2011-07-10 16:52:15

San Benito impulsó el consorcio de los pueblos europeos y la ordenación de la Europa cristiana


Domingo, 10 jul (RV).- Benedicto XVI, en el Ángelus de este domingo, recordó la festividad de mañana, San Benito abad y Patrono de Europa, del que siempre debemos aprender a dar a Dios el lugar prioritario que le corresponde. El 11 de julio se celebra la festividad de san Benito de Nursia a quien Pablo VI proclamó Patrón de Europa en 1964 con la carta apostólica “Pacis nuntius”. En ella el Pontífice subraya el impulso que san Benito dio al consorcio de los pueblos europeos, a la ordenación de la Europa cristiana y a su unidad espiritual.

En efecto, el año 480 nace Benito de Nursia, el padre del monacato occidental, que marcará el camino para la evangelización de la multitud de pueblos que se extienden por Europa. De hecho los monasterios benedictinos configuraron la unidad del continente, desde las costas mediterráneas a la península escandinava, desde Irlanda hasta Polonia. Pablo VI decía que los hijos de San Benito “llevaron con la cruz, el libro y el arado, la civilización cristiana”. En la Edad Media la fe y la razón no se separaron, la oración y el trabajo encontraron su perfecta armonía. El lema de la orden benedictina ora et labora señala que el amor a Dios no puede separarse del amor a los hombres, porque una fe que se encerrara en sí misma no sería comprensible desde el punto de vista cristiano.

Los benedictinos eran hombres de oración, pero también de libro y arado, y fundamental en este esquema fue la distribución. De hecho San Benito enseñó a los monjes a construir relojes para contar las horas, ya que la regla del santo concretaba una serie de horas con las obligaciones, comidas, oraciones y ceremonias a efectuar en cada una de ellas. Una curiosidad es que la hora sexta, dedicada en la regla benedictina al descanso, ha inmortalizado la SIESTA, trascendiendo al mundo asceta y monacal.

Antes que Patrono, san Benito había sido declarado por Pío XII padre de Europa, en reconocimiento a la decisiva contribución de su institución monástica a la creación del espacio espiritual y cultural europeo. En realidad, los monjes benedictinos fueron los primeros que tuvieron conciencia de la nueva realidad postromana, los que sirvieron de puente entre el mundo antiguo y el medioevo, cuando rescataron, cultivaron y transmitieron casi todo el patrimonio grecorromano, sobre todo el pensamiento y el Derecho, dándole además su última y más completa dimensión al injertarlo, como ya habían hecho Pablo y los Padres de la Iglesia, en la matriz evangélica, teológica y espiritual del cristianismo.








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