Lunes, 7 nov (RV) - Nuestra gran tarea: «mostrar al mundo que Dios es Dios de paz
y no de violencia» y abogar por la tutela jurídica y social de la dignidad de la vida
humana, del matrimonio y de las familias. Palabras del Papa hace un año, consagrando
la Sagrada Familia en Barcelona. ‘Milagro arquitectónico’ de Gaudí, arquitecto genial
y cristiano consecuente.
Como recordó ayer Benedicto XVI con gran alegría,
hoy se cumple el primer aniversario de la consagración - que realizó él mismo en Barcelona
- de la Basílica de la Sagrada Familia, ungiendo su altar, cuyo fundamento es Cristo
y «presentando ante el mundo a Dios que es amigo de los hombres». Era el anhelo del
siervo de Dios Antonio Gaudí, como enfatizó el Papa el 7 de noviembre de 2010:
«Recordamos,
sobre todo, al que fue alma y artífice de este proyecto: a Antoni Gaudí, arquitecto
genial y cristiano consecuente, con la antorcha de su fe ardiendo hasta el término
de su vida, vivida en dignidad y austeridad absoluta».
«Hemos dedicado este
espacio sagrado a Dios, que se nos ha revelado y entregado en Cristo, para ser definitivamente
Dios con los hombres», reiteró Benedicto XVI, haciendo hincapié en que «la Iglesia
no tiene consistencia por sí misma; está llamada a ser signo e instrumento de Cristo,
en pura docilidad a su autoridad y en total servicio a su mandato». El Papa invitó
a que «apoyados en esa fe, busquemos juntos mostrar al mundo el rostro de Dios, que
es amor y el único que puede responder al anhelo de plenitud del hombre»:
«¡Ésa es la gran
tarea, mostrar a todos que Dios es Dios de paz y no de violencia, de libertad y no
de coacción, de concordia y no de discordia! En este sentido, pienso que la dedicación
de este templo de la Sagrada Familia, en una época en la que el hombre pretende edificar
su vida de espaldas a Dios, como si ya no tuviera nada que decirle, resulta un hecho
de gran significado. Gaudí, con su obra, nos muestra que Dios es la verdadera medida
del hombre. Que el secreto de la auténtica originalidad está, como decía él, en volver
al origen que es Dios. Él mismo, abriendo así su espíritu a Dios ha sido capaz de
crear en esta ciudad un espacio de belleza, de fe y de esperanza, que lleva al hombre
al encuentro con quien es la Verdad y la Belleza misma. Así expresaba el arquitecto
sus sentimientos: «Un templo [es] la única cosa digna de representar el sentir de
un pueblo, ya que la religión es la cosa más elevada en el hombre».
Refiriéndose
a la iniciativa de este templo, Benedicto XVI ponía de relieve que se debe a la Asociación
de amigos de San José, quienes quisieron dedicarlo a la Sagrada Familia de Nazaret.
Pues «desde siempre, el hogar formado por Jesús, María y José ha sido considerado
como escuela de amor, oración y trabajo». Y los patrocinadores de este templo querían
mostrar al mundo el amor, el trabajo y el servicio vividos ante Dios, tal como los
vivió la Sagrada Familia de Nazaret. En este contexto, el Santo Padre señaló la constante
preocupación de la Iglesia por la tutela jurídica y social de la dignidad de la vida
humana, del matrimonio y de las familias:
«Las condiciones
de la vida han cambiado mucho y con ellas se ha avanzado enormemente en ámbitos técnicos,
sociales y culturales. No podemos contentarnos con estos progresos. Junto a ellos
deben estar siempre los progresos morales, como la atención, protección y ayuda a
la familia, ya que el amor generoso e indisoluble de un hombre y una mujer es el marco
eficaz y el fundamento de la vida humana en su gestación, en su alumbramiento, en
su crecimiento y en su término natural. Sólo donde existen el amor y la fidelidad,
nace y perdura la verdadera libertad. Por eso, la Iglesia aboga por adecuadas medidas
económicas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena
realización; para que el hombre y la mujer que contraen matrimonio y forman una familia
sean decididamente apoyados por el Estado; para que se defienda la vida de los hijos
como sagrada e inviolable desde el momento de su concepción; para que la natalidad
sea dignificada, valorada y apoyada jurídica, social y legislativamente. Por eso,
la Iglesia se opone a todas las formas de negación de la vida humana y apoya cuanto
promueva el orden natural en el ámbito de la institución familiar».
Y cómo
no recordar que Benedicto XVI confió a la amorosa protección de la Madre de Dios,
María Santísima, Rosa de abril, Madre de la Merced, a todos los numerosísimos fieles
presentes y a todos los que «con palabras y obras, silencio u oración, han hecho posible
este milagro arquitectónico». Deseando que «Ella presente también a su divino Hijo
las alegrías y las penas de todos los que lleguen a este lugar sagrado en el futuro,
para que - como reza la Iglesia al dedicar los templos - los pobres puedan encontrar
misericordia, los oprimidos alcanzar la libertad verdadera y todos los hombres se
revistan de la dignidad de hijos de Dios».
