(RV).- Durante la audiencia general de esta mañana el Papa prosiguió sus reflexiones
sobre el tema de la oración en las cartas de San Pablo.
La audiencia comenzó
con la siguiente introducción bíblica: (Audio)
Benedicto
XVI prosiguió su catequesis sobre la oración, centrándose en este caso en el inicio
de la carta de san Pablo a los Efesios:
(Audio) Queridos hermanos
y hermanas: Hoy nos fijamos en la oración que está al comienzo de la carta
de san Pablo a los Efesios. Se trata de un himno de bendición a Dios por todo lo que
ha realizado y sigue realizando en la historia de la humanidad. En esta plegaria el
apóstol nos lleva a contemplar el designio de amor y la acción de las tres personas
de la Santísima Trinidad. En primer lugar, contemplamos al Padre, que nos ha escogido
antes de la creación del mundo para ser santos. Más aún, nos ha elegido para ser sus
hijos adoptivos en Jesucristo. Se trata de una llamada universal que responde a un
designio gratuito y amoroso por parte de Dios. En el centro de esta oración, san Pablo
enseña cómo se realiza el plan de salvación a través del Hijo, que nos ha redimido
con su sangre. El sacrificio de Cristo en la cruz es el acontecimiento único e irrepetible
que nos revela de modo admirable el amor del Padre por nosotros. Al final se encuentra
la mención del Espíritu Santo, que es prenda de nuestra redención y de la gloria futura.
Así, la oración nos abre a la contemplación del designio divino de amor y nos ayuda
a descubrir con más claridad los signos de este plan: sobre todo en la belleza de
la creación, en la vida de los santos y en toda la historia de la salvación, así como
en el camino de la Iglesia, que con la palabra y los sacramentos nos introduce en
el misterio de Dios.
De los saludos del Santo Padre a los diversos grupos
de fieles presentes, destacamos el dirigido a los peregrinos polacos, a quienes les
recordó que Dios en su caridad nos ha predestinado a ser sus hijos adoptivos, mediante
Jesucristo (Cfr. Ef 1, 5). Porque como les dijo el Papa “es Él quien nos ha
creado, llamados a la santidad, al servicio en la comunidad de la Iglesia y nos conduce
a lo largo de la vida. Conociendo a Cristo y su Evangelio crecemos en la fe, para
llegar a ser en ella cada vez más maduros. Y concluyó manifestando su deseo de que
“nuestro comportamiento y nuestras obras sean testimonio de nuestra cercanía a Dios”.
Al
saludar a los peregrinos croatas, de modo particular a los fieles de las parroquias
de Santa Teresa del Niño Jesús de Rijeka y de San Antonio de Sesvetska Sela, Benedicto
XVI les dijo que deseaba dejarles en su corazón “la necesidad de rezar, en sus familias
y comunidades parroquiales, por las nuevas vocaciones al Sacerdocio y a la Vida Consagrada
en su pueblo”.
El Papa también saludó a los fieles de diversas parroquias de
la República Checa, a quienes les deseó que su peregrinación a la Ciudad de los Apóstoles
Pedro y Pablo les sea de ayuda a fin de que puedan amar fielmente a Cristo y seguir
su camino.
De la misma manera el Obispo de Roma se dirigió a los peregrinos
eslovacos, a quienes invitó a rezar por sus sacerdotes recién ordenados, para que
en su ministerio sean signo de Cristo, Buen Pastor.
En húngaro el Papa dio
su bienvenida a los miembros de los grupos procedentes de Úrkút y de Szentgál, a quienes
les deseó que el tiempo de las vacaciones favorezca el redescubrimiento de las bellezas
de la naturaleza y del arte, para llegar a la contemplación de Dios.
Al saludar
a los peregrinos de lengua italiana, el Santo Padre comenzó por los fieles de la diócesis
de Saluzzo, acompañado por su Obispo, Mons. Giuseppe Guerrini, que viajaron hasta
la Sede de Pedro con motivo de los 500 años de su Iglesia particular.
Benedicto
XVI también acogió con alegría a la comunidad del diaconado, a los seminaristas del
Instituto del Verbo Encarnado y a los niños de Primera Comunión de la Diócesis de
Castellaneta, a quienes deseó que se alimenten de la Palabra de Dios y del Pan eucarístico
para “sentire cum Ecclesia”.
