(RV).- (Audio) A las 7,30 de la mañana
caminaban ya en grupos aislados, finales, en la gran avenida de la Habana Salvador
Allende, vieja como los edificios que no se restauran desde hace más de 50 años; con
casas que se derrumban. Caminaban hacia un segundo encuentro en la isla con un padre
de la familia católica en la Plaza de la Revolución José Martí. El primero fue con
Juan Pablo 15 años atrás.
Con atuendos blancos, con banderitas papales y de
Cuba; con la remera escrita: “Bienvenido peregrino de la caridad”; en silencio o cantando.
¿Son
todos creyentes, bautizados, practicantes, los que caminaban allí? Sí, pero había
muchos más que estaban ahí porque es ahí, juntos, donde se sentían “un solo pueblo”.
Cuando
en medio de la gente pregunté, varios repitieron de diverso modo lo mismo: “Esto nos
hace sentir un solo pueblo, más allá de las divisiones y de las ideologías. Aquí somos
una sola familia con el Papa”. Aunque la razón fuera solamente experimentar esto de
ser un solo pueblo cubano, una sola familia, ¿no es esto cristianismo puro?
En
la gran plaza el anciano Papa tomó el pan del altar en sus manos y repitió las palabras
sacramentales de Jesús: “Esto es mi cuerpo”. La mesa era una sola y los miles y miles
eran allí juntos una sola familia en torno al Vicario de Cristo. El rostro del “Che”
Guevara delineado monumental de la otra parte, extendía desde otro tiempo su mirada
hacia un horizonte incierto y ya pasado de moda. Hoy, es la Iglesia la que hace sentirse
a los cubanos un solo pueblo (Jesuita Guillermo Ortiz – RV)