Que las personas se sientan acogidas, escuchadas y comprendidas
(RV).- Al recibir a los participantes en el XV Seminario mundial de capellanes católicos
y miembros de las capellanías de la aviación civil, promovido por el Consejo Pontificio
de la Pastoral de los emigrantes e itinerantes, sobre el tema “La nueva evangelización
en el mundo de la aviación civil”, el Papa saludó cordialmente al Presidente del Dicasterio,
el Cardenal Antonio María Vegliò, junto a todos los presentes y destacó que durante
estas jornadas de estudio e intercambio se dedicarán a reafirmar y profundizar los
motivos espirituales que los impulsan a llevar adelante, con entusiasmo y renovado
celo, su peculiar servicio eclesial.
Benedicto XVI manifestó su satisfacción
por el hecho de que en este Seminario, con la ayuda de relatores destacados, desean
reflexionar sobre nuevos modos y expresiones de la obra de evangelización en el ámbito
en el que desarrollan su ministerio. De ahí que el Papa haya impulsado a estos “queridos
amigos”, a ser siempre conscientes de estar llamados a hacer presente en los aeropuertos
del mundo la misma misión de la Iglesia, que es llevar a Dios al hombre y guiar al
hombre al encuentro con Dios”.
Porque como dijo el Pontífice “los aeropuertos
son lugares que reflejan cada vez más la realidad globalizada de nuestro tiempo”,
en los que se encuentran personas diferentes por nacionalidad, cultura, religión,
nivel social y edad, pero se encuentran también situaciones humanas muy distintas
y nada fáciles, que requieren siempre una mayor atención”. En efecto, el pensamiento
del Papa, a modo de ejemplo, fue hacia quienes viven una espera llena de angustia
en el intento de transitar sin los documentos necesarios, como los emigrantes o los
que solicitan asilo; o en los engorros ocasionados por las medidas para contrarrestar
los atentados terroristas.
Además, el Papa observó que también en las comunidades
de los aeropuertos se refleja la crisis de fe que afecta a muchos; puesto que los
contenidos de la doctrina cristiana y los valores que ésta enseña, ya no son considerados
como puntos de referencia, incluso en los países que tienen una larga tradición de
vida eclesial. Y destacó que en este contexto humano y espiritual en el que los capellanes
están llamados a anunciar con renovado vigor la Buena Nueva, con la palabra, con su
presencia, con su ejemplo y su testimonio, deben hacerlo bien conscientes de que,
aun en los encuentros casuales, la gente sabe reconocer un hombre de Dios y que, con
frecuencia, “hasta una pequeña semilla en una tierra bien dispuesta puede germinar
y producir frutos abundantes”.
Ante de despedirse y de impartirles su bendición
apostólica, el Papa los exhortó a preocuparse de que cada persona, cualquiera que
sea su nacionalidad o condición social, encuentre en ellos un corazón acogedor, capaz
de escuchar y comprender. A la vez que les recordó que en su servicio pastoral, tienen
como modelo y protectora a la Santísima Virgen, que veneran con el título de Nuestra
Señora de Loreto, patrona de todos los que viajan en avión, haciendo referencia a
la tradición que atribuye a los ángeles el traslado de la casa de María de Jerusalén
a Loreto.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
Texto del Discurso
completo del Santo Padre a los capellanes y agentes de pastoral de las capellanías
de la aviación civil:
Señor Cardenal, Queridos capellanes y agentes
de pastoral de la aviación civil, Queridos hermanos y hermanas
Me es grato
recibiros en la apertura del XV Seminario mundial de capellanes católicos y miembros
de las capellanías de la aviación civil, promovido por el Consejo Pontificio de la
Pastoral de los emigrantes e itinerantes, sobre el tema «La nueva evangelización en
el mundo de la aviación civil». Saludo cordialmente al Presidente del Dicasterio,
el Cardenal Antonio María Vegliò, y le agradezco las palabras que me ha dirigido.
Y os saludo con afecto a todos vosotros, que participáis en estas jornadas de oración,
estudio e intercambio para reafirmar y profundizar en los motivos espirituales que
os impulsan a llevar adelante con entusiasmo y renovado celo vuestro peculiar servicio
eclesial.
