(RV).- (Con audio). Nuestro Director General, el P. Federico Lombardi, dedica su editorial
del semanario “Octava Dies” del Centro Televisivo Vaticano a la esperanza que no debemos
perder ante las tragedias naturales que afectan a la humanidad en camino. Y lo hace
recordando el año transcurrido desde el terremoto y tsunami de Japón.
El fortísimo terremoto
que afectó a Japón el 11 de marzo del año pasado permanece esculpido en la memoria,
no sólo del pueblo del Sol Levante, sino del mundo entero, como también el aún más
espantoso tsunami del Océano Índico, de diciembre de 2004, con sus centenares de miles
de víctimas.
El terremoto y el tsunami japonés provocaron veinte mil
muertos, tomando por sorpresa a un país que convive desde hace siglos con estas catástrofes,
pero que a esta no la había absolutamente prevista. Y que después se prolongó con
el impresionante accidente de la central nuclear de Fukushima, con consecuencias más
insidiosas y de mayor término.
La confianza en la ciencia, los planes
de emergencia, la entera política energética de un país desarrollado y bien organizado
han sido cuestionados radicalmente. Hoy en Japón cuatro reactores nucleares están
en función, mientras cincuenta están detenidos. Los estudiosos piensan que el terremoto
del año pasado ha creado una situación de inestabilidad que vuelve más próxima la
probabilidad de otro gran terremoto. La vida y las expectativas, han cambiado.
Todos
hemos admirado el modo valeroso, digno y solidario con que el pueblo japonés reaccionó
a la tragedia y se organizó para afrontar las consecuencias. El día del Viernes Santo,
respondiendo a la pregunta de una niña japonesa en una transmisión televisiva, el
Papa le decía: “También yo me pregunto por qué. No tenemos las respuestas, pero sabemos
que Jesús ha sufrido como ustedes, (siendo) inocente. Dios me ama, está de mi parte,
un día comprenderé que este sufrimiento no era en vano. Ten la seguridad, nosotros
estamos contigo, con todos los niños japoneses que sufren. Recemos juntos para que
para ustedes llegue la luz cuanto antes”.
Frente a una tragedia más
grande que nosotros, no tenemos que perder la esperanza y debemos saber encontrar
el sentido más profundo y duradero de nuestro destino, de nuestro estar juntos, en
camino, en esta tierra.