2012-03-31 12:15:04

Vía Crucis como signo de reconciliación


(RV).- Ayer por la tarde se leyó en la cárcel romana de Rebibbia el mensaje de Benedicto XVI, firmado en el Vaticano el pasado 22 de marzo, con motivo del Vía Crucis que presidirá en esta Casa penitenciaria el Cardenal Agostino Vallini, Vicario del Papa para la diócesis de Roma, con la participación de detenidos, agentes penitenciarios y grupos de fieles de diversas parroquias de la ciudad.

A estos queridos hermanos, el Santo Padre les escribe que se siente particularmente cercano en esta iniciativa, porque siempre está vivo en su corazón el recuerdo de la visita que realizó a la cárcel de Rebibbia poco antes de la pasada Navidad. Y añade que recuerda los rostros de las personas que ha encontrado y las palabras que ha escuchado, y que han dejado en el Obispo de Roma un signo profundo. Por esta razón, el Papa se une espiritualmente a su oración, dando continuidad, de este modo, a su presencia entre ellos, a la vez que agradece por esto, en particular, a sus Capellanes.

“Sé que este Vía Crucis quiere ser un signo de reconciliación”, escribe el Papa. Porque como dijo uno de los detenidos durante el encuentro que mantuvo con Su Santidad, “la cárcel sirve para volver a levantarse después de haber caído, para reconciliarse consigo mismo, con los demás y con Dios”; y, de este modo, sirve para poder entrar nuevamente en la sociedad. Asimismo el Santo Padre recuerda que “cuando en el Vía Crucis vemos a Jesús que cae al suelo –una, dos, tres veces– comprendemos que Él ha compartido nuestra condición humana”. Y añade que “el peso de nuestros pecados lo ha hecho caer; pero tres veces Jesús se ha levantado y ha proseguido el camino hacia el Calvario”; de modo que, “con su ayuda”, también nosotros podemos volver a levantarnos de nuestras caídas, y tal vez ayudar a otro, a un hermano, a levantarse también.

Al preguntarse ¿qué daba a Jesús la fuerza para ir hacia adelante?, el Papa responde “la certeza de que el Padre estaba con Él”. “Si bien en su corazón estaba toda la amargura del abandono –prosigue Benedicto XVI– Jesús sabía que el Padre lo amaba, y precisamente este amor inmenso, esta misericordia infinita del Padre celestial lo consolaba y era más grande que las violencias y los ultrajes que lo circundaban”. Incluso si todos lo despreciaban y no lo trataban como hombre, Jesús, “en su corazón, tenía la firme certeza de ser siempre hijo, el Hijo amado de Dios Padre”.

De ahí que el Papa les diga a estos “queridos amigos” que el gran don que Jesús nos ha hecho con su Vía Crucis es revelarnos que Dios es amor infinito, es misericordia, y lleva hasta el final el peso de nuestros pecados, para que nosotros podamos volver a levantarnos, reconciliarnos y encontrar la paz. Por eso no debemos tener miedo de recorrer nuestro “vía crucis” y llevar nuestra cruz junto a Jesús. Porque Él está con nosotros. Y con nosotros –añade– está también María, su madre y nuestra madre, que permanece fiel también a los pies de nuestra cruz, y reza por nuestra resurrección, porque cree firmemente que, también en la noche más oscura, la última palabra es la luz del amor de Dios.

Con esta esperanza, basada en la fe, el Santo Padre les desea a todos los presos de Rebibbia que vivan la próxima Pascua en la paz y en la alegría que Cristo ha pagado con su sangre, y con gran afecto les imparte su bendición apostólica, extendiéndola de corazón a sus familiares y seres queridos. (María Fernanda Bernasconi – RV).







All the contents on this site are copyrighted ©.