Me ha alegrado saber que, en ese Seminario, con la ayuda de relatores
destacados, queréis reflexionar sobre nuevos modos y expresiones de la obra de evangelización
en el ámbito en el que desarrolláis vuestro ministerio. Queridos amigos, sed siempre
conscientes de estar llamados a hacer presente en los aeropuertos del mundo la misma
misión de la Iglesia, que es llevar a Dios al hombre y guiar al hombre al encuentro
con Dios. Y los aeropuertos son lugares que reflejan cada vez más la realidad globalizada
de nuestro tiempo. En ellos se encuentran personas diferentes por nacionalidad, cultura,
religión, nivel social y edad, pero se encuentran también situaciones humanas muy
distintas y nada fáciles, que requieren siempre una mayor atención; pienso, por ejemplo,
en quienes viven una espera llena de angustia en el intento de transitar sin los documentos
necesarios, como los emigrantes o los que solicitan asilo; pienso en los engorros
ocasionados por las medidas para contrarrestar los atentados terroristas. Además,
también en las comunidades de los aeropuertos se refleja la crisis de fe que afecta
a muchos; los contenidos de la doctrina cristiana y los valores que ésta enseña, ya
no son considerados como puntos de referencia, incluso en los países que tienen una
larga tradición de vida eclesial. Éste es el contexto humano y espiritual en el que
estáis llamados a anunciar con renovado vigor la Buena Nueva, con la palabra, con
vuestra presencia, con vuestro ejemplo y vuestro testimonio, bien conscientes de que,
aun en los encuentros casuales, la gente sabe reconocer un hombre de Dios y que, con
frecuencia, hasta una pequeña semilla en una tierra bien dispuesta puede germinar
y producir frutos abundantes.
Además, en los aeródromos tenéis la posibilidad
de entrar en contacto cada día con muchas personas, hombres y mujeres, que trabajan
en un ambiente en el que tanto la continua movilidad como la tecnología constantemente
en progreso, amenazan con oscurecer la centralidad que debe tener el ser humano; a
menudo se da mayor atención a la eficiencia y a la productividad en detrimento del
amor al prójimo y de la solidaridad, que, sin embargo, han de caracterizar siempre
las relaciones humanas. También en esto es importante y preciosa vuestra presencia:
es un testimonio vivo de un Dios cercano al hombre; y es una llamada a no quedarse
nunca indiferentes ante quien se encuentra, sino a tratarlo con disponibilidad y con
amor. Os animo a ser un signo luminoso de esta caridad de Cristo, que da serenidad
y paz.
Queridos amigos, preocuparos de que cada persona, cualquiera que sea
su nacionalidad o condición social, encuentre en vosotros un corazón acogedor, capaz
de escuchar y comprender. Que todos puedan experimentar mediante vuestra vida cristiana
y sacerdotal el amor que proviene de Dios, para que cada uno sea impulsado a una relación
renovada y profunda con Cristo, que nunca deja de hablar a cuantos se abren a él con
confianza, especialmente en la oración. De aquí la importancia de las capillas en
los aeropuertos, como lugares de silencio y sosiego espiritual.
En vuestro
servicio pastoral, tenéis como modelo y protectora a la Santísima Virgen, que veneráis
con el título de Nuestra Señora de Loreto, patrona de todos los que viajan en avión,
haciendo referencia a la tradición que atribuye a los ángeles el traslado de la casa
de María de Jerusalén a Loreto. Pero hay otro «vuelo» del que la casa de María es
testigo, y mucho más significativo para toda la humanidad: el del arcángel Gabriel,
que llevó a María el gozoso anuncio de que sería la Madre del Hijo del Altísimo (cf.
Lc 1,26-32). Así, el Eterno ha entrado en el tiempo, Dios se ha hecho hombre
y ha venido a habitar entre nosotros (cf. Jn 1,14). Es la manifestación del
amor infinito de Dios por su criatura. Dios ha enviado a su Hijo, Jesucristo, cuando
éramos aún pecadores, para redimirnos con su muerte y resurrección. No se ha quedado
en «lo alto del cielo», sino que se ha sumido en las alegrías y las penas de los hombres
de su tiempo y de todos los tiempos, compartiendo su suerte y devolviéndoles la esperanza.
Esta
es la misión de la Iglesia: anunciar a Jesucristo, único salvador del mundo, «misión
– como decía el Siervo de Dios, el Papa Pablo VI – que los cambios amplios y profundos
de la sociedad actual hacen cada vez más urgente» (Exhort. ap., Evangelii nuntiandi,
14). En efecto, también en nuestros días «notamos la urgencia de promover, con nueva
fuerza y modalidades renovadas, la obra de evangelización en un mundo en el que la
desaparición de las fronteras y los nuevos procesos de globalización acercan aún más
las personas y los pueblos, tanto por el desarrollo de los medios de comunicación
como por la frecuencia y la facilidad con que se llevan a cabo los desplazamientos
de individuos y de grupo» (Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del
Refugiado 2012).
Queridos hermanos, que el encuentro cotidiano con el Señor
Jesús en la celebración eucarística y en la oración personal os dé el entusiasmo y
la fuerza de anunciar la novedad evangélica, que transforma los corazones y hace nuevas
todas las cosas. Os aseguro mi recuerdo en la oración, para que seáis instrumento
eficaz en la ayuda a las personas confiadas a vuestros cuidados pastorales a cruzar
la «porta fidei», acompañándolas en el encuentro con Cristo vivo y operante
entre nosotros. Con estos deseos, os imparto complacido la Bendición Apostólica, que
hago extensiva a los que comparten vuestro ministerio, y a quienes forman parte del
vasto mundo de la aviación civil.