Río + 20: responsabilidad común por el mundo de mañana
(RV).- Entre el desasosiego y el desconcierto que azotan a la economía mundial, dañando
y mermando los recursos de tantas familias en tantos Países, hoy se inauguró la Conferencia
de las Naciones Unidas sobre el desarrollo sostenible, que se espera que sea una
ventana para atisbar la salida de la situación de desigualdad, injusticia, hambre,
y deterioro ambiental que está minando la vida de tantos pueblos. Desde una perspectiva
de Iglesia, la Comisión de las Conferencias episcopales de la Unión Europea (COMECE
por sus siglas), auspicia que en el ámbito de este encuentro Río + 20, las discusiones
no se concentren en el crecimiento económico como único objetivo del desarrollo humano.
El organismo indica puntos cardinales como sostenibilidad, responsabilidad, desarrollo,
cooperación, y más profundamente, intuye la conversión de los corazones y de las mente.
Ha sido el cardenal Reinhard Marx, presidente de la COMECE quien en su intervención
este 20 de junio, recordó a los presentes la responsabilidad común por el mundo de
mañana, titulo de su ponencia, destacando que desde el punto de vista cristiano el
reconocimiento de la dignidad humana está a la base de todo desarrollo sostenible,
y en este sentido –ha sido claro- la sostenibilidad como principio de un desarrollo
humano integral lleva el objetivo de encontrar un equilibrio entre las necesidades
sociales, económicas y ambientales, sin poner en peligro las elecciones de vida de
las generaciones futuras.
En Río de Janeiro, en la apertura de la Cumbre de
los 20 Países más ricos del mundo, el cardenal Marx ha sido enérgico al subrayar la
necesidad de aplicar la sostenibilidad a la solidaridad de cara a los intereses de
los pobres, los marginados. El purpurado abordó también el tema del sobrecalentamiento
global, una vez más recordando la importancia de que las regiones del norte del mundo
y de la Unión Europea, se asuman el alto porcentaje de culpa, y por lo tanto de responsabilidad
en este fenómeno, auspiciando para los países menos desarrollados el tener garantías
para que el deterioro en sus territorios no suceda, de ahí que recordara la denominada
“economía verde”, que tendría que estar adecuada a un desarrollo sostenible, incluyendo
cambios radicales ya no solo en la producción sino también en las modalidades de consumo,
porque como explicó el modelo actual enfatiza demasiado el uso de los bienes materiales
ignorando las otras dimensiones de la dignidad humana.
Reinhard Marx, presidente
de la COMECE fue enfático cuando reclamó la importancia de la modernización, entendida
más que como renuncia al deseo de bienes materiales, como un discernimiento de aquello
que es esencial de aquello que es superficial, y desde esta óptica repasar un estilo
de vida que gasta demasiada energía y emite tanto anhídrido carbónico en el aire.
En síntesis, el purpurado alemán rebatió el concepto de que el crecimiento económico
ya no puede seguir siendo el único objetivo del desarrollo humano, sino que se hace
necesario encontrar otros indicadores para medir el desarrollo de un País. Y citó
algunos ejemplos de medición del desarrollo en : índices de inscripción escolar o
expectativas de vida.
Por último y recordando el principio de subsidiaridad
afirmó que se hace necesaria, urgente, una conversión de los corazones y de las mentes,
pues el desarrollo –en efecto- no es unidimensional y no interesa únicamente a la
lucha contra la pobreza y el hambre, o el acceso al agua potable, o a los cuidados
médicos o la educación, sino que implica hacerse generosos, mostrarse solidarios,
trabajar en aras de una nueva cultura que respete lo Creado, la justicia y el verdadero
y auténtico desarrollo humano. “El auspicio de la Comisión de las Conferencias episcopales
de la Unión Europea, dijo, es el de que la cumbre de Río de Janeiro “tenga el valor
de decidir a favor de soluciones justas”. (Patricia L. Jáuregui Romero – Radio Vaticano)