El Papa resalta la necesidad de consenso sobre los valores éticos fundamentales para
la supervivencia de la sociedad
RV - La intensa mañana del Papa empezó con un encuentro con las comunidades musulmanas
presentes en Alemania, en la capital, Berlín, donde se encuentra la mezquita más antigua
del territorio, que cuenta con el mayor número de esta comunidad en el territorio
nacional.
A los representantes de las comunidades musulmanas el Santo Padre
les recordó la celebración de una Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz
y la justicia del mundo, que se llevará a cabo el próximo 27 de octubre, a 25 años
del histórico encuentro de Asís, guiado por el Beato Juan Pablo II.
Crónica
del encuentro de Raúl Cabrera
DISCURSO
COMPLETO Queridos amigos musulmanes: Me es grato saludarlos
aquí hoy. Representantes de diversas comunidades musulmanas presentes en Alemania.
Agradezco de corazón al profesor Mouhanad Khorchide por sus amables palabras, que
me han mostrado cómo ha crecido el clima de respeto y confianza entre la Iglesia católica
y las comunidades musulmanas en Alemania. Berlín es un lugar propicio para
un encuentro como éste, no sólo porque aquí se encuentra la mezquita más antigua del
territorio alemán, sino también porque en Berlín vive el número más grande de musulmanes
respecto a todas las demás ciudades en Alemania. A partir de los años 70,
la presencia de numerosas familias musulmanas ha llegado a ser cada vez más un rasgo
distintivo de este País. Sin embargo, es necesario esforzarse constantemente para
un mejor y reciproco conocimiento y comprensión. Esto no es sólo esencial para una
convivencia pacifica, sino también para la contribución que cada uno es capaz de ofrecer
a la construcción del bien común dentro de la misma sociedad. Muchos musulmanes
atribuyen gran importancia a la dimensión religiosa. Esto, en ocasiones, se interpreta
como una provocación en una sociedad que tiende a marginar este aspecto o a admitirlo,
como mucho, en la esfera de las opciones individuales de cada uno. La Iglesia
católica está firmemente comprometida para que se otorgue el justo reconocimiento
a la dimensión pública de la afiliación religiosa. Se trata de una exigencia de no
poco relieve en el contexto de una sociedad mayoritariamente pluralista. Sin embargo,
es necesario estar atentos para que el respeto hacia el otro se mantenga siempre.
El respeto reciproco crece solamente sobre la base de un entendimiento sobre ciertos
valores inalienables, propios de la naturaleza humana, sobre todo la inviolable dignidad
de toda persona. Este entendimiento no limita la expresión de cada una de las religiones;
al contrario, permite a cada uno dar testimonio de forma propositiva de aquello en
lo que cree, sin sustraerse al debate con el otro. En Alemania, como en
muchos otros países, no sólo occidentales, dicho marco de referencia común está representado
por la Constitución, cuyo contenido jurídico es vinculante para todo ciudadano, pertenezca
o no a una confesión religiosa. Naturalmente, el debate sobre una mejor
formulación de los principios, como la libertad de culto público, es amplio y siempre
abierto; con todo, es significativo el hecho que la Ley Fundamental los formule de
modo todavía hoy válido, a más de 60 años de distancia (cf. Art. 4, 2). En ella, se
pone de manifiesto, ante todo, ese ethos común que fundamenta la convivencia civil
y que, de alguna manera, marca también las reglas aparentemente sólo formales del
funcionamiento de los órganos institucionales y de la vida democrática. Podríamos
preguntarnos cómo puede un texto, elaborado en una época histórica radicalmente distinta,
en una situación cultural casi uniformemente cristiana, ser adecuado a la Alemania
de hoy, que vive en el contexto de un mundo globalizado, y marcada por un notable
pluralismo en materia de convicciones religiosas. La razón de esto, me parece,
se encuentra en el hecho que los padres de la Ley Fundamental eran plenamente conscientes
de deber buscar en aquel momento importante un terreno sólido, en el cual todos los
ciudadanos pudiesen reconocerse. Al llevar a cabo esto, no prescindían de su afiliación
religiosa; es más, para muchos de ellos la visión cristiana del hombre era la verdadera
fuerza inspiradora. Sin embargo, sabiendo que debían confrontarse con personas de
una base confesional diversa, o incluso no religiosa, el terreno común se halló en
el reconocimiento de algunos derechos inalienables, propios de la naturaleza humana
y que preceden a cualquier formulación positiva. De este modo, una sociedad
sustancialmente homogénea asentó el fundamento que hoy reconocemos válido para un
mundo marcado por el pluralismo. Fundamento que, en realidad, indica también los evidentes
límites de este pluralismo: no es pensable, en efecto, que una sociedad pueda sostenerse
a largo plazo sin un consenso sobre los valores éticos fundamentales. Queridos
amigos, sobre la base de lo que he señalado aquí, pienso que es posible una colaboración
fecunda entre cristianos y musulmanes. Y, de este modo, contribuiremos a la construcción
de una sociedad que, bajo muchos aspectos, será diversa de aquello que nos ha acompañado
desde el pasado. En cuanto hombres religiosos, a partir de las respectivas convicciones,
podemos dar un testimonio importante en muchos sectores cruciales de la vida social.
Pienso, por ejemplo, en la tutela de la familia fundada sobre el matrimonio, en el
respeto de la vida en cada fase de su desarrollo natural o en la promoción de una
justicia social más amplia. También por este motivo, considero importante
celebrar una Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia del
mundo; y llevaremos a cabo esta iniciativa el próximo 27 de octubre, a los 25 años
del histórico encuentro de Asís, guiado por mi Predecesor, el Beato Juan Pablo II.
Con dicha reunión, mostraremos con sencillez que, como hombres religiosos, ofrecemos
nuestra contribución específica para la construcción de un mundo mejor, reconociendo
al mismo tiempo que, para la eficacia de nuestras actividades, es necesario crecer
en el diálogo y en la estima recíproca. Con estos sentimientos, renuevo
mi cordial saludo y les doy las gracias por este encuentro, que enriquece mi estancia
en mi patria. Gracias por vuestra atención.