La regeneración de las sociedades requiere hombres rectos
(RV).- ¡El Papa Benedicto XVI llegó a Cuba! Luego de los mexicanos, ahora es el pueblo
cubano que acoge al Santo Padre y se regocija con su presencia. Su permanencia como
“Peregrino de la Caridad” llena de esperanza el corazón de todos de los que se alegran
con su permanencia en el país, para renovar el propio compromiso evangélico y vivir
una vida más autentica.
El Pontífice, al llegar al aeropuerto internacional
de Santiago de Cuba, dirigió un discurso a las distintas autoridades presentes y a
todo el pueblocubano, agradeciendo las palabras de bienvenida y saludando asimismo
al Arzobispo de Santiago de Cuba y Presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor
Dionisio Guillermo García Ibáñez y al Señor Arzobispo de La Habana, Cardenal Jaime
Ortega y Alamino, entre otros.
Benedicto XVI, recordó la histórica visita a
Cuba de su Predecesor, el Beato Juan Pablo II, que ha dejado –dijo- una huella imborrable
en el alma de los cubanos. En este contexto destacó: “Uno de los frutos importantes
de aquella visita fue la inauguración de una nueva etapa en las relaciones entre la
Iglesia y el Estado cubano, con un espíritu de mayor colaboración y confianza, si
bien todavía quedan muchos aspectos en los que se puede y debe avanzar, especialmente
por cuanto se refiere a la aportación imprescindible que la religión está llamada
a desempeñar en el ámbito público de la sociedad”.
Por otra parte, el Papa
manifestó su alegría de unirse a la alegría de todos los cubanos con motivo de la
celebración del cuatrocientos aniversario del hallazgo de la bendita imagen de la
Virgen de la Caridad del Cobre y no pudo dejar de reflexionar sobre la actual crisis
económica que se vive en muchas partes del mundo, que no pocos concuerdan –afirmó-
“en situar en una profunda crisis de tipo espiritual y moral, que ha dejado al hombre
vacío de valores y desprotegido frente a la ambición y el egoísmo de ciertos poderes
que no tienen en cuenta el bien auténtico de las personas y las familias”. En este
contexto, destacó que “el progreso verdadero tiene necesidad de una ética que coloque
en el centro a la persona humana y tenga en cuenta sus exigencias más auténticas,
de modo especial su dimensión espiritual y religiosa”.
Queridos amigos –dijo
con cariño Benedicto XVI- “estoy convencido de que Cuba, en este momento especialmente
importante de su historia, está mirando ya al mañana, y para ello se esfuerza por
renovar y ensanchar sus horizontes, a lo que cooperará ese inmenso patrimonio de valores
espirituales y morales que han ido conformando su identidad más genuina, y que se
encuentran esculpidos en la obra y la vida de muchos insignes padres de la patria,
como el Beato José Olallo y Valdés, el Siervo de Dios Félix Varela o el prócer José
Martí”. La Iglesia, por su parte –agregó- “ha sabido contribuir diligentemente al
cultivo de esos valores mediante su generosa y abnegada misión pastoral, y renueva
sus propósitos de seguir trabajando sin descanso por servir mejor a todos los cubanos”
(CA/-RV)
Texto y audio completo del discurso del Santo Padre (Audio)
Señor Presidente,
Señores Cardenales y Hermanos en el Episcopado, Excelentísimas
Autoridades, Miembros del Cuerpo Diplomático, Señores
y señoras, Queridos amigos cubanos:
Le agradezco,
Señor Presidente, su acogida y sus corteses palabras de bienvenida, con las que ha
querido transmitir también los sentimientos de respeto de parte del gobierno y el
pueblo cubano hacia el Sucesor de Pedro. Saludo a las Autoridades que nos acompañan,
así como a los miembros del Cuerpo Diplomático aquí presentes. Dirijo un caluroso
saludo al Señor, y a los demás hermanos Obispos de Cuba, a los que manifiesto toda
mi cercanía espiritual. Saludo en fin con todo el afecto de mi corazón a los fieles
de la Iglesia católica en Cuba, a los queridos habitantes de esta hermosa isla y a
todos los cubanos, allá donde se encuentren. Los tengo siempre muy presentes en mi
corazón y en mi oración, y más aún en los días en que se acercaba el momento tan deseado
de visitarles, y que gracias a la bondad divina he podido realizar.
