Sábado, 7 ene (RV).- Nuestro director general, el Padre Federico Lombardi SJ, dedica
su editorial para el Semanario Octava Dies del Centro Televisivo Vaticano a la próxima
visita del Papa a México:
El primer día del
nuevo año, los obispos de México y de Cuba han anunciado el programa del viaje del
Papa a ambos países. No hay mucha necesidad de llamar la atención sobre la etapa cubana,
ya que el jubileo de la Virgen de la Caridad del Cobre se inserta en la singular situación
histórica y política de la gran isla caribeña, mientras es justo mencionar los múltiples
motivos y el significado continental de la etapa mexicana, no en vano la primera del
viaje.
El 12 de diciembre celebrando en San Pedro la solemnidad de Nuestra
Señora de Guadalupe, el Papa ha indicado su voluntad de participar del Bicentenario
de la independencia de los países de América Latina, y ha hablado con intensidad del
“camino de integración” de este “querido continente” y “de su nuevo protagonismo emergente
en el concierto mundial”, indicando los horizontes de un crecimiento plenamente humano
y de la “misión continental” de “nueva evangelización”.
De esta manera
ha querido dirigirse al más populoso de los países hispanos, para allí continuar las
celebraciones, junto a los representantes de los episcopados latinoamericanos, justamente
en aquel “Parque del Bicentenario” construido recientemente en el preciso centro geográfico
de México, a los pies del Cerro del Cubilete, donde se levanta el Santuario nacional
de Cristo Rey, desde el que se abraza espiritualmente al entero País.
¿Quién
no se conmueve con el afecto de los mexicanos por el Papa? ¿De su entusiasmo cuando
vienen a Roma a encontrarlo? ¿Quién no recuerda la triunfal acogida que ofrecieron
a Juan Pablo II en sus cinco viajes en vida, y también en los últimos meses, a su
reliquia peregrina por sus tierras? Hace veinte años, estableciendo relaciones diplomáticas
con la Santa Sede, el País ha reconocido la profunda alma católica de su pueblo. El
Papa Benedicto sabía que tenía que ir a México, y ha elegido una localidad a la que
su Predecesor no había podido llegar. Porque es la misma misión que continúa y se
desarrolla.
Que su viaje pueda ser un impulso para la superación de
la pobreza y de la violencia, de esperanza y de paz para México y para toda América
Latina.