(RV).- Nuestro Director General, el Padre Federico Lombardi titula su editorial semanal
“Octava Dies” del Centro Televisivo Vaticano “Presencia eucarística para todos”.
(Audio)
Con ocasión del
Corpus Chirsti el Papa retomó un tema característico de su magisterio sobre el culto
eucarístico: la complementariedad de la celebración de la misa y de la adoración.
Una acentuación excesiva, por no decir exclusiva, de la celebración eucarística en
detrimento de la dimensión y del tiempo efectivamente dedicado a la adoración, conduce
a no comprender más y a no percibir la presencia viva del Señor en el Sacramento eucarístico
incluso fuera de la misa y quizá también el significado espiritual y la riqueza de
la misma celebración de la misa.
Ahora bien, comprender esta presencia
en su verdad y en su realidad es fundamental para la vida cristiana.
Me
han vuelto espontáneamente a la mente las palabras intensas que el Papa pronunció
hace pocos días durante la vigilia de fiesta con las familias en Milán, al hablar
a las personas que no pueden recibir la comunión porque se encuentran en situación
matrimonial irregular. Decía: “Es muy importante que sientan que la Eucaristía es
verdadera y participada si realmente entran en comunión con el Cuerpo de Cristo. Incluso
sin la recepción “corporal” del sacramento, podemos estar unidos espiritualmente a
Cristo en su Cuerpo”.
Sí, porque su Cuerpo no es sólo la hostia consagrada,
sino la comunidad de la Iglesia… Invitar a la comunión “espiritual” cuando no es posible
la “corporal”, no es querer dar un engañoso consuelo, sino es ampliar y profundizar
las dimensiones de la vida en la fe y en la comunidad de fe. Sólo así también esa
otra palabra del Papa en Milán –a primera vista un poco misteriosa– puede encontrar
su sentido: el sufrimiento de quien está privado de la comunión sacramental, si es
aceptado interiormente como precio del testimonio común que los creyentes deben dar
al valor de la estabilidad del amor matrimonial sacramental, “es un don para la Iglesia”.
Sí, porque no está “fuera” de la comunidad, sino “plenamente dentro”, en su corazón,
con un deseo quizás aún mayor por una experiencia de privación.