Martes, 27 dic (RV).- Se terminó la ira
de Dios con el niño que nace pobre y humilde en Belén, con el único abrigo de la ternura
y el amor de su Madre María y José carpintero. Con Jesús en el pesebre -el niño de
la no-violencia-, se terminó el furor del trueno, el terremoto y el rayo que acompañaban
las manifestaciones de Dios en el viejo testamento. Música y luz, ternura, amor, paz,
son ahora los signos de la presencia del Dios-con-nosotros, y la paciencia, el perdón,
la reconciliación son su camino, el camino del encuentro; de la construcción de la
familia humana nueva en germen.
Sin embargo hay quienes hoy continúan con su
violencia asesina. La violencia del egoísmo, de los intereses particulares, que dominan,
como somete y esclaviza la droga, sigue sembrando luto y dolor con su estruendo y
sus rastros de sangre.
¿Cómo entrará Dios en nuestro mundo?
Entró y
avanza por la misma puerta del rechazo. Nace pobre porque no hay lugar para él en
el albergue y alcanza la vida plena con el martirio, porque su “pobreza” y su asesinato
son testimonio de su amor por nosotros. Y Dios-amor triunfó, triunfa y triunfará.
“La verdadera imitación de Cristo es el amor… el martirio secreto", dijo Benedicto
XVI. Aquellos que ponen en práctica los mandamientos del Señor le rinden testimonio
en cada acción, porque hacen aquello que Él quiere y con fidelidad invocan el hombre
del Señor. Como en la antigüedad también hoy la sincera adhesión al Evangelio puede
pedir el sacrifico de la vida de muchos cristianos y en varias partes de mundo están
expuestos a persecuciones y a veces al martirio. Pero, nos recuerda el Señor, “Quien
persevere hasta el fin se salvará” (Mt 10,22). (jesuita Guillermo Ortiz – RV).