CdM
Domingo, 6 nov (RV)
- Un día como hoy, el 6 de noviembre de 2010, Benedicto XVI emprendía el Viaje Apostólico
que le llevaba como peregrino a Santiago de Compostela, para luego llegar a Barcelona,
donde - como él mismo recordó hoy en el Ángelus - consagró la Basílica de la Sagrada
Familia.
Hoy nos detenemos sobre la etapa compostelana y mañana sobre la de
Barcelona. Acogido con grandes manifestaciones de alegría, cariño y devoción, Benedicto
XVI llegaba, pues, hace un año a Santiago de Compostela. Y peregrino entre los peregrinos,
renovaba la exhortación del Beato Juan Pablo II, alentando «a España y a Europa» a
reimpulsar sus «raíces cristianas», «edificando su presente y proyectando su futuro
desde la verdad auténtica del hombre, desde la libertad que respeta esa verdad y nunca
la hiere, y desde la justicia para todos, comenzando por los más pobres y desvalidos».
En el marco del Año Santo Compostelano, como Sucesor de Pedro, Benedicto XVI
quiso peregrinar él también a la Casa del Señor Santiago, para celebrar el ochocientos
aniversario de su consagración, para confirmar a los hermanos en la fe y avivar la
esperanza, y para confiar a la intercesión del Apóstol anhelos, fatigas y desafíos
para impulsar el Evangelio.
El Santo Padre en su homilía en la Santa Misa
con ocasión del Año Jubilar Compostelano, en la Plaza del Obradoiro de Santiago de
Compostela, lamentó como una “tragedia que en Europa, sobre todo en el siglo XIX,
se afirmase y divulgase la convicción de que Dios es el antagonista del hombre y el
enemigo de su libertad”. Y subrayó la imperante necesidad de que Europa se abra a
Dios “que envió al mundo a su Hijo Jesucristo, a fin de que nadie perezca, sino que
todos tengan vida eterna”:
Es necesario que
Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cielos de Europa; que esa palabra santa
no se pronuncie jamás en vano; que no se pervierta haciéndola servir a fines que le
son impropios. Es menester que se profiera santamente. Es necesario que la percibamos
así en la vida de cada día, en el silencio del trabajo, en el amor fraterno y en las
dificultades que los años traen consigo. Europa ha de abrirse a Dios, salir a su
encuentro sin miedo, trabajar con su gracia por aquella dignidad del hombre que habían
descubierto las mejores tradiciones: además de la bíblica, fundamental en este orden,
también las de época clásica, medieval y moderna, de las que nacieron las grandes
creaciones filosóficas y literarias, culturales y sociales de Europa.
Benedicto
XVI señaló a la cruz de Cristo como “nuestra estrella orientadora en la noche del
tiempo”. Cruz y amor, cruz y luz han sido sinónimos en nuestra historia, porque Cristo
se dejó clavar en ella para darnos el supremo testimonio de su amor, para invitarnos
al perdón y la reconciliación, para enseñarnos a vencer el mal con el bien. “No dejéis
de aprender las lecciones de ese Cristo de las encrucijadas de los caminos y de la
vida, en el que nos sale al encuentro Dios como amigo, padre y guía”.
Desde
Santiago de Compostela el Papa quiso proclamar la gloria del hombre, advertir de las
amenazas a su dignidad por el expolio de sus valores y riquezas originarios, por la
marginación o la muerte infligidas a los más débiles y pobres:
La Europa de la
ciencia y de las tecnologías, la Europa de la civilización y de la cultura, tiene
que ser a la vez la Europa abierta a la trascendencia y a la fraternidad con otros
continentes, al Dios vivo y verdadero desde el hombre vivo y verdadero. Esto es lo
que la Iglesia desea aportar a Europa: velar por Dios y velar por el hombre, desde
la comprensión que de ambos se nos ofrece en Jesucristo.
Con emoción particular,
el Pontífice se dirigió en concreto a los peregrinos, “forjadores del genuino espíritu
jacobeo, sin el cual poco o nada se entendería de lo que aquí tiene lugar”.
Desde aquí, como
mensajero del Evangelio que Pedro y Santiago rubricaron con su sangre, deseo volver
la mirada a la Europa que peregrinó a Compostela. ¿Cuáles son sus grandes necesidades,
temores y esperanzas? ¿Cuál es la aportación específica y fundamental de la Iglesia
a esa Europa, que ha recorrido en el último medio siglo un camino hacia nuevas configuraciones
y proyectos? Su aportación se centra en una realidad tan sencilla y decisiva como
ésta: que Dios existe y que es Él quien nos ha dado la vida. Solo Él es absoluto,
amor fiel e indeclinable, meta infinita que se trasluce detrás de todos los bienes,
verdades y bellezas admirables de este mundo; admirables pero insuficientes para el
corazón del hombre. Bien comprendió esto Santa Teresa de Jesús cuando escribió: “Sólo
Dios basta”.
