Aunque viven en el
país con mayores logros en educación en los últimos años, los jóvenes brasileños aún
afrontan problemas estructurales de violencia y desigualdad social.
Un informe
de la agencia de la Onu para el desarrollo, en está inmensa nación, el 19 por ciento
de los jóvenes están excluidos y el 29 por ciento pertenecen a una sector conocido
como de “inclusión desfavorable” debido a los empleos precarios y a las pocas oportunidades
de participación. En esto de la inclusión desfavorable campean Argentina y Uruguay.
Estadísticamente, Brasil está ubicado en el puesto 75 en el Índice de Desarrollo
Humano divulgado este año Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, por encima
de Paraguay, sí, pero debajo de Argentina y Uruguay, al comparar los miembros Mercado
Común del Sur, que tiene también a Venezuela en proceso de integración plena.
La
Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) detalló que, según números
recogidos en 2007, la pobreza alcanzaba entonces a 30 por ciento de los 180 millones
de brasileños, a 18,1 por ciento de los 3,2 millones de uruguayos, a 21 por ciento
de los 37 millones de argentinos y a 60,5 por ciento de los seis millones de paraguayos.
A pesar de ese contexto, Brasil es el único de los cuatro países del Mercosur que
ha logrado una mejoría sustancial en el mediano plano, con una reducción de más de
un tercio de la incidencia de la pobreza estructural.
La investigación titulada
"Innovar para incluir: jóvenes y desarrollo humano", agrega que ese desempeño está
asociado al "fuerte incremento en el nivel educativo" registrado en los últimos años.
Una realidad que se explica por el acceso, a través de la educación, a una "mejor
calidad de empleo o de manera menos precaria". La socióloga Regina Novaes, del Instituto
Brasileño de Estudios Sociales, quien participó en la elaboración del informe explicó,
en una entrevista, que los datos reflejan un hecho novedoso en Brasil, que es el de
la implementación de políticas públicas dirigidas especialmente a las necesidades
de los jóvenes.
En ese contexto figuran las acciones vinculadas a mejorar el
acceso a la enseñanza primaria y media y, por extensión, al mercado de trabajo para
unos 500.000 jóvenes de 18 a 29 años. También hubo políticas para elevar el nivel
de las condiciones de salud, educación y capacitación profesional para quienes viven
en áreas violentas. No obstante, también hay un dato alarmante, las muertes por homicidios
entre jóvenes brasileños es el doble que en el resto de la población.
Brasil
todavía tiene carencias importantes en una mayor cobertura de la educación primaria,
en la disminución del analfabetismo y en la calidad del ciclo secundario. Por ello,
una de las prioridades para los jóvenes brasileños es el acceso a una educación pública
de calidad, es decir, por un lado los jóvenes necesitan de la escuela, pero por el
otro muchos terminan dejándola. Sólo 40 por ciento de los niños y niñas que comenzaron
la escuela continuaron allí hasta la educación secundaria.
Pero también a
violencia y los altos niveles de desigualdad siguen siendo un problema pendiente para
los jóvenes Las escasas posibilidades de participación en el sistema político y la
discriminación de género también causan preocupación. Los jóvenes negros, mulatos
y en especial los indígenas constituyen grupos más expuestos a la pobreza. Y pese
a las mejoras, persisten las desigualdades por regiones. El norte deprimido el sur
floreciente. La persistencia del racismo, ya sea de forma "velada" o abierta, destaca
también entre los jóvenes brasileños. También se menciona la necesidad de un mejor
sistema de transporte para que la juventud acceda a áreas hoy excluidas de centros
culturales, de esparcimiento y de integración social.