Al
hallarme entre ustedes, no puedo dejar de recordar la histórica visita a Cuba de mi
Predecesor, el Beato Juan Pablo II, que ha dejado una huella imborrable en el alma
de los cubanos. Para muchos, creyentes o no, su ejemplo y sus enseñanzas constituyen
una guía luminosa que les orienta tanto en la vida personal como en la actuación pública
al servicio del bien común de la Nación. En efecto, su paso por la isla fue como una
suave brisa de aire fresco que dio nuevo vigor a la Iglesia en Cuba, despertando en
muchos una renovada conciencia de la importancia de la fe, alentando a abrir los corazones
a Cristo, al mismo tiempo que alumbró la esperanza e impulsó el deseo de trabajar
audazmente por un futuro mejor. Uno de los frutos importantes de aquella visita fue
la inauguración de una nueva etapa en las relaciones entre la Iglesia y el Estado
cubano, con un espíritu de mayor colaboración y confianza, si bien todavía quedan
muchos aspectos en los que se puede y debe avanzar, especialmente por cuanto se refiere
a la aportación imprescindible que la religión está llamada a desempeñar en el ámbito
público de la sociedad.
Me complace vivamente unirme a vuestra alegría
con motivo de la celebración del cuatrocientos aniversario del hallazgo de la bendita
imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre. Su entrañable figura ha estado desde
el principio muy presente tanto en la vida personal de los cubanos como en los grandes
acontecimientos del País, de modo muy particular durante su independencia, siendo
venerada por todos como verdadera madre del pueblo cubano. La devoción a «la Virgen
Mambisa» ha sostenido la fe y ha alentado la defensa y promoción de cuanto dignifica
la condición humana y sus derechos fundamentales; y continúa haciéndolo aún hoy con
más fuerza, dando así testimonio visible de la fecundidad de la predicación del evangelio
en estas tierras, y de las profundas raíces cristianas que conforman la identidad
más honda del alma cubana. Siguiendo la estela de tantos peregrinos a lo largo de
estos siglos, también yo deseo ir a El Cobre a postrarme a los pies de la Madre de
Dios, para agradecerle sus desvelos por todos sus hijos cubanos y pedirle su intercesión
para que guíe los destinos de esta amada Nación por los caminos de la justicia, la
paz, la libertad y la reconciliación.
Vengo a Cuba como peregrino de
la caridad, para confirmar a mis hermanos en la fe y alentarles en la esperanza, que
nace de la presencia del amor de Dios en nuestras vidas. Llevo en mi corazón las justas
aspiraciones y legítimos deseos de todos los cubanos, dondequiera que se encuentren,
sus sufrimientos y alegrías, sus preocupaciones y anhelos más nobles, y de modo especial
de los jóvenes y los ancianos, de los adolescentes y los niños, de los enfermos y
los trabajadores, de los presos y sus familiares, así como de los pobres y necesitados.
Muchas
partes del mundo viven hoy un momento de especial dificultad económica, que no pocos
concuerdan en situar en una profunda crisis de tipo espiritual y moral, que ha dejado
al hombre vacío de valores y desprotegido frente a la ambición y el egoísmo de ciertos
poderes que no tienen en cuenta el bien auténtico de las personas y las familias.
No se puede seguir por más tiempo en la misma dirección cultural y moral que ha causado
la dolorosa situación que tantos experimentan. En cambio, el progreso verdadero tiene
necesidad de una ética que coloque en el centro a la persona humana y tenga en cuenta
sus exigencias más auténticas, de modo especial su dimensión espiritual y religiosa.
Por eso, en el corazón y el pensamiento de muchos, se abre paso cada vez más la certeza
de que la regeneración de las sociedades y del mundo requiere hombres rectos, de firmes
convicciones morales y altos valores de fondo que no sean manipulables por estrechos
intereses, y que respondan a la naturaleza inmutable y trascendente del ser humano.
Queridos
amigos, estoy convencido de que Cuba, en este momento especialmente importante de
su historia, está mirando ya al mañana, y para ello se esfuerza por renovar y ensanchar
sus horizontes, a lo que cooperará ese inmenso patrimonio de valores espirituales
y morales que han ido conformando su identidad más genuina, y que se encuentran esculpidos
en la obra y la vida de muchos insignes padres de la patria, como el Beato José Olallo
y Valdés, el Siervo de Dios Félix Varela o el prócer José Martí. La Iglesia, por su
parte, ha sabido contribuir diligentemente al cultivo de esos valores mediante su
generosa y abnegada misión pastoral, y renueva sus propósitos de seguir trabajando
sin descanso por servir mejor a todos los cubanos.
Ruego al Señor que
bendiga copiosamente a esta tierra y a sus hijos, en particular a los que se sienten
desfavorecidos, a los marginados y a cuantos sufren en el cuerpo o en el espíritu,
al mismo tiempo que, por intercesión de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, conceda
a todos un futuro lleno de esperanza, solidaridad y concordia. Muchas gracias.