(RV).- (Audio) Se hizo pública la
declaración final de los participantes en el VII Congreso mundial de pastoral del
turismo celebrado en Cancún, México, del 23 a 27 de abril. (María Fernanda Bernasconi
- RV) Sigue el texto completo del documento:
Desde Cancún, México, donde
del 23 al 27 de abril de 2012 se ha desarrollado el VII Congreso mundial de pastoral
del turismo, nosotros participantes, provenientes de 40 países de 4 continentes –
eclesiásticos y laicos comprometidos en este ámbito pastoral y profesional –, ofrecemos
una primera valoración de los trabajos del Congreso, dirigiéndonos a cuantos en la
Iglesia tienen responsabilidad en la evangelización, y a cuantos en el mundo se ocupan
del fenómeno del turismo. Convocados por el Pontificio Consejo
para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes y por la Prelatura de Cancún-Chetumal,
con la colaboración de la Conferencia del Episcopado Mexicano, hemos podido contar
con la participación, entre otros, de Su Beatitud Béchara Boutros RaÏ, Patriarca Maronita
de Antioquia y de todo el Oriente, de S.E. Mons. Christophe Pierre, Nuncio Apostólico
en México, de la Mtra. Gloria Rebeca Guevara Manzo, Secretaria de Turismo del Gobierno
Federal, y del Lic. Roberto Borge Angulo, Gobernador Constitucional del Estado de
Quintana Roo. Hemos sido acompañados en nuestros trabajos por el Mensaje del Santo
Padre Benedicto XVI, profundizado en el discurso inaugural del Presidente del Pontificio
Consejo, el Cardenal Antonio Maria Vegliò.
Interpretando tanto las indicaciones
del Santo Padre como las aportaciones de los expertos y agentes del sector, hemos
dedicado una atención especial al turismo religioso, al turismo de los cristianos
y al turismo en general, con aportaciones fundamentales sobre argumentos concretos,
tales como la situación presente, perspectivas y desafíos del turismo internacional,
el patrimonio cultural de la Iglesia al servicio del turismo, la atención pastoral
del turismo en el contexto de la nueva evangelización, la Jornada mundial del turismo
como una oportunidad pastoral, las nuevas tecnologías y las redes sociales en el ámbito
de la pastoral del turismo, y el Código Ético Mundial para el Turismo. Por último,
algunas mesas redondas temáticamente conectadas con estas ponencias principales –
mesas en las que han participado 28 expertos en los respectivos campos, con numerosas
intervenciones por parte de los congresistas –, han enriquecido los conocimientos
de todos, sugiriendo nuevas estrategias de compromiso por la afirmación de la centralidad
y de la dignidad de cada ser humano, también en el ámbito variado del turismo.
Iluminados
por las palabras del Santo Padre, hemos recordado el desarrollo en el ámbito civil
internacional del derecho al tiempo libre (Declaración universal de derechos humanos,
1948) y la utilidad del turismo como vehículo de positivas relaciones humanas: contactos
políticos, económicos y culturales más allá de los confines nacionales (Declaración
de La Haya sobre turismo, 1989), definiendo como una “piedra angular” el Código Ético
Mundial para el Turismo, adoptado por la Organización Mundial del Turismo en 1999,
y ratificado por las Naciones Unidas. La Iglesia contempla al hombre de
modo integral. Estamos convencidos tanto de la importancia que el turismo tiene en
el momento presente, como del hecho de que “al igual que toda realidad humana, debe
ser iluminado y transformado por la Palabra de Dios”. De este presupuesto nace nuestra
solicitud pastoral por el turismo.
Para poderlo acompañar, queremos
conocerlo en profundidad, individuando tanto sus numerosos elementos positivos como
aquellos ambivalentes o negativos, de modo que se puedan valorizar los primeros, denunciar
e intentar corregir los últimos, así como promover sus potencialidades. Hemos
constatado con satisfacción la creciente atención de la Iglesia hacia este fenómeno,
de la que son ejemplo las Orientaciones para la pastoral del turismo publicadas en
2001 por el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes. Queremos
hacernos presentes en el sector del turismo para intentar que hacerlo una realidad
humana y humanizadora. Acogemos como tarea la invitación del Santo Padre a “iluminar
este fenómeno con la doctrina social de la Iglesia”. El Papa,
reelaborando un concepto ya mencionado en la Encíclica Caritas in veritate, nos ha
invitado a abordar el tema del turismo en el contexto del desarrollo humano integral,
para así poder llegar a proponer de modo creíble “un turismo distinto”, que, al tiempo
que manifiesta nuestro común “ser homines viatores”, refleje claramente “ese otro
itinerario, más profundo y significativo, que estamos llamados a recorrer: el que
nos conduce al encuentro con Dios”. Poniéndonos en guardia contra los abusos del fenómeno
turístico, sobre todo esos que a menudo implican la trata de personas, la explotación
sexual, el abuso de menores e incluso la tortura, el Santo Padre nos ha pedido articular
las coordenadas de un turismo “ético y responsable, de modo que llegue a ser respetuoso
con la dignidad de las personas y de los pueblos, accesible a todos, justo, sostenible
y ecológico”. Al tiempo, ha confirmado el compromiso de la Iglesia a colaborar, en
el ámbito que le es propio, con el fin de que dicho turismo bueno llegue a ser una
realidad para todos, especialmente para los más desfavorecidos.
En referencia
a quienes visitan las diversas expresiones artísticas nacidas de la experiencia religiosa
cristiana, en el “turismo religioso”, consideramos importante poner nuestro patrimonio
religioso histórico-cultural al servicio de la nueva evangelización. El
Santo Padre nos ha señalado como área privilegiada para la contribución de la Iglesia
la “via pulchritudinis”, es decir, la presentación del inmenso patrimonio artístico
y cultural cristiano como ocasión para anunciar a Cristo e ilustrar el misterio tanto
a los cristianos como a los no cristianos. Por último, queremos acompañar
a los cristianos en el disfrute de sus vacaciones y tiempo libre, de modo que sean
de provecho para su crecimiento humano y espiritual, convencidos que ni siquiera en
este tiempo podemos olvidarnos de Dios, quien nunca se olvida de nosotros. La
nueva evangelización, a la que todos estamos convocados, nos exige aprovechar las
numerosas ocasiones que el fenómeno del turismo nos ofrece para presentar a Cristo
como respuesta suprema a los interrogantes del hombre de hoy. Frente a este desafío,
nos marcamos como objetivos la acogida como estilo pastoral y la colaboración con
todos los sectores implicados.
Será importante contar con adecuadas
estructuras pastorales a nivel nacional, diocesano y parroquial, y, de acuerdo con
las indicaciones del Santo Padre, que “la pastoral del turismo forme parte, con pleno
derecho, de la pastoral orgánica y ordinaria de la Iglesia, de modo que coordinando
los proyectos y esfuerzos, respondamos con mayor fidelidad al mandato misionero del
Señor”. Esta exhortación se debe traducir tanto en la creación de estructuras nacionales
y diocesanas donde todavía no existan, como en la potenciación de las existentes. Al
concluir esta valiosa serie de intercambios, dirigidos a lograr los importantes objetivos
señalados por el Santo Padre, y en espera del documento final que será redactado por
una comisión específica, queremos mostrar nuestro agradecimiento a los organizadores.
Junto al Pontificio Consejo, estamos agradecidos a la Prelatura de Cancún-Chetumal,
en la persona de su obispo, S.E. Mons. Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, por esta ocasión
de reflexionar juntos en un clima de amistad, apoyados por momentos de celebración
litúrgica y de oración, sobre cuestiones de gran importancia y actualidad en el ámbito
de un fenómeno que ya implica a mil millones de personas y que está destinado, en
los próximos decenios, a crecer y desarrollarse.
Nos comprometemos –
cada uno en el propio ámbito y todos juntos al servicio de la Iglesia – a profundizar
las conclusiones del Congreso, haciéndonos intérpretes en las diversas situaciones
y promotores a nivel global. Esperamos que el trabajo desarrollado en estos días pueda
estimular una reflexión más profunda dentro y fuera de la Iglesia, en torno a una
realidad que concierne no sólo al tiempo libre del hombre, sino a su misma libertad,
junto al sentido profundo de su vida en el mundo.