60 años de protección a los refugiados: “Mucho hecho, pero aún mucho por mejorar”
Lunes, 20 jun (RV).- Con el lema “Ni una emergencia sin respuesta” hoy se celebra
el “Día Mundial del Refugiado” que el mismo Papa Benedicto XVI recordó en el Ángelus
de este domingo junto al sexagésimo aniversario de la adopción de la Convención internacional
que tutela a cuantos son perseguidos y obligados a escapar de sus países. En este
contexto, el Pontífice invitó a las Autoridades civiles y a toda persona de buena
voluntad a garantizar acogida y condiciones de vida dignas a los refugiados, en espera
que puedan retornar a su patria libremente y en seguridad. Para la ocasión tenemos
con nosotros a Amaya Valcárcel, coordinadora de Advocacy-Oficina Internacional del
Servicio Jesuita a Refugiados, quien ha comentado a Claudia Alberto este evento, particularmente
el concepto de Refugiados.
También
tenemos con nosotros al Presidente de la Asociación Centro Astalli, del Servicio Jesuita
para los refugiados en Italia, el p. Giovanni La Manna, quien se refiere particularmente
al tema de la emergencia.
Asimismo el
p. Giovanni La Manna recalcó la importancia de hacer la diferencia entre inmigrante
y refugiado.
COMUNICADO
DEL SERVICIO JESUITA A REFUGIADOS EN EL DÍA MUNDIAL DEL REFUGIADO La Convención
de Ginebra de 1951, 60 años de protección a los refugiados Mucho hecho, pero
aún mucho por mejorar En respuesta a los horrores de la Segunda Guerra
Mundial, hace 60 años la familia de las Naciones Unida dio los primeros pasos concretos
hacia la construcción de un sistema global de protección de los refugiados.
“La
convención de la ONU de 1951 para los refugiados es la piedra angular de la protección
internacional. La seguridad ofrecida a millones de hombres, mujeres y niños, y la
oportunidad de reconstruir sus vidas dignamente es un claro testimonio de su importancia”,
dijo el director del JRS Internacional, Peter Balleis SJ.
Más significativo
ha sido el establecimiento de una definición de refugiado centrada en el temor de
una persona a ser perseguida como causa de su huída, más que enfocarlo en una situación
en particular. Igualmente importante fue la introducción de una obligación universal
de ofrecer limitadas pero importantes formas de asistencia a los refugiados, incluyendo,
de forma más destacada, que nunca se devolviera a los refugiados a los lugares donde
pudieran estar en peligro de persecución.
Sin embargo, son demasiados los gobiernos
que siguen ignorando los principios clave de la convención, vistos como políticamente
inconvenientes o como una carga económica. Los refugiados son a menudo confinados
en campamentos remotos o injustamente detenidos violando su derecho a la libertad
de movimiento. Así mismo, se les niega injustamente la documentación, el derecho a
trabajar y el acceso a servicios esenciales. Los estados les limitan cada vez más
el acceso a sus territorios y no brindan a los solicitantes de asilo la posibilidad
de acceder a unos procedimientos justos para acceder al estatuto de refugiado.
“Si
la convención se aplicara plenamente, tanto en la letra como en el espíritu, las vidas
de muchos refugiados que han huido de Libia cruzando el Mediterráneo, de somalíes
que han huido a Kenya e incontables más podrían ser protegidas e incluso salvadas.
La protección frente a las violaciones de los derechos humanos es un derecho de nacimiento
para todos nosotros”, continuó el P. Balleis.
Si bien el alcance de la definición
de la convención no llega a la más amplia que utiliza el JRS, que incluye a los inmigrantes
forzosos desplazados por conflictos generalizados, injusticias económicas y desastres
medioambientales, su interpretación no obstante ha evolucionado con el tiempo. En
los años recientes, la convención ha demostrado ser sensible a las necesidades emergentes
ampliando la definición de refugiado para incluir a las víctimas de la violencia sexual,
y a las de la persecución por parte de actores no estatales, tales como grupos rebeldes
y milicias.
“En lugares como la República Democrática del Congo, donde las
violaciones van en alza, miles de mujeres se han visto obligadas a desplazarse. El
reconocimiento de la violencia sexual como una forma de persecución no sólo les ha
permitido acceder a protección legal, sino que también ha impulsado a que algunas
organizaciones establezcan programas para responder a sus necesidades específicas”,
añadió el P. Balleis.
El próximo diciembre, la agencia de la ONU para los refugiados
(ACNUR) convocará un encuentro de gobiernos en el que pedirá a cada estado a que se
comprometa a adoptar una medida substancial para mejorar la protección de los refugiados.
El JRS apremia a los gobiernos a tomarse este reto en serio. Si bien hay mucho que
celebrar este año, aún queda mucho por mejorar.
El JRS trabaja en más de
50 países de todo el mundo. La organización cuenta con más de 1.200 trabajadores:
laicos, jesuitas y otros religiosos trabajan para responder, entre otras, a las necesidades
educativas, sanitarias y sociales de 500.000 refugiados y desplazados, de los que
más de la mitad son mujeres. Sus servicios se ofrecen a refugiados independientemente
de su raza, origen étnico o confesiones religiosas.