(RV).- Como todos los miércoles, también esta mañana, a las 10,30 el Santo Padre Benedicto
XVI celebró su tradicional audiencia general, que tuvo lugar en la Plaza de San Pedro
y en la que participaron varios miles de fieles y peregrinos de numerosos países.
La
audiencia comenzó con la siguiente introducción bíblica: (Audio)
Hablando en
italiano el Papa recordó que en las catequesis anteriores había explicado que en la
oración personal y comunitaria, la lectura y la meditación de la Sagrada Escritura
abren a la escucha de Dios que nos habla, e infunden luz para comprender el presente.
Mientras hoy Su Santidad propuso el testimonio y la oración del primer mártir de la
Iglesia, san Esteban, uno de los siete elegidos para el servicio de la caridad hacia
los necesitados. Y destacó que en el momento de su martirio, narrado en los Hechos
de los Apóstoles, se manifiesta, una vez más, la fecunda relación entre la Palabra
de Dios y la oración.
Benedicto XVI afirmó asimismo que el testimonio de san
Esteba nos ofrece algunas indicaciones para nuestra oración y para nuestra vida, puesto
que podemos preguntarnos: ¿de dónde ha obtenido este primer mártir la fuerza para
afrontar a sus persecutores llegando hasta el don de sí mismo? Y añadió que la respuesta
es simple: de su relación con Dios, de su comunión con Cristo, de la meditación sobre
la historia de la salvación, de ver el obrar de Dios, que en Jesucristo ha llegado
al culmen. Por lo que también nuestra oración se debe alimentar mediante la escucha
de la Palabra de Dios, en comunión con Jesús y su Iglesia.
Mientras un segundo
elemento lo representa el hecho de que san Esteban ve preanunciada, en la historia
de la relación de amor entre Dios y el hombre, la figura y la misión de Jesús. Por
esta razón, entonces, nuestra oración debe ser contemplación de Jesús a la diestra
de Dios, de Jesús como Señor de nuestra existencia diaria.
Escuchemos el resumen
de esta catequesis que Benedicto XVI leyó en nuestro idioma:
(Audio) Queridos hermanos
y hermanas: En la catequesis de hoy volvemos a contemplar cómo en la oración,
la lectura y meditación de la Sagrada Escritura nos conducen a la escucha de Dios
que nos habla, dándonos luz para entender el presente. Así, al reflexionar sobre el
ejemplo de oración de San Esteban, podemos ver cómo el primer mártir, delante del
tribunal que le condena, hace esa lectura y meditación, explicando la historia de
la salvación, narrada en la Biblia, desde la luz de Cristo, para demostrar que en
Él se cumplen las profecías antiguas y se inaugura un nuevo culto, que sustituye a
los antiguos sacrificios por el ofrecimiento de sí mismo en la cruz. Al ser llevado
al suplicio, Esteban se hace uno con el Señor, y su reflexión sobre la Escritura se
convierte en participación con la oración de Jesús en su agonía, de modo que, movido
por el Espíritu Santo, puede hacer suyas las palabras que Cristo pronunció desde la
cruz, dirigiéndolas ahora al Señor Resucitado, que se le presenta glorificado a la
derecha del Padre. En nuestra oración estamos llamados también a descubrir la acción
de Dios en la historia, que tiene su culmen en Cristo y a confesarlo como Señor de
nuestras vidas.
De los saludos del Papa a los diversos grupos de peregrinos
presentes esta mañana en la Plaza de San Pedro destacamos el dirigido a los fieles
polacos, con quienes se alegró por su numerosa presencia en Roma, con ocasión del
primer aniversario de la beatificación de Juan Pablo II. Y tras afirmar que el testimonio
de su vida, la enseñanza y el amor por su patria les queda como herencia particular,
les pidió que “reforzados por su intercesión celestial, sean fieles a Dios, a la Cruz
y al santo Evangelio”.
