Mons. Veglió denuncia la actitud hostil de la opinión pública frente a los refugiados
Lunes, 20 jun (RV).- El presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los
Emigrantes e Itinerantes subrayó en el 60 aniversario de la fundación del Alto Comisariado
de la ONU para los refugiados y de la adopción de la Convención de Ginebra sobre los
refugiados que la misma existencia de ACNUR, que fue creado originariamente con un
mandato trienal, indica que la situación de los refugiados sigue sin resolverse. Mons.
Antonio Maria Veglió denunció también “la actitud de hostilidad de la opinión pública,
de la que emerge que el problema que hay que resolver son los mismos refugiados y
no las causas que les obligan a huir”. En este contexto Mons, Veglió se refirió concretamente
a la situación en el Mediterráneo.
El presidente del Pontificio Consejo para
la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes denunció sobre todo las situaciones humanitarias
especiales, subestimadas por la comunidad internacional, que preocupan a su dicasterio
en este momento.
ENTREVISTA COMPLETA 1)
La jornada mundial del refugiado de este año coincide con el 60 aniversario de la
fundación del Alto Comisionado de la ONU para los refugiados y de la adopción de la
Convención de Ginebra sobre los refugiados. ¿Cuánto se ha realizado y cuánto queda
por hacer en este sector de compromiso humanitario?
A lo largo
de sus sesenta años de vida, el ACNUR ha ayudado a millones de refugiados. Esta organización,
entre otras cosas, ha desarrollado soluciones dirigidas a conseguir para los refugiados
la ciudadanía del país de reasentamiento o la oportunidad de reubicarse en otros países.
La mayoría de los refugiados son ayudados por el ACNUR para que puedan regresar a
sus países de origen e iniciar una nueva vida. Sin embargo, la misma existencia de
esta organización internacional indica que la situación de los refugiados sigue sin
resolverse. Originalmente, el ACNUR fue creado con un mandato trienal. Sin embargo,
eso se fue renovando y, desde hace unos años, se ha convertido en una organización
permanente. Por desgracia, los problemas que afronta están en continua evolución y
los retos de su mandato son cada vez más amplios. El ACNUR nació para hacer frente
a los diecinueve millones de desplazados europeos antes de 1951, como resultado de
la Guerra Mundial. Su mandato se extendió más tarde a los refugiados húngaros durante
la revolución de 1956. En los años siguientes, situaciones diversas en Argelia, Camboya
y el Tíbet han requerido su intervención en otros continentes. Poco a poco estas situaciones
han llevado al ACNUR a preocuparse por los refugiados de todo el mundo. Por ello,
la Asamblea General de las Naciones Unidas ha ampliado su campo de acción a grupos
de personas sin protección, como los apátridas y los desplazados internos por conflictos
militares o por violaciones de los derechos humanos. Por desgracia, encontramos a
la puerta otros nuevos desafíos. Por ejemplo: ¿quién se hará responsable de las personas
que deben abandonar su país por razones climáticas? Otro reto a afrontar lo representa
la actitud de hostilidad de la opinión política, de la que emerge que el problema
a resolver son los propios refugiados y no las causas que les lleva a huir.
2) ¿Cómo se expresa en el momento presente el compromiso de la Iglesia universal
con respecto a los refugiados, a los solicitantes de asilo y a los refugiados?
La Iglesia
está presente de diversos modos entre los refugiados y las personas desplazadas. Esto
depende en gran medida del tipo de implicación de las Conferencias Episcopales o del
obispo local. Por ejemplo, hay sacerdotes y religiosos que están en contacto directo
con la gente en los campos de refugiados y, a veces, el obispo atiende el campo como
una verdadera parroquia. Además, diferentes congregaciones religiosas se dedican directamente,
mientras que otras colaboran con el Servicio Jesuita para los Refugiados (Jesuit Refugee
Service). Este servicio fue creado por el Padre Arrupe, prepósito general de los jesuitas,
para responder a los “boat people” de Vietnam, es decir, aquellos refugiados que escapaban
por mar de la guerra de Vietnam. Un rol especial se le reconoce a la Comisión Católica
Internacional para las Migraciones (ICMC - International Catholic Migration Commission)
que está especializada en el reasentamiento de refugiados en terceros países. Hasta
la fecha, más de un millón de personas han sido reubicadas. También desarrolla diversos
proyectos socio-económicos, como por ejemplo el micro-crédito. También está presente
Caritas, tanto a nivel diocesano como a nivel nacional, para ofrecer diferentes tipos
de asistencia: desde las ayudas para hacer frente a situaciones de emergencia, a la
implicación directa en la gestión de los campamentos de refugiados. Atiende a los
refugiados traumatizados e interviene en la reintegración de los niños soldados. Uno
de los nuevos desafíos será la presencia de “refugiados urbanos”. Éste es un nuevo
fenómeno que está emergiendo. De hecho, un número creciente de refugiados, en este
momento cerca de la mitad, se traslada a la ciudad. El problema es, por lo tanto,
el de localizarlos en las ciudades donde se vuelven invisibles y se mezclan entre
la gente, sobre todo en los barrios pobres.
