "con un
solo corazón y una sola alma" (Hch 4, 32), siempre podamos exaltar su nombre.