Jueves, 24 nov (RV) La Iglesia está llamada a ser luz en el mundo que anhela esperanza
y justicia. Benedicto XVI recibió con gran alegría – en la Basílica vaticana, este
mediodía - a unos doce mil participantes en el encuentro de la Caritas Italiana, que,
en el 40 aniversario de su institución, han llegado ante la tumba de Pedro, para confirmar
su fe y reimpulsar su misión.
Haciendo hincapié en la importante tarea ‘pedagógica’
de la caridad, que va más allá de todo aspecto material - destacada por el Siervo
de Dios Pablo VI - Benedicto XVI reiteró esta misión de Caritas en relación con las
comunidades, las familias y la sociedad civil, que la Iglesia debe iluminar. Se trata
de asumir la responsabilidad de educar a la vida buena del Evangelio, con el testimonio
de la caridad. Pues el amor de Cristo nos apremia... el Espíritu, nos hace esperar
por la fe los bienes de la justicia... y en Cristo Jesús, la fe obra por medio del
amor: «Queridos amigos,
no desistan nunca de esta tarea educativa, aun cuando el camino se vuelve arduo y
el esfuerzo parece no dar resultados. Vívanla en la fidelidad a la Iglesia y en el
respeto de la identidad de vuestras Instituciones, utilizando los instrumentos que
la historia le ha entregado y los que la ‘fantasía de la caridad’ – como decía el
beato Juan Pablo II – les irá sugiriendo en el porvenir».
El Papa expresó
su aprecio por las tres características que marcan la misión y plan de trabajo de
Caritas: ‘escuchar, observar y discernir’. Un estilo que hace posible la acción pastoral,
impulsa el diálogo profundo y provechoso con los diversos ambientes de la vida eclesial,
con las asociaciones, los movimientos y con el variado mundo del voluntariado. Siempre
en el seguimiento de Jesús, afianzados en el testimonio del Evangelio y la doctrina
social de la Iglesia, para afrontar los desafíos del mundo, en la actualidad:
«El individualismo
de nuestros días, la presunta suficiencia de la técnica y el relativismo, que influencia
a todos, requieren que se impulsen personas y comunidades hacia formas elevadas de
escucha, hacia capacidades de apertura de la mirada y del corazón sobre las necesidades
y los recursos, hacia formas comunitarias de discernimiento sobre el modo de ser y
de presentarse en un mundo que cambia profundamente».
Con el decreto conciliar
sobre el apostolado de los laicos - tras evocar los gestos de Jesús, que transmiten
la Gracia, educan a la fe, sanan, acogen, ofrecen misericordia, esperanza y compasión
- el Papa alentó a perseverar en las obras de caridad. Pues son obras de Iglesia,
expresión de atención hacia los más necesitados y ayudan a los pobres a crecer en
su dignidad y a las comunidades cristianas y a la sociedad civil a asumir con consciencia
su propia obligación y responsabilidad:
«Recordemos lo que
enseña el Concilio Vaticano II: “se satisfaga ante todo a las exigencias de la justicia,
y no se brinde como ofrenda de caridad lo que ya se debe por título de justicia” (Apostolicam
actuositatem, 8). El humilde y concreto servicio que la Iglesia ofrece no quiere sustituir,
ni mucho menos, adormecer la consciencia colectiva y civil. Sino que la acompaña con
espíritu de sincera colaboración, en la debida autonomía y en la plena consciencia
de la subsidiariedad».
«Responder a las necesidades significa no sólo dar de
comer al hambriento, sino dejarse interpelar por las causas del hambre, con la mirada
de Jesús, que sabía ver la realidad profunda de las personas que se le acercaban»,
señaló Benedicto XVI, destacando que, en esta perspectiva, el hoy interpela a la caridad
cristiana en numerosos ámbitos.
Migraciones, calamidades naturales, guerras,
crisis económica global, brecha entre norte y sur del mundo, heridas a la dignidad
humana de tantas personas, debilitamiento de las familias, incertidumbre de la condición
juvenil... Ante todo ello, que podría llevar al desaliento y a la falta de esperanza,
el Papa exhortó, una vez más, a perseverar en el servicio del amor y de la justicia,
afianzados en Cristo, ayudando a la Iglesia a hacer visible el amor de Dios a toda
la familia humana:
«La humanidad no nenecita
sólo de benefactores, sino también de personas humildes y concretas que - como Jesús
– sepan ponerse al lado de los hermanos, compartiendo con su fatiga. En una palabra,
la humanidad busca signos de esperanza. Nuestra fuente de esperanza está en el Señor.
Es por ello que hay necesidad de la Caritas. No para delegarle el servicio de caridad,
sino para que sea un signo de la cariad de Cristo, un signo que brinde esperanza.
Queridos amigos, ayuden a toda la Iglesia a hacer visible el amor de Dios. Vivan la
gratuidad y ayuden a vivirla. Recuerden a todos lo esencial del amor que se hace servicio.
Acompañen a los hermanos más débiles. Animen a las comunidades cristianas ¡Digan al
mundo la palabra del amor que viene de Dios y busquen la caridad como síntesis de
todos los carismas del Espíritu!»