(RV).- El arzobispo Salvatore Fisichella, Presidente del Consejo Pontificio para la
Promoción de la Nueva Evangelización, introdujo ayer por la tarde los trabajos de
la “Segunda Semana internacional de la reconciliación”, que se celebra hasta el próximo
17 de febrero en la localidad de Foggia, en San Giovanni Rotondo, en el complejo de
la iglesia de San Pío de Pietrelcina, sobre el tema general “El sacramento de la reconciliación
y la nueva evangelización. Tiempo de reflexión y de formación para los presbíteros”.
Uno
de los aspectos que califican la nueva evangelización –dijo– es “reconducir la vida
cristiana a una unidad“. Porque también los cristianos, hijos de su tiempo, “están
sometidos, de manera no consciente, a presiones culturales de marcada visión relativista,
con la consecuencia de separar la unidad entre la profesión de fe y la vida del discipulado”.
Y añadió que diversas expresiones presentes en el lenguaje común “muestran con evidencia
esta tendencia negativa” que, lentamente, pero de manera inexorable, “conduce primero
a la crisis de fe, después a la indiferencia y, en fin, al ateísmo”.
El Presidente
del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización señaló que “creyente,
pero no practicante”, es, probablemente, la expresión emblemática de esta visión de
la fe que sobre todo hoy cosecha víctimas en las Iglesias de antigua tradición”. El
Arzobispo también explicó que el carácter fragmentario representa un desafío con
el que estamos a llamados a confrontarnos, porque suele orientar la vida personal
como separada en sí misma y orientada hacia mundos y ambientes diferentes y múltiples
que “debilitan el camino del seguimiento”. “Visión fragmentaria que también entró
en la vida de los creyentes y de la praxis pastoral” –añadió– que impide perseguir
“un proyecto unitario que sepa conjugar el encuentro con Jesucristo y su Iglesia con
una existencia creyente que madura progresivamente en la fatiga del testimonio cotidiano”.
Y afirmó que, lamentablemente, el sacramento de la reconciliación, parece
resultar extraño en la praxis pastoral; mientras “la profunda crisis de fe que afecta
a la Iglesia, también ha mellado el sacramento de la penitencia”. (María Fernanda
Bernasconi – RV).