2011-10-22 14:48:55

Benedicto XVI destaca la labor de los capellanes militares, colaboradores de los actuales ejércitos comprometidos con la paz


Sábado, 22 oct (RV).- A mediodía, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico del Vaticano, Benedicto XVI celebró un encuentro con los 80 participantes en el VI Congreso Internacional de los Ordinarios Militares. Con alegría el Papa les dio la bienvenida destacando que además de este Congreso se han reunido con ocasión del tercer Curso Internacional de formación de los Capellanes militares para el derecho humanitario, promovidos conjuntamente por la Congregación para los Obispos y por el Consejo pontificio de la Justicia y de la Paz. Y refiriéndose a la tarea que realizan les dijo:

RealAudioMP3 Pienso, en particular, en el ejercicio de la caridad en el soldado que socorre a las víctimas de los terremotos y de los aluviones, así como a los prófugos, poniendo a disposición de los más débiles su propia audacia y su propia competencia. Pienso en el ejercicio de la caridad en el soldado comprometido ocupado en desactivar minas, con riesgo y peligro personal, en las zonas que han sido teatro de guerra, así como también en el que, en el ámbito de las misiones de paz, patrulla ciudades y territorios a fin de que los hermanos no se maten entre sí. Hay tantos hombres y mujeres en uniforme llenos de fe en Jesús, que aman la verdad, que quieren promover la paz y se empeñan como verdaderos discípulos de Cristo para servir su propia nación favoreciendo la promoción de los fundamentales derechos humanos de los pueblos.

Refiriéndose al contexto en que se coloca la relación entre el derecho humanitario y los Capellanes Militares, Su Santidad destacó que “una eficaz colaboración entre organizaciones humanitarias y responsables religiosos desarrolla fecundas energías tendentes a aliviar las asperezas de los conflictos”. Y añadió:

RealAudioMP3 Está a la vista de todos que en las devastadoras laceraciones producidas por las guerras, la dignidad humana con frecuencia es ultrajada y la paz asolada. Sin embargo, la sola dinámica del derecho no es suficiente para restablecer el equilibrio perdido; es necesario recorrer el camino de la reconciliación y del perdón. Así ha escrito el Beato Juan Pablo II en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2002, que siguió a los trágicos atentados del 11 de septiembre de 2001: “La verdadera paz, pues, es fruto de la justicia, virtud moral y garantía legal que vela sobre el pleno respeto de derechos y deberes, y sobre la distribución ecuánime de beneficios y cargas. Pero, puesto que la justicia humana es siempre frágil e imperfecta, expuesta a las limitaciones y a los egoísmos personales y de grupo, debe ejercerse y en cierto modo completarse con el perdón, que cura las heridas y restablece en profundidad las relaciones humanas truncadas (n. 3).

Texto completo del Discurso del Santo Padre a los participantes en el Congreso Internacional de los Ordinarios Militares:


Señores Cardenales; venerados Hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio; queridos amigos:

Me alegra acogeros con ocasión del sexto Congreso Internacional de los Ordinarios Militares y del tercer Curso Internacional de formación de los Capellanes militares para el derecho humanitario, promovidos conjuntamente por la Congregación para los Obispos y por el Consejo pontificio de la Justicia y de la Paz. Al dirigir a todos mi cordial saludo, agradezco al Cardenal Marc Ouellet las amables palabras que me ha dirigido también en vuestro nombre.

Vuestras iniciativas adquieren una importancia particular, puesto que se colocan –como ha sido dicho– en el contexto del 25° aniversario de la Constitución Apostólica Spirituali militum curae, promulgada por el beato Juan Pablo II, de quien precisamente hoy celebramos su memoria litúrgica. Mediante esta disposición legislativa, se ha querido dar a los Ordinariatos Militares la posibilidad de promover una acción pastoral cada vez más apta y mejor organizada para una parte importante del Pueblo de Dios, es decir los militares y sus familias, con sus instituciones como los cuarteles, las escuelas militares y los hospitales. A 25 años de aquel Documento, es necesario evidenciar que los Ordinariatos Militares han demostrado en general que han adquirido un estilo cada vez más evangélico, adecuando las estructuras pastorales a las urgentes exigencias de la nueva evangelización.

En estas jornadas de estudio, os proponéis volver a recorrer idealmente el camino histórico y jurídico de los Ordinariatos Militares, su misión eclesial tal como la delinea la Spirituali militum curae, individuando las trayectorias comunes de la pastoral a favor de los militares y profundizando los problemas más actuales. Al expresar mi cordial aliciente, deseo llamar a vuestra atención la exigencia de garantizar a los hombres y a las mujeres de las Fuerzas Armadas una asistencia espiritual que responda a todas las exigencias de una vida cristiana coherente y misionera. Se trata de formar a cristianos que tengan una fe profunda, que vivan una convencida práctica religiosa y que sean auténticos testigos de Cristo en su ambiente. Para alcanzar esta finalidad, es necesario que los Obispos y los Capellanes militares se sientan responsables del anuncio del Evangelio y de la administración de los Sacramentos en cualquier lugar en que estén presentes los militares y sus familias.