Por otra pare Benedicto XVI dirigió su
saludo a los miembros de la Familia ecuménica de Taddeide quienes le ofrecieron como
don una nueva campana; así como a los grupos parroquiales de Banzano y de Alviano,
que viajaron a Roma para comenzar el año dedicado a San Roque y por el VIII centenario
del milagro de las golondrinas de San Francisco de Asís.
Por último, como
es costumbre, el Pontífice dirigió un pensamiento a los jóvenes, enfermos y recién
casados que participaron en esta audiencia general. A todos ellos les recordó que
el mes de junio nos llama a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Por esta razón
pidió a los jóvenes que aprendan a amar en la escuela de ese corazón divino; a los
queridos enfermos que unan su corazón en el sufrimiento al del Hijo de Dios; y a los
recién casados que tomen de las fuentes del amor mientras comienzan a construir su
vida en común.
Al saludar en nuestro idioma a los numerosos peregrinos procedentes
de América Latina y de España Benedicto XVI los invitó a rezar para alimentar su
vida espiritual con las siguientes palabras:
(Audio) Saludo cordialmente
a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos venidos de España,
Honduras, Colombia, Argentina, Chile, México y otros países latinoamericanos. Invito
a todos a alimentar vuestra vida espiritual con una oración constante, para crecer
en el amor de Dios y llevar al mundo la luz de su claridad.
(María Fernanda
Bernasconi – RV).
Texto completo de la catequesis del Papa:
Queridos
hermanos y hermanas,
Nuestra oración muy a menudo tiene necesidad de ayuda,
es normal para el hombre, porque necesitamos ayuda, necesitamos de los otros, necesitamos
a Dios, por eso para nosotros es normal pedir algo de Dios, buscar la ayuda de Dios
y debemos recordar que la oración que el Señor nos ha enseñado, el Padre Nuestro,
es una oración de petición y con esta oración, el Señor nos enseña las prioridades
de nuestra oración. Limpia, purifica nuestros deseos, y así limpia y purifica nuestros
corazones. Así que si es algo normal que pidamos en la oración alguna cosa, también
es normal que la oración sea una ocasión para dar gracias. Si prestamos un poco de
atención, vemos que de Dios recibimos tantas cosas buenas. Es tan bueno con nosotros,
que conviene que le demos las gracias. Y debe ser también una oración de alabanza.
Nuestro corazón está abierto, porque a pesar de todos los problemas, vemos también
la belleza de su creación, la bondad que se muestra en su creación. Así que debemos
no solo rogar, sino también alabar y dar las gracias. Sólo así nuestra oración es
completa.
En sus cartas, San Pablo habla no sólo de la oración, sino que contienen
oraciones, oraciones de solicitud, pero también de alabanza y bendición por todo lo
que Dios ha hecho y sigue ofreciendo en la historia de la humanidad.
Hoy quiero
centrarme en el primer capítulo de la Epístola a los Efesios, que comienza con una
oración, que es un himno de bendición, una expresión de gratitud y alegría. San Pablo
bendice a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque en Él nos hizo "conocer
el misterio de su voluntad" (Ef 1,9). Realmente es motivo de acción de gracias si
Dios nos descubre su voluntad con nosotros, por nosotros. El misterio de su voluntad
", Mysterion", "Misterio", es un término que se repite con frecuencia en la Sagrada
Escritura y en la Liturgia. No quiero entrar ahora en la filología del lenguaje común,
que indica lo que no se puede conocer, una realidad que no podemos abarcar con nuestra
propia inteligencia. El himno que abre la Carta a los Efesios nos lleva de la mano
hacia un significado más profundo de este término y de la realidad que nos muestra.
Para los creyentes, "misterio" no es tanto lo desconocido, cuanto la voluntad misericordiosa
de Dios, su designio de amor que en Jesucristo se revela plenamente y nos ofrece la
posibilidad de "comprender con todos los santos, cuál es la 'anchura, la longitud,
la altura y profundidad, y conocer el amor de Cristo "(Efesios 3:18-19). El misterio
desconocido de Dios se revela, y es que Dios nos ama y nos ama desde el principio,
desde la eternidad.
Hagamos una pequeña pausa sobre "esta oración solemne y
profunda. “Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef 1,3). San Pablo
utiliza el verbo "euloghein", que normalmente se traduce la palabra hebrea "barak",
es decir: alabar, glorificar, dar gracias a Dios el Padre como el origen de los bienes
de la salvación como Aquel que "nos ha bendecido con toda bendición espiritual en
los cielos en Cristo".