Benedicto XVI subrayó, una vez más que “para los discípulos que
quieren seguir e imitar a Cristo, el servir a los hermanos no es una mera opción,
sino parte esencial de su ser”. “Un servicio - precisó el Papa - que no se mide por
los criterios mundanos de lo inmediato, lo material y vistoso, sino porque hace presente
el amor de Dios a todos los hombres y en todas sus dimensiones, y da testimonio de
Él, incluso con los gestos más sencillos.
Y, en particular, el Papa expresó
su deseo de que este mensaje llegue sobre todo a los jóvenes, porque precisamente
a ellos, este contenido esencial del Evangelio les indica el camino para que “renunciando
a un modo de pensar egoísta, de cortos alcances”, como tantas veces se propone a la
juventud, y siguiendo a Jesús, se puedan realizar plenamente y ser semilla de esperanza.
CdM
Martes,
1 nov (RV)- En España, las diócesis de Santiago de Compostela y Barcelona recuerdan
- entrañable y solemnemente - que el próximo domingo se cumple un año de la visita
de Benedicto XVI.
Barcelona está preparando la celebración - el 6 de noviembre
- del primer aniversario de la Dedicación de la Basílica de la Sagrada Familia, que
presidió el Santo Padre Benedicto XVI el 7 de noviembre de 2010. Y junto con esta
efeméride la misma Archidiócesis española celebrará el 50 aniversario de la ordenación
sacerdotal de su Arzobispo, Card. Lluis Martínez Sistach.
En este contexto
- se lee en la página web del Arzobispado de Barcelona - el Cardenal Martínez Sistach
«en sus bodas de oro sacerdotales, consciente de la realidad que afecta a miles de
jóvenes que se encuentran en situación de desempleo y con dificultades para la inserción
en el mundo laboral, pide a las personas que quieran hacer llegar un eventual obsequio
con motivo de esta celebración que destinen el importe al proyecto "Jóvenes en paro"
de la Cáritas Diocesana.
Recordando que el domingo día 6 de noviembre se celebrará
el primer aniversario de la dedicación de la basílica de la Sagrada Familia, que fue
presidida por el Santo Padre Benedicto XVI el 7 de noviembre de 2010, se pone de relieve
que esa misma anhelada dedicación coincidía con el 25 aniversario de la visita a Montserrat
y Barcelona del beato Juan Pablo II, el 7 de noviembre de 1982, en la visita apostólica
en la que también rezo el ángelus en la Sagrada Familia.
Por su parte, el Arzobispo
de Santiago de Compostela, escribió una Carta Pastoral en el aniversario de la peregrinación
de Benedicto XVI. Queridos diocesanos, escribe Mons. Julián Barrio Barrio - «el día
seis de noviembre conmemoraremos el aniversario de la peregrinación del Papa a la
Tumba del Apóstol Santiago. Fue un gran acontecimiento pastoral para nuestra comunidad
diocesana. Vino como peregrino de la fe y testigo de Cristo resucitado para confirmarnos
en la fe y dejarnos su testimonio y mensaje como referencia en nuestra peregrinación
cristiana. “Levantemos, nos dijo, una mirada esperanzadora hacia todo lo que Dios
nos ha prometido y nos ofrece, pidiendo que Él nos dé su fortaleza, que aliente esta
Archidiócesis compostelana, que vivifique la fe de sus hijos y los ayude a seguir
fieles a su vocación de sembrar y dar vigor al Evangelio, también en otras tierras».
«El Papa, en su misión como sucesor del Apóstol San Pedro, conforta constantemente
a los cristianos y a todos los hombres de buena voluntad con gestos y palabras de
extraordinaria solicitud, manifestándonos su preocupación pastoral», hace hincapié
Mons. Barrio Barrio, recordando luego las palabras con que Benedicto XVI advertía
que: «el auténtico problema en este momento actual de la historia es que Dios desaparece
del horizonte de los hombres y, con el apagarse de la luz que proviene de Dios, la
humanidad se ve afectada por la falta de orientación, cuyos efectos destructivos se
ponen cada vez más de manifiesto. Conducir a los hombres hacia Dios, hacia el Dios
que habla en la Biblia: Ésta es la prioridad suprema y fundamental de la Iglesia y
del Sucesor de Pedro en este tiempo»
«Entonces le acogimos con nuestras manifestaciones
de afecto filial. Ahora, queremos reiterarle nuestro agradecimiento», destaca el Arzobispo
de Santiago de Compostela. Y anuncia que entre los diferentes actos programados para
recordar este acontecimiento, tendrán la celebración de la Eucaristía el domingo,
día 6 de noviembre a las seis de la tarde, en la Catedral.