Lunes, 26 dic (RV).- Como un hombre honesto y mártir perfecto, definió Benedicto XVI
al diácono de la fiesta: san Esteban, en su reflexión previa a la oración del Ángelus
que rezó con la multitud de peregrinos del Pesebre, levantado en la Plaza de San Pedro.
Pleno
de bondad de ánimo, hombre de oración y de evangelización. “Mientras era martirizado
decía: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”. Después, de rodillas, rogaba el perdón de
Dios sobre sus acusadores… Por esto la Iglesia oriental canta en los himnos: “Las
piedras se convirtieron en gradas y escalones para la celeste subida… y te has unido
gozoso a la festiva reunión de los ángeles”.
Antes de hacer un llamado por
el atentado a una iglesia en Nigeria, donde han sido asesinados más de 40 cristianos,
el Papa expresó: “La verdadera imitación de Cristo es el amor… Como en la antigüedad,
también hoy la sincera adhesión al evangelio puede pedir el sacrificio de la vida
y muchos cristianos en varias partes del mundo están expuestos a persecuciones y algunas
veces al martirio”.
Saludo del Papa a los peregrinos de lengua española (Audio)
ÁNGELUS
DEL SANTO PADRE (TEXTO Y AUDIO COMPLETO)
¡Queridos
hermanos y hermanas!
Después de la solemne liturgia de la Navidad del Señor,
hoy celebramos la fiesta de San Esteban, diacono y primer mártir de la Iglesia. El
historiador Eusebio de Cesarea lo definió el “mártir perfecto” (Die Kirchengeschichte
V,2,5: GCS II,1, Leipzig 1903, 430), porque está escrito en los Hechos de los Apóstoles:
“Esteban, lleno de gracia y potencia, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo”
(6,8). San Gregorio de Nisa comenta: “ Era un hombre honesto y lleno del Espíritu
Santo: con la bondad del ánimo colmaba el encargo de alimentar a los pobres y con
la libertad de la palabra y la fuerza del Espíritu Santo cerraba la boca a los enemigos
de la verdad” (Sermo in Sanctum Stephanum II: GNO X,1, Leyden 1990, 98). Hombre de
oración y evangelización, Esteban, cuyo nombre significa “corona”, ha recibido de
Dios el don del martirio. De hecho, él “lleno del Espíritu Santo… vio la gloria de
Dios” (Hch 7, 55). Mientras era lapidado oraba: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”
(Hch 7,59). Luego postrado de rodillas, suplicaba el perdón para sus acusadores: “Señor,
no imputes a ellos este pecado”. Por esto la Iglesia oriental canta en los himnos:
“ las piedras se han convertido para ti en gradas y escalones para la subida celestial…
y te has unido gozoso a la festiva reunión de los ángeles” (MHNAIA t. II, Roma 1889,
694.695) .
Luego de la generación de los Apóstoles, los mártires adquieren
un lugar de primer plano en las consideraciones de la comunidad cristiana. En los
tiempos de mayor persecución su elogio conforta el fatigoso camino de los fieles y
alienta a quien está en busca de la verdad para convertirse al Señor. Por ello la
Iglesia, por divina disposición venera las reliquias de los mártires y los honra con
sobrenombres como “maestros de virtud”, “testimonios vivientes”, “columnas animadas”,
“silenciosos mensajeros” (GREGORIO DI NAZIANZO, Oratio 43, 5: PG 36, 500 C). . Queridos
amigos, la verdadera imitación de Cristo es el amor, que algunos escritores cristianos
han definido el martirio secreto. Con tal propósito san Clemente de Alejandría escribe
“aquellos que ponen en práctica los mandamientos del Señor le rinden testimonio en
cada acción, porque hacen aquello que Él quiere y con fidelidad invocan el hombre
del Señor. (Stromatum IV, 7,43,4: SC 463, Paris 2001, 130). Como en la antigüedad
también hoy la sincera adhesión al Evangelio puede pedir el sacrifico de la vida de
muchos cristianos y en varias partes de mundo están expuestos a persecuciones y a
veces al martirio. Pero, nos recuerda el Señor, “Quien persevere hasta el fin se salvará”
(Mt 10,22).
A María Santísima, Reina de los Mártires, dirijamos nuestra
suplica para custodiar integra al voluntad de bien, sobre todo hacia aquellos que
nos son adversarios. En particular confiamos a la misericordia divina a los diáconos
de la Iglesia, para que iluminados por el ejemplo de San Esteban, colaboren, según
la misión propia a ellos, al compromiso de la Evangelización. (cfr Esort. ap. postsin.
Verbum Domini, 94).