El Apóstol, da las gracias, alaba, pero también reflexiona
sobre las razones de esta alabanza, de este agradecimiento, presentando los elementos
clave del plan divino y sus etapas. En primer lugar tenemos que bendecir a Dios Padre,
porque según San Pablo, "Dios nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo,
para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor". (v. 4). Lo
que nos hace santos y sin mancha es la caridad. Dios nos ha llamado a la existencia,
a la santidad, y esta elección precede incluso la creación del mundo. Desde siempre
estamos en el designio de Dios, en su pensamiento. Con el profeta Jeremías, podemos
afirmar también nosotros que antes de formarnos en el vientre de nuestra madre, Él
ya nos conocía (cf. Jr 1,5), y conociéndonos nos amó. La vocación a la santidad, es
decir, a la comunión con Dios, pertenece al plan eterno de este Dios, un diseño que
se extiende a la historia y comprende a todos los hombres y mujeres del mundo, porque
es una llamada universal. Dios no excluye a nadie, su proyecto es sólo para de amor.
San Juan Crisóstomo afirma: "Dios mismo nos ha hecho santos, pero no estamos llamados
a permanecer santos. Santo es aquel que vive por la fe "(Homilías sobre la Epístola
a los Efesios, 1,1,4).
San Pablo continúa: Dios nos ha predestinado, nos ha
elegido a ser "hijos adoptivos por medio de Jesucristo", a ser incorporados a su Hijo
Unigénito. El Apóstol pone de relieve la gratuidad de este maravilloso plan de Dios
para la humanidad. Dios nos escoge a nosotros no porque somos buenos, sino porque
Él es bueno. En la antigüedad existía sobre la bondad una frase latina “bonum diffusivum
sui” la esencia de lo bueno nos comunica, se extiende, porque Dios es la bondad, es
comunicación de bondad, quiere comunicar su bondad a nosotros y nos quiere hacer buenos
y santos.
En el centro de la oración de bendición, el Apóstol muestra la forma
en que se lleva a cabo el plan de salvación del Padre en Cristo, en su Hijo amado.
Escribe: " En él hemos sido redimidos por su sangre y hemos recibido el perdón de
los pecados, según la riqueza de su gracia " (Efesios 1,7). El sacrificio de la cruz
de Cristo es el acontecimiento único e irrepetible con el que el Padre ha mostrado
de manera luminosa su amor por nosotros, no sólo de palabra, sino de manera concreta,
Dios es tan real y su amor se concretiza, que entra en la historia, se hace el mismo
hombre para ver lo que se siente, cómo es este mundo creado y acepta el camino del
sufrimiento de la pasión, padeciendo incluso la muerte. Tan real es el amor de Dios
que participa en nuestro ser, no sólo eso, sino en nuestro sufrir y morir.
El
sacrificio de la cruz significa que llegamos a ser "propiedad de Dios," porque la
sangre de Cristo nos redimió del pecado, nos limpia de todo mal, nos saca de la esclavitud
del pecado y de la muerte. San Pablo nos invita a considerar qué tan profundo es el
amor de Dios que transforma la historia, que ha transformado su propia vida de perseguidor
de los cristianos a Apóstol incansable del Evangelio. Hagámonos eco una vez más, de
las tranquilizadoras palabras de la Epístola a los Romanos: “Si Dios está con nosotros,
¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó
por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores?... Porque tengo
la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo
presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni
ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo
Jesús, nuestro Señor”(Rm 8,31-32.38-39). De esta certeza: “Dios es para nosotros”,
ninguna criatura podrá separarnos, porque su amor es más fuerte. Tenemos que entrarla
en nuestro ser, en nuestra conciencia de cristianos.
Por último, la bendición
divina se cierra con una referencia al Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros
corazones; el Paráclito que hemos recibido como sello prometido “Ese Espíritu - dice
Pablo - es el anticipo de nuestra herencia y prepara la redención del pueblo que
Dios adquirió para sí, para alabanza de su gloria (Ef 1,14)”. La redención no
es aún completa - lo percibimos - sino que alcanzará su cumplimiento pleno cuando
los que Dios ha comprado serán salvados en su totalidad. Todavía estamos en el camino
de la redención, cuya esencial realidad es dada con la muerte y resurrección de Jesús.