Si el desafío de los Ordinariatos Militares es el de evangelizar el mundo castrense, haciendo posible el encuentro con Jesucristo y la santidad de vida a la que todos los hombres están llamados, es evidente que los sacerdotes empeñados en este ministerio, deberán tener una sólida formación humana y espiritual, una constante atención por su propia vida interior y, al mismo tiempo, estar disponibles para la escucha y el diálogo, para poder comprender las dificultades personales y ambientales de las personas que les han sido encomendadas. En efecto, éstas tienen necesidad de un apoyo continuo en su itinerario de fe, puesto que la dimensión religiosa reviste un significado especial también en la vida de un militar. La razón por la que existen los Ordinariatos Militares, es decir la asistencia espiritual a los fieles en las Fuerzas Armadas y de Policía, hace referencia a la solicitud con la cual la Iglesia ha querido ofrecer a los fieles militares y a sus familias todos los medios salvíficos para facilitarles no sólo la atención pastoral ordinaria, sino también la ayuda específica de la que ellos tienen necesidad para desarrollar su misión con el estilo de la caridad cristiana. En efecto, la vida militar de un cristiano, debe ponerse en relación con el primero y más grande de los mandamientos, el del amor a Dios y el prójimo, porque el militar cristiano está llamado a realizar una síntesis mediante la cual sea posible ser también militares por amor, cumpliendo el ministerium pacis inter arma.

Pienso, en particular, en el ejercicio de la caridad en el soldado que socorre a las víctimas de los terremotos y de los aluviones, así como a los prófugos, poniendo a disposición de los más débiles su propia audacia y su propia competencia. Pienso en el ejercicio de la caridad en el soldado comprometido ocupado en desactivar minas, con riesgo y peligro personal, en las zonas que han sido teatro de guerra, así como también en el que, en el ámbito de las misiones de paz, patrulla ciudades y territorios a fin de que los hermanos no se maten entre sí. Hay tantos hombres y mujeres en uniforme llenos de fe en Jesús, que aman la verdad, que quieren promover la paz y se empeñan como verdaderos discípulos de Cristo para servir su propia nación favoreciendo la promoción de los fundamentales derechos humanos de los pueblos.

En este contexto se coloca la relación entre el derecho humanitario y los Capellanes Militares, puesto que una eficaz colaboración entre organizaciones humanitarias y responsables religiosos desarrolla fecundas energías tendentes a aliviar las asperezas de los conflictos. Está a la vista de todos que en las devastadoras laceraciones producidas por las guerras, la dignidad humana con frecuencia es ultrajada y la paz asolada. Sin embargo, la sola dinámica del derecho no es suficiente para restablecer el equilibrio perdido; es necesario recorrer el camino de la reconciliación y del perdón. Así ha escrito el Beato Juan Pablo II en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2002, que siguió a los trágicos atentados del 11 de septiembre de 2001: “La verdadera paz, pues, es fruto de la justicia, virtud moral y garantía legal que vela sobre el pleno respeto de derechos y deberes, y sobre la distribución ecuánime de beneficios y cargas. Pero, puesto que la justicia humana es siempre frágil e imperfecta, expuesta a las limitaciones y a los egoísmos personales y de grupo, debe ejercerse y en cierto modo completarse con el perdón, que cura las heridas y restablece en profundidad las relaciones humanas truncadas (n. 3).

Queridos amigos, también a la luz de estas consideraciones, las motivaciones pastorales que están en la base de la identidad del Ordinariato Militar son de gran actualidad. La obra de evangelización en el mundo militar requiere una creciente asunción de responsabilidad, a fin de que también en este ámbito, haya un anuncio siempre nuevo, convencido y alegre de Jesucristo, única esperanza de vida y de paz para la humanidad. En efecto Él ha dicho: “Separados de mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5). Que vuestra misión particular y vuestro ministerio acérrimo y el de vuestros colaboradores, presbíteros y diáconos, favorezcan una renovación general de los corazones, presupuesto de esa paz universal, a la que todo el mundo aspira. Con estos sentimientos, os aseguro mi oración y os acompaño con mi bendición que imparto de corazón a todos vosotros y a cuantos están encomendados a vuestras atenciones pastorales. (Traducción de María Fernanda Bernasconi – RV).







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