(RV).- “Inteligencia, fe y amor”, así titula nuestro Director General, el P. Federico
Lombardi, su editorial “Octava Dies”, del Centro Televisivo Vaticano.
(Audio)
“Sin amor, también
la ciencia pierde su nobleza. Sólo el amor garantiza la humanidad de la investigación”.
Así el Papa Benedicto concluyó su discurso, el jueves por la mañana, a la Facultad
de Medicina y Cirugía de la Universidad Católica del Sagrado Corazón. Una respuesta
profunda y tocante a una necesidad difundida de orientaciones sólidas y altas.
“Rico
en recursos, pero no igualmente rico en sus objetivos, el hombre de nuestro tiempo
(...), casi ofuscado por la eficacia técnica, olvida el horizonte esencial de la necesidad
de sentido”. Una vez más, el Papa habla de la confianza en la inteligencia, en la
razón; habla del cristianismo como “religión del Logos”, que no relega la fe al ámbito
de lo irracional, sino que ve el origen y el sentido de toda la realidad en la “Razón
creadora”. La unión de la razón y de la fe es garantía de la fecundidad de ambas,
mientras su separación conduce a un “empobrecimiento ético”, que vuelve incapaces
de evaluar si lo que es técnicamente posible, también es moralmente bueno y conduce
al bien de la humanidad.
Pero el Papa dijo también más, porque la ciencia
y la investigación médica están tan directamente relacionadas con la curación de la
persona humana, que en ellas llega a ser particularmente evidente cuán necesaria es
la guía del amor, cuán vital es el nexo entre el empeño científico y la entrega apasionada
al bien del hombre; un hombre que sufre y que se confronta con las preguntas más radicales
acerca del sentido de la vida.
Entonces, “la entrega de la inteligencia
y del corazón se hace signo de la misericordia de Dios y de su victoria sobre la muerte”.
¿Qué inspiración más entusiasmante y fuerte para todo empeño de la
inteligencia a favor del hombre? Y, en fin de cuentas, ¿en qué otra cosa debería empeñarse
la inteligencia?