Estamos en camino hacia la plena liberación de los hijos de Dios. Y el Espíritu Santo
es certeza de que Dios cumplirá su plan de salvación, cuando reunirá “todas las cosas,
las del cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe, que es Cristo” (Ef 1,10).
San Juan Crisóstomo comenta sobre este punto que: "Dios nos eligió para su fe en nosotros
y ha impreso en nosotros el sello para la herencia de la gloria futura" (Homilías
sobre la Epístola a los Efesios 2:11-14). Tenemos que aceptar que el camino de la
redención es también un camino nuestro, porque Dios quiere criaturas libres, que digan
‘sí’ libremente. Pero ante todo éste fue su camino. Ahora estamos en sus manos y tenemos
la libertad de proseguir por el camino abierto por Él. Vamos en este camino de la
redención y avanzando con Cristo percibimos que la redención se realiza.
La
visión que nos presenta san Pablo en esta gran oración de bendición nos ha conducido
a contemplar la acción de las tres Personas de la Santísima Trinidad: el Padre, quien
nos escogió antes de la creación del mundo, que nos pensó y creó; el Hijo que nos
redimió mediante su sangre y el Espíritu Santo, anticipo de nuestra redención y de
la gloria futura. En la oración nos abrimos a la contemplación de este gran misterio,
que es el plan divino de amor en la historia humana, en nuestra historia personal.
En la oración constante, en la relación diaria con Dios, aprendemos también nosotros,
como san Pablo, a vislumbrar cada vez más claramente los signos de este diseño y esta
acción: en la belleza del Creador que emerge en sus criaturas (cf. Ef 3 , 9), como
canta San Francisco de Asís: "Alabado seas mi Señor, con todas tus criaturas" (Tus
FF 263). Es importante estar atentos – precisamente en este tiempo de vacaciones -
a la belleza de la creación y ver translucir en esta belleza el rostro de Dios. En
sus vidas, los Santos, muestran de forma luminosa qué puede hacer el poder de Dios
en la debilidad del hombre y puede hacerlo también en nosotros. En toda la historia
de la salvación, en la que Dios se ha acercado a nosotros, Él espera con paciencia
nuestros tiempos, comprende nuestras infidelidades, alienta nuestros esfuerzos y nos
guía.
En la oración aprendemos a ver los signos de este plan misericordioso
en el camino de la Iglesia. Así crecemos en el amor de Dios, abriendo la puerta para
que la Santísima Trinidad venga a habitar en nosotros, ilumine, caliente y guíe nuestras
vidas. "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos
en él " (Jn 14:23), dice Jesús, prometiendo a sus discípulos el don del Espíritu Santo,
que enseñará todo. San Ireneo dice que ‘en la Encarnación, el Espíritu Santo se acostumbró
a estar en el hombre. En la oración, debemos acostumbrarnos a estar con Dios Esto
es muy importante, porque aprendemos a estar con Dios y así vemos cuán hermoso que
es estar con Él, que es la redención.
Queridos amigos, cuando la oración
alimenta nuestra vida espiritual nos volvemos capaces de conservar lo que san Pablo
llama "el misterio de la fe" en una conciencia pura (cfr 1 Tm 3,9). La oración -
como manera de acostumbrarse a estar con Dios – genera hombres y mujeres animados,
no por el egoísmo, el afán de poseer, la sed de poder, sino por la gratuidad, el anhelo
de amar, la sed de servir, animados por Dios, y sólo así, se puede llevar la luz a
la oscuridad del mundo.
Quisiera concluir esta catequesis con el epílogo
de la Carta a los Romanos. Con san Pablo, también nosotros demos gloria a Dios, porque
nos ha dicho todo acerca de sí mismo en Jesucristo y nos ha donado el Consolador,
el Espíritu de la verdad. San Pablo escribe al final de la Carta a los Romanos: "
¡Gloria a Dios, que tiene el poder de afianzarlos, según la Buena Noticia que yo anuncio,
proclamando a Jesucristo, y revelando un misterio que fue guardado en secreto desde
la eternidad y que ahora se ha manifestado! Este es el misterio que, por medio de
los escritos proféticos y según el designio del Dios eterno, fue dado a conocer a
todas las naciones para llevarlas a la obediencia de la fe. ¡A Dios, el único sabio,
por Jesucristo, sea la gloria eternamente! Amén"(16,25-27). Gracias.
(Traducción
del italiano: Eduardo Rubió y Cecilia de Malak – RV)