Como una plantita que germina de la tierra y se abre hacia el cielo
Aviva Nuestra Esperanza
Domingo, 27 nov (RV).- Ser administradores alertas
de la casa del mundo, es la invitación del misterio que celebramos en el Adviento,
explicó el Sucesor de Pedro y Obispo de Roma, en su saludo en español, después de
la oración mariana del Ángelus, que dirigió desde la ventana de su estudio. El misterio
de “la venida del Señor a nuestra tierra, que aviva también nuestra esperanza en su
venida gloriosa”, “nos invita a ser administradores vigilantes de la casa de Dios,
que es el mundo” dijo-, y terminó rogando a la Virgen Madre “que nos enseñe a ser
cada vez más testigos de la acción y presencia de Dios en medio de todos y poder así
recibir un día los bienes que nos tiene prometidos.”
Audio del saludo del
Papa a los Peregrinos de lengua española:
Como un
plantita que germina de la tierra y se abre hacia el cielo
Como una plantita
que germina de la tierra y se abre hacia el cielo, “la vida no tiene solo la dimensión
terrena, sino que es proyectada hacia un “más allá”, reflexionó Benedicto XVI, previamente
a la oración del Ángelus. “Una plantita pensante, el hombre, dotado de libertad y
responsabilidad, por la cuál cada uno será llamado a dar cuenta de cómo ha vivido,
de cómo ha utilizado sus propias capacidades: si se las ha guardado para sí o si las
he hecho fructificar también para el bien de los hermanos”.
El Sucesor de Pedro
dijo también que, el tiempo de Adviento iniciado despierta en los corazones la espera
de Cristo y nos recuerda que Dios es Padre y Amigo y que el hombre no es el dueño
del mundo. “El tiempo de Adviento viene cada año para recordarnos esto, para que nuestra
vida encuentre nuevamente su justa orientación, hacia el rostro de Dios. El rostro
no de un “patrón”, sino de un Padre y de un Amigo. Con la Virgen María, que nos guía
en el camino del Adviento, hagamos nuestras las palabras del profeta: “Porque tú,
Señor, eres nuestro Padre, nosotros somos tu arcilla y tú nuestro alfarero, ¡todos
somos la obra de tus manos! (Is 64,7)”. jesuita Guillermo Ortiz -RV
Texto
completo de la reflexión del Papa, previa a la oración del ángelus
Queridos
hermanos y hermanas:
Hoy iniciamos con toda la Iglesia el nuevo Año
Litúrgico: un nuevo camino de fe, que hay que vivir juntos en las comunidades cristianas,
pero también –como siempre- para recorrerlo al interno de la historia del mundo, para
abrirla al misterio de Dios, a la salvación que viene de su amor. El Año litúrgico
inicia con el Tiempo de Adviento: tiempo estupendo en el cual se despierta en los
corazones la espera del regreso de Cristo y la memoria de su primera venida, cuando
se despojó de su gloria divina para asumir nuestra carne mortal.
“Estén
atentos”. Este es el llamado de Jesús en el Evangelio de hoy. Lo dirige no sólo a
sus discípulos, sino a todos: “Estén prevenidos” (Mc 13,37). Es un llamado saludable
a recordarnos que la vida no tiene sólo una dimensión terrena, sino que está proyectada
a un “más allá”, como una plantita que germina de la tierra y se abre hacia el cielo.
Una plantita pensante, el hombre, dotado de libertad y responsabilidad, por la que
cada uno será llamado a dar cuenta de cómo ha vivido, de cómo ha utilizado sus propias
capacidades: si se las ha guardado para sí o si las ha hecho fructificar también para
el bien de los hermanos.
También Isaías, el profeta del Adviento, nos
hace reflexionar hoy con una oración afligida, dirigida a Dios en nombre de su pueblo.
El reconoce las faltas de su gente, y a un cierto momento dice: “No hay nadie que
invoque tu Nombre, nadie que despierte para aferrase a ti, porque tú nos ocultaste
tu rostro y nos pusiste a merced de nuestras culpas” (Is 64,6). ¿Cómo no quedar conmovido
por esta descripción? Parece reflejar ciertos panoramas del mundo post-moderno: las
ciudades en donde la vida se vuelve anónima y horizontal, en donde Dios parece ausente
y el hombre el único patrón, como si fuera él el artífice y el director de todo: las
construcciones, el trabajo, la economía, los transportes, las ciencias, la técnica,
todo parece depender sólo del hombre. Y a veces, de este modo, que parece casi perfecto,
suceden cosas sorprendentes, o en la naturaleza, o en la sociedad, por las cuales
nosotros pensamos que Dios se haya como retirado, nos haya –por así decirlo- abandonado
a nosotros mismos.
En realidad, el verdadero “patrón” del mundo no es
el hombre, sino Dios. El Evangelio dice: “Estén atentos, entonces, porque no saben
cuándo llegará el dueño de la casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo
o por la mañana. No sea que llegue al improviso y los encuentre dormidos” (Mc 13,
35-36). El tiempo de Adviento viene cada año para recordarnos esto, porque nuestra
vida encuentre nuevamente su justa orientación, hacia el rostro de Dios. El rostro
no de un “patrón”, sino de un Padre y de un Amigo. Con la Virgen María, que nos guía
en el camino del Adviento, hagamos nuestras las palabras del profeta: “Porque tú,
Señor, eres nuestro Padre, nosotros somos tu arcilla y tú nuestro alfarero, ¡todos
somos la obra de tus manos! (Is 64,7) (Traducción del italiano: Claudia Alberto;
jesuita Guillermo Ortiz – RV)