Roma, sede del XXIII Congreso Mundial del Apostolado del Mar, del 19 al 23 de noviembre
de 2012
Domingo, 10 jul (RV).- Noventa años después de las primeras constituciones y el reglamento
del Apostolado del Mar, el presidente del Consejo Pontificio para la pastoral de los
emigrantes e itinerantes ha anunciado “la convocatoria, en Roma, del XXIII Congreso
Mundial del Apostolado del Mar, que tendrá lugar del 19 al 23 de noviembre del próximo
año 2012, para reflexionar y compartir los desafíos que nacen de los continuos cambios
en el mundo marítimo”.
El anuncio de Mons. Antonio María Veglió se inscribe
en su mensaje para el Domingo del Mar, que se celebra hoy, y en el que se realiza
un llamamiento a todos los gobiernos del mundo para que adopten cuanto antes el Convenio
de la Organización Internacional del Trabajo sobre el trabajo marítimo de 2006 y favorezcan
su entrada en vigor. El mensaje firmado por Mons. Veglió señala que “el Apostolado
del Mar es consciente de las numerosas situaciones inhumanas que aún persisten en
el mundo marítimo y se pone al lado de la gente del mar para insistir en que sus derechos
humanos y laborales deben ser respetados”.
Recordando la reciente declaración
del dicasterio sobre la piratería, en el mensaje se subraya “la importancia de que
la industria marítima trabaje estrechamente con gobiernos, organizaciones internacionales
y agencias de bienestar para poner en marcha medidas preventivas que garanticen la
seguridad de los marinos”.
En su mensaje para el Domingo del Mar de este año
el dicasterio dirige un mensaje de esperanza al casi millón y medio de marinos de
más de 100 nacionalidades que cotidianamente responden a las exigencias de la economía
global transportando el 90% del comercio mundial. Asimismo Mons. Antonio Maria Veglió
manifiesta que la Iglesia valora el trabajo de los marinos, “conoce sus inquietudes
y preocupaciones, apoya sus derechos, y consuela sus soledades y sus anhelos”.
Por
último se denuncia la criminalización de las tripulaciones a causa de los accidentes
marítimos en los últimos años, el abandono en puertos extranjeros sin comida ni dinero,
las nuevas restricciones para bajar a tierra, la falta de seguridad y protección,
y los largos embarques que “han añadido más estrés y ansiedad no sólo a la vida de
estos trabajadores, sino también a la de sus familias”.