(RV).- Nuestro director general, el Padre Federico Lombardi, dedica su editorial semanal
“Octava Dies” del Centro Televisivo Vaticano a la fiesta de las familias.
(Audio)
He celebrado
el 50° aniversario de matrimonio de dos esposos que verdaderamente se han amado y
se aman hoy igual o más que el primer día. Se ha tratado de una de las fiestas más
bellas en las que he participado. Estos esposos han tenido el don de estar juntos
por tanto tiempo, otros han sido separados antes –físicamente– por la muerte, pero
han vivido la misma experiencia, si bien por un tiempo más breve.
No
todo ha sido fácil, pero la voluntad de recorrer el camino juntos jamás decayó, y
la vena del amor y de la unión profunda, no se ha agotado jamás. Es algo posible,
es algo real, se lo encuentra entre nosotros. Pienso que es la experiencia mejor que
se ofrece a las mujeres y a los hombres de esta tierra en el ámbito del orden normal
de las cosas y de la vida; experiencia completa, humana, es decir física y espiritual
al mismo tiempo, que tiende naturalmente a difundirse dando otra vida, y felicidad
en torno a sí.
¿Qué otra cosa mejor podemos desear a los jóvenes y a
las personas a las que queremos? Y entonces, ¿no deberíamos ayudarlos a mirar en esta
dirección y a desear que puedan realizar, si no perfectamente, al menos con suficiente
serenidad, este ideal? ¿Por qué debemos hacerles creer a ellos que es una cosa del
otro mundo, que es imposible?
Quizá muchos lo habrían querido y no lo
han tenido, pero el sufrimiento y la desilusión no deben impedir seguir mirando juntos
en la dirección justa, porque sólo así hay más esperanza y probabilidad de llegar.
Y del verdadero amor todos podemos gozar, incluso cuando es vivido por los demás.
En
suma, no hay que disminuir el valor del amor profundo y fiel entre un hombre y una
mujer: cuando se ve y se encuentra se hace evidente que es una de las cosas más bellas
del mundo. ¿Quién gana no queriendo reconocerlo?
Quien busca la felicidad
por otro camino es libre de hacerlo y de venir a contarnos qué cosa habrá encontrado.
Pero éste es el camino maestro ofrecido a la gran mayoría de las mujeres y de los
hombres de esta tierra, a través de todas las épocas. Por su bien, por su felicidad,
debemos ayudarlos a encontrarla y a recorrerla por todo el tiempo que les será dado
en este mundo. Y así, quizá, también podrán comprender mejor cómo continúa la vida
en el otro: Amor. Es el sentido de la fiesta de Milán.