Al saludar a los peregrinos croatas, especialmente a
los jóvenes de Dubrovnik, y a los peregrinos de diversas parroquias, el Papa les recordó
que hemos comenzado el mes dedicado a la Bienaventurada Virgen María. Por esta razón
les pidió que recen cotidianamente a fin de que su intercesión los acompañe en el
camino de la vida.
A los peregrinos eslovenos el Obispo de Roma les recordó
que el día de Pascua ha revelado el poder supremo de Cristo Resucitado. Por eso los
invitó a estar siempre unidos íntimamente a Él, para que también ellos sean partícipes
de su victoria sobre el pecado.
A los fieles procedentes de la República Checa,
el Santo Padre les deseó que su peregrinación a las Tumbas de los Apóstoles, en este
tiempo gozoso de Pascua, los libere de todo temor y les infunda el valor de ser gozosos
anunciadores y testigos de la Resurrección de Cristo, mientras el encuentro con la
tradición de la Ciudad Eterna refuerce su fe convirtiéndose en fuente de crecimiento
espiritual.
También a los eslovacos el Papa los invitó, teniendo en cuenta
que ayer comenzamos el mes de mayo, a estar en la escuela de la Madre de Dios para
aprender de Ella a amar al Señor y al próximo.
De la misma manera a los fieles
húngaros, especialmente a los procedentes de Budapest y de Mukachevo, el Santo Padre
les dijo que en este mes mariano de mayo deseaba encomendarlos a la Virgen Madre de
la Iglesia. Y formuló votos para que Ella los acompañe en la búsqueda de la verdadera
paz.
A los peregrinos procedentes de Rumania, en particular a los jóvenes sacerdotes
de la diócesis de Iaşi, Benedicto XVI les deseó que su peregrinación a las Tumbas
de los Apóstoles y el encuentro con la tradición de la Ciudad Eterna, sean fuente
de enriquecimiento espiritual para su sacerdocio y fortalezcan el valor de la fe en
la Resurrección de Cristo.
Su Santidad también saludó en lituano, especialmente
a los alumnos del Seminario diocesano de Vilna y a los peregrinos de Telšiai. “Que
el Buen Pastor, resucitado por todos nosotros –les dijo–, lleve sus corazones cada
día a la plenitud de la vida.
Por último, al dar su cordial bienvenida a los
peregrinos de lengua italiana, el Papa saludó a los grupos escolares y parroquiales,
especialmente a los de Oliveto Citra que viajaron a Roma para la bendición del busto
de plata de su Santo Patrono. También saludó a los participantes en el Congreso del
Consejo Pontificio para los Agentes Sanitarios sobre las personas invidentes, y a
los seminaristas procedentes de Reggio Calabria y de San Marco Argentano-Scalea, a
quienes deseó que prosigan en su itinerario formativo reforzando el amor a Cristo
y el sensus Ecclesiæ.
Como es costumbre, el último pensamiento del Papa estuvo
dirigido a los jóvenes, enfermos y recién casados presentes en esta audiencia general.
En esta ocasión, Benedicto XVI deseó a todos ellos que la alegría de la Pascua siga
regocijando sus vidas. A los queridos jóvenes les dijo que no apaguen la aspiración
a la felicidad de su edad, sabiendo encontrar la alegría verdadera, que sólo el Resucitado
puede dar. A los queridos enfermos les pidió que afronten valerosamente la prueba
de su sufrimiento, sabiendo que siempre hay que vivir la vida como don de Dios. Mientras
solicitó a los recién casados que sepan obtener de las enseñanzas del Evangelio cuanto
es necesario para construir una auténtica comunidad de amor.
Escuchemos ahora
los saludos que el Papa dirigió en nuestro idioma a los numerosos peregrinos procedentes
de América latina y de España:
(Audio) Saludo cordialmente
a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España,
México, Venezuela, Perú, Argentina, Chile y otros países latinoamericanos. Invito
a todos a dirigir nuestra plegaria confiada a Dios Padre que nos ha revelado su amor
infinito en Jesús. Muchas gracias.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
Texto
completo de la catequesis del Papa:
Queridos hermanos y hermanas,
En
las últimas catequesis hemos visto como, en la oración personal y en común, la lectura
y la meditación de las Sagradas Escrituras abren a la escucha de Dios, que nos habla,
e infunden luz para entender el presente. Hoy quisiera hablar sobre el testimonio
y la oración del primer mártir de la Iglesia, San Esteban, uno de los siete elegidos
para el servicio de la caridad hacia los necesitados. En el momento de su martirio,
narrado en los Hechos de los Apóstoles, se manifiesta una vez más la fructífera relación
entre la Palabra de Dios y la oración.
Esteban es llevado a juicio ante el
Sanedrín, donde se le acusa de haber declarado que "Jesús… destruirá [el templo],
y subvertirá las costumbres que Moisés nos legó" (Hechos 6.14). Durante su vida pública,
Jesús efectivamente había predicho la destrucción del Templo de Jerusalén: "Destruid
este templo y en tres días lo volveré a levantar" (Jn 2,19). Sin embargo, como señala
el evangelista Juan, "hablaba del templo de su cuerpo. Cuando, después, resucitó de
entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto, y creyeron en
la Escritura y en la palabra de Jesús "(Jn 2:21-22).
El discurso de Esteban
ante el tribunal, el más largo de los Hechos de los Apóstoles, se desarrolla precisamente
sobre esta profecía de Jesús, el cual es el nuevo templo, inaugura el nuevo culto,
y reemplaza los sacrificios antiguos, con la ofrenda que hace de sí mismo en la Cruz.
Esteban quiere demostrar lo infundado que es la acusación que se le hace de que se
está prestando para subvertir la ley de Moisés e ilustra su visión de la historia
de la salvación, la alianza entre Dios y el hombre. Lee de nuevo todo el relato bíblico,
itinerario contenido en la Sagrada Escritura, para mostrar que conduce al "lugar"
de la presencia definitiva de Dios, que es Jesucristo, especialmente en su Pasión,
Muerte y Resurrección. En esta perspectiva, Esteban también lee su condición de discípulo
de Jesús, siguiéndolo hasta el martirio. La meditación sobre la Sagrada Escritura
le permite así entender su misión, su vida y su presente. En esto está guiado por
la luz del Espíritu Santo, por su relación íntima con el Señor, de tal manera, que
los miembros del Sanedrín vieron su rostro "como el de un ángel" (Hechos 6.15). Este
signo de la asistencia divina, recuerda el rostro radiante de Moisés descendiendo
del Monte Sinaí después de reunirse con Dios (cf. Ex 34,29-35, 2 Corintios 3:7-8).
En
su discurso, Esteban, comienza a partir de la llamada de Abraham, peregrino hacia
la tierra indicada por Dios y que había tenido sólo a nivel de promesa; pasa después
a José, vendido por sus hermanos, pero asistido y liberado por Dios, para llegar a
Moisés, que se convierte en un instrumento de Dios para liberar a su pueblo, pero
que encuentra también más de una vez el rechazo, la negación de su propio pueblo.
En estos eventos narrados en la Sagrada Escritura, sobre la que Esteban muestra estar
en escucha religiosa, surge siempre Dios, que no se cansa de ir al encuentro del hombre,
a pesar de que a menudo encuentre una oposición obstinada. Y esto en el pasado, presente
y futuro. Así pues en el Antiguo Testamento, en todo esto, ve la prefiguración de
la misma historia de Jesús, el Hijo de Dios hecho carne que - al igual que los antiguos
Padres - encuentra obstáculos, rechazo, muerte. Esteban se refiere así mismo a Josué,
David y Salomón, que pone en relación con la construcción del templo de Jerusalén,
y concluye con las palabras del profeta Isaías (66:1-2): " El cielo es mi trono y
la tierra, el estrado de mis pies. ¿Qué casa podréis edificarme, dice el Señor, y
dónde estará el lugar de mi reposo? ¿No fueron acaso mis manos las que hicieron todas
las cosas?" (Hechos 7,49-50).
En su meditación sobre la acción de Dios en la
historia de la salvación, poniendo de relieve la perenne tentación de rechazar a Dios
y su acción, él afirma que Jesús es el Justo anunciado por los profetas; en Él, Dios
mismo se ha hecho presente de forma única y definitiva: Jesús es el "lugar" del verdadero
culto. Esteban no niega la importancia del templo, por cierto tiempo, pero subraya
que "Dios no habita en casas hechas por la mano del hombre” (Hechos 7:48). El nuevo
templo en el que habita Dios es su Hijo, que asumió la carne humana, es la humanidad
de Cristo, el Resucitado, que reúne a los pueblos y los une en el Sacramento de su
Cuerpo y de su Sangre.
La expresión acerca del templo "no hecho por la mano
del hombre", se encuentra también en la teología de san Pablo y en la Carta a los
Hebreos: el cuerpo de Jesús, que Él ha asumido para ofrecerse a sí mismo como víctima
de sacrificio para expiar los pecados, el cuerpo de Jesús es el nuevo templo de Dios,
el lugar de la presencia del Dios vivo; en Él, Dios y hombre, Dios y el mundo están
en contacto: Jesús toma sobre sí todo el pecado de la humanidad para llevarlo en el
amor de Dios y para "quemarlo" en este amor. Acercarse a la Cruz, entrar en comunión
con Cristo, significa entrar en esta transformación. Y en este entrar en contacto
con Dios, entrar en el verdadero templo.
La vida y la reflexión de Esteban
se interrumpen repentinamente con su lapidación, pero precisamente su martirio es
el cumplimiento de su vida y de su mensaje: él se vuelve una cosa sola con Cristo.
De este modo, su meditación sobre la acción de Dios en la historia, sobre la Palabra
divina, que en Jesús ha encontrado su pleno cumplimiento, se vuelve participación
en la misma oración de la Cruz. En efecto, antes de morir, exclama: "Señor Jesús,
recibe mi espíritu " (Hch 7,59), apropiándose de las palabras del Salmo 31 y haciéndose
eco de las últimas palabras de Jesús en el Calvario: "Padre, en tus manos encomiendo
mi espíritu" (Lc 23, 46) y, en fin, “Señor, no les tengas en cuenta este pecado” (
Hch 7,60). Vemos que, si la oración de Esteban se inspira en la de Jesús, el destinatario
es diferente, porque la invocación se dirige al mismo Señor, es decir a Jesús que
contempla glorificado a la derecha del Padre: “Entonces exclamó: Veo el cielo abierto
y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios” (v. 55).
Queridos hermanos
y hermanas, el testimonio de san Esteban nos ofrece algunas indicaciones para nuestra
oración y para nuestra vida. Podemos preguntar: ¿de dónde este primer mártir cristiano
sacó la fuerza para hacer frente a sus persecutores y llegar al don de sí mismo? La
respuesta es simple: de su relación con Dios, de su comunión con Cristo, de la meditación
sobre la historia de la salvación, de ver la acción de Dios, que en Jesucristo alcanzó
la cumbre. También nuestra oración debe ser alimentada por la escucha de la Palabra
de Dios, en comunión con Jesús y con su Iglesia.
También hay un segundo elemento:
San Esteban ve preanunciada, en la historia de la relación de amor entre Dios y el
hombre, la figura y la misión de Jesús. Él - el Hijo de Dios - es el templo "no hecho
por la mano del hombre," en donde la presencia de Dios Padre se ha hecho tan cercana
como para entrar en nuestra carne humana y para llevarnos a Dios, para abrirnos las
puertas del Cielo. Nuestra oración, entonces, debe ser contemplación de Jesús a la
diestra de Dios, de Jesús como Señor de mi existencia cotidiana. En Él, bajo la guía
del Espíritu Santo, nosotros también podemos dirigirnos a Dios, entrar en contacto
real con Dios, con la confianza y la entrega de hijos, que se dirigen a un Padre que
los ama infinitamente. Gracias.
(Traducción del italiano: Eduardo Rubió y Cecilia
de Malak - RV)