“Construir la ciudad terrenal en el respeto de los principios humanos y espirituales”:
invitación del Papa a las autoridades de San Marino
Domingo, 19 jun (RV).-
Discurso del Santo Padre a las autoridades de San
Marino
Texto integral
¡Serenísimos Capitanes Regentes, ilustres
Señores y Señoras!
Les agradezco con emoción el recibimiento; de manera particular
expreso mi reconocimiento a los Capitanes Regentes, también por las corteses palabras
que me han dirigido. Saludo a los Miembros del Gobierno y del Congreso, como también
al Cuerpo diplomático y todas las demás Autoridades aquí reunidas. Al dirigirme a
ustedes, abrazo idealmente al entero pueblo de San Marino. Desde su nacimiento, esta
Republica ha mantenido cordiales relaciones con la Sede Apostólica, y en los últimos
tiempos ellas se han ido intensificando y consolidando; mi presencia aquí, en el corazón
de esta antigua Republica, expresa y confirma esta amistad.
Hace mas de
diecisiete siglos, conquistados al Evangelio por las predicaciones del diacono Marino
y por su testimonio de santidad, un grupo de fieles se congregó en torno a él para
dar vida a una nueva comunidad. Recogiendo esta preciosa herencia, los Sanmarinenses
han permanecido siempre fieles a los valores de la fe cristiana, anclando solidamente
a ellos la propia convivencia pacifica, según criterios de democracia y de solidaridad.
A través de los siglos, sus padres, concientes de estas raíces cristianas, han sabido
fructificar el gran patrimonio moral y cultural que a su vez habían recibido, dando
vida a un pueblo laborioso y libre, que, si bien en lo exiguo del territorio, no
ha dejado de ofrecer a las confinantes poblaciones de la Península italiana y al mundo
entero una especifica contribución de civilización, caracterizada por la convivencia
pacifica y el mutuo respeto.
Dirigiéndome hoy a ustedes, me alegro por
el apego a este patrimonio de valores, y los exhorto a conservarlo y a valorizarlo,
porque él está a la base de su identidad mas profunda, una identidad que pide a las
gentes y a las instituciones sanmarinenses ser asumida en plenitud. Gracias a ella,
se puede construir una sociedad atenta al verdadero bien de la persona humana, a su
dignidad y libertad, y capaz de salvaguardar el derecho de todo pueblo a vivir en
paz. Son estos los cimientos de la sana laicidad, al interior de la cual deben actuar
las instituciones civiles, en su constante compromiso en defensa del bien común. La
Iglesia, respetuosa de la legítima autonomía de la que el poder civil debe gozar,
colabora con aquel, al servicio del hombre, en la defensa de sus derechos fundamentales,
de aquellas instancias éticas que están inscritas en su misma naturaleza. Por esto
la Iglesia se empeña para que las legislaciones civiles promuevan y tutelen siempre
la vida humana, desde la concepción hasta su fin natural. Además, pide para la familia
el debido reconocimiento y un apoyo efectivo. Sabemos bien, de hecho, como en el contexto
actual la institución familiar sea puesta en discusión, casi en el tentativo de desconocer
su irrenunciable valor. Sufren las consecuencias los grupos sociales mas débiles,
especialmente las jóvenes generaciones, mas vulnerables y por eso mas fácilmente expuestas
a la desorientación, a situaciones de auto-marginación y a la esclavitud de las dependencias.
Algunas veces las realidades educativas se afanan en dar a los jóvenes respuestas
adecuadas y, viniendo a menos el apoyo familiar, a menudo ellos se ven obstaculizados
a una normal inserción en el tejido social. También por esto es importante reconocer
que la familia, así como Dios la ha constituido, es el principal sujeto que puede
favorecer un crecimiento armonioso y hacer madurar personas libres y responsables,
formadas en valores profundos y perennes.
En el trance de dificultades económicas
- en el que se encuentra también la Comunidad Sanmarinense- en el contexto italiano
e internacional, la mía quiere ser una palabra de aliento. Sabemos que los años sucesivos
al segundo conflicto mundial han sido tiempo de estrechez económica, que ha obligado
a miles de sus conciudadanos a emigrar. Después ha venido un periodo de prosperidad,
sobre las huellas del desarrollo del comercio y del turismo, especialmente aquello
estival empujado por la cercanía de la riviera adriática.
En estas fases
de relativa abundancia a menudo se verifica una cierta perdida del sentido cristiano
de la vida y de los valores fundamentales. Sin embargo, la sociedad Sanmarinense manifiesta
aun una buena vitalidad y conserva sus mejores energías; lo prueban múltiples iniciativas
caritativas y de voluntariado a las que se dedican numerosos conciudadanos. Quisiera
también recordar a los numerosos misioneros sanmarinenses, laicos y religiosos, que
en los últimos decenios han dejado esta tierra para llevar el Evangelio de Cristo
a varias partes del mundo. Por tanto no faltan las fuerzas positivas que permitirán
a esta Comunidad enfrentar y superar la actual situación de dificultad. Con tal propósito,
auspicio que la cuestión de los trabajadores fronterizos, que ven en peligro la propia
ocupación, se pueda resolver teniendo en cuenta el derecho al trabajo y de la tutela
de las familias.
También en la República de San Marino, la situación actual
de crisis impulsa a volver a proyectar el camino y se vuelve ocasión de discernimiento
(cfr Enc caritas in veritate, 21); en efecto, pone a todo el tejido social ante la
impelente exigencia de afrontar los problemas con valentía y sentido de responsabilidad,
con generosidad y dedición, haciendo referencia a aquel amor hacia la libertad que
caracteriza a vuestro pueblo.
En este contexto, quisiera repetirles las palabras
que dirigió el Beato Juan XXIII a los Regentes de la República de San Marino, durante
una visita oficial que ellos realizaron a la Santa Sede:
«El amor a
la libertad – decía mi Predecesor – cuenta entre ustedes exquisitamente raíces cristianas
y sus padres, percibiendo su verdadero significado, les enseñaron a no separar nunca
su nombre del de Dios, que es su fundamento insustituible» (Discurso, Mensajes,
Coloquios del Santo Padre Juan XXIII, I, 341-343: AAS 60 (1959), 423-424).
Esta
advertencia conserva aún hoy su valor imperecedero: la libertad que las instituciones
están llamadas a promover y a defender en el ámbito social, manifiesta una más grande
y profunda, aquella libertad animada por el Espíritu de Dios, cuya presencia vivificante
en el corazón del hombre dona a la voluntad la capacidad de orientarse y de determinarse
por el bien. Como afirma el apóstol Pablo: ‘Pues es Dios quien obra en vosotros el
querer y el obrar, como bien le parece’ (Fil 2,13). Y san Agustín, comentando este
pasaje subraya: ‘Es cierto que somos nosotros los que queremos, cuando queremos; pero
el que hace que queramos el bien es Él’, es Dios, y añade: ‘Por el Señor serán dirigidos
los pasos del hombre y el hombre querrá seguir su camino’ (De gratia et libero arbitrio,
16, 32).
A ustedes,
por lo tanto, Señores y Señoras, les corresponde la tarea de construir la ciudad terrenal
en la debida autonomía y en el respeto de aquellos principios humanos y espirituales
a los que cada ciudadano está llamado a adherirse con toda la responsabilidad de su
propia conciencia personal; y, al mismo tiempo, el deber de seguir obrando activamente
para construir una comunidad fundada sobre valores compartidos.
Serenísimos
Capitanes Regentes e ilustres autoridades de la República de San Marino, expreso de
corazón el anhelo de que toda su Comunidad, aunada por los valores civiles y con sus
específicas peculiaridades culturales y religiosas, pueda escribir una nueva y noble
página de historia y sea cada vez más una tierra en la cual prosperen la solidaridad
y la paz. Con estos sentimientos encomiendo a este amado pueblo a la maternal intercesión
de la Virgen de las Gracias y de corazón invoco sobre todos y sobre cada uno la Bendición
Apostólica.
Traducción del italiano Cecilia de Malak y Raúl Cabrera