3) ¿Existen situaciones humanitarias
especiales, tal vez subestimadas por la comunidad internacional, que preocupan a su
Dicasterio en este momento?
El Dicasterio
sigue con gran preocupación a todas las personas refugiadas y desplazadas. En particular,
se pone al día sobre las situaciones de emergencia, estudia las políticas, desarrolla
una pastoral dirigida a las diferentes necesidades. Una de sus preocupaciones se refiere
a los niños que se encuentran en los campamentos de refugiados, muchos de los cuales
no conocen otra realidad, porque han nacido y se han criado allí. Esto ocurre por
ejemplo en los campos de refugiados en Tailandia, donde, desde hace veinte años, viven
ciento cincuenta mil personas en estas condiciones. Otro ejemplo se encuentra en el
este de la República Democrática del Congo, donde hay más de un millón setecientas
mil personas desplazadas por la guerra. En los últimos doce años, debido a la continua
violencia militar, cinco millones y medio de personas han muerto y muchas mujeres
han sido violadas. También es preocupante la situación en Sudán con el conflicto en
curso en Abjei, donde los aviones siguen bombardeando. En Darfur, cientos de miles
de personas aún viven en campamentos de refugiados y no está claro el destino de muchos
del norte que ahora se encuentran en el sur y viceversa. ¿Adoptarán la nacionalidad
de la nueva nación? ¿Tendrán el derecho a seguir siendo ciudadanos de Sudán? Además,
el sur de Sudán tendrá que enfrentarse al regreso de un gran número de personas del
norte del país. El proceso de su integración será un gran desafío.
4) Ya
desde el inicio del año, e incluso en estas semanas, en el Mediterráneo se suceden
naufragios de embarcaciones improvisadas que causan decenas de muertos y desaparecidos.
Con frecuencia se trata de prófugos provenientes del norte de África, a menudo huyendo
del conflicto libio. La sensación es que Europa no ha encontrado una estrategia común
para hacer frente a esta dramática situación. ¿Qué piensa?
Un importante
desafío se presenta en el norte de África, especialmente en Túnez, en Egipto y en
Libia. Pero intentemos analizar este problema en sus verdaderas proporciones. Túnez
ha acogido medio millón de personas, de las que doscientos noventa mil son libias.
Egipto ha acogido trescientos cuarenta mil, de las que cinto sesenta y un mil provienen
de Libia. Más de un millón de personas ha abandonado el país. En Italia han llegado
quince mil libios solicitantes de asilo, lo que no debería ser un problema. Otros
países industrializados han hecho frente a situaciones similares y diferentes “países
en desarrollo” están recibiendo un gran número de refugiados. Liberia, por ejemplo,
ha acogido cerca de doscientos mil marfileños. Algunas naciones del norte de Europa
afirman que los refugiados deberían permanecer en la región del norte de África. Esto
es exactamente lo que está sucediendo respecto a los libios que llegan a Italia y
a otros países europeos. Es una tragedia que estas personas deban escapar a bordo
de pateras que con frecuencia se hunden y les hace perder la vida. Hoy en día, con
la disponibilidad de sofisticados medios electrónicos y con la ayuda de Frontex, la
“Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores
de los Estados miembros de la Unión Europea”, la Unión Europea debería ser capaz de
controlar dichas embarcaciones y alcanzarlas para prestarles ayuda, incluso antes
de que se encuentran en dificultad rozando la tragedia del naufragio. El cierre de
fronteras no es la respuesta. Los países deben garantizar los derechos de los refugiados
y actuar de acuerdo con la Convención de [mil novecientos cincuenta y uno] 1951, que
prevé asistir a quienes lo necesitan, acogerlos, y tratarlos como a sus propios ciudadanos.