Recibidos por el Papa los superiores y alumnos de la Pontificia Academia Eclesiástica
viernes, 10 jun (RV). Esta mañana Benedicto 16 recibió a las doce del mediodía a
los superiores y alumnos de la Pontificia Academia eclesiástica.
La diplomacia
pontificia, como es llamada comúnmente, tiene una larga tradición y su actividad ha
contribuido sobremanera en plasmar la fisonomía de las relaciones diplomáticas entre
los Estados. Y la persona y la acción del diplomático de la Santa Sede, les dijo el
Papa, se presenta en primer lugar como un sacerdote, un obispo, un hombre que ha
escogido vivir al servicio de una Palabra que no es la suya, es un servidor de la
Palabra de Dios, y ha sido investido como todo sacerdote de una misión que no puede
desarrollada en tiempo parcial sino que solicita por toda la vida, una resonancia
del mensaje que se le confió, el del Evangelio.
Y es sobre la base de esta
identidad sacerdotal, afirmó el papa, que se introduce la tarea específica de llevar
la Palabra del Santo Padre, la del horizonte universal de su ministerio y su caridad
pastoral, y presentarlas a las iglesias particulares y las instituciones en donde
viene ejercitada legítimamente la soberanía en el ámbito estatal o de organizaciones
internacionales.
Y en el desarrollo de esta misión, agregó el Papa, el diplomático
de la Santa Sede está llamado a ofrecer sus dotes humanas y sobrenaturales. En el
ejercicio de un ministerio tan delicado, el cuidado de la propia vida espiritual,
la practica de las virtudes humanas y la formación de una cultura deben ir al mismo
paso y apoyarse recíprocamente. Estas dimensiones permiten mantener un profundo equilibrio
interior, en un trabajo que exige además la capacidad de apertura hacia el otro,
la ecuanimidad de un juicio, la distancia crítica de opiniones personales, sacrificio,
paciencia, constancia y la firmeza en el diálogo hacia los demás.
El respeto
hacia el enviado es una de las formas más altas de reconocimiento, por parte de una
autoridad soberana. Por tanto, dijo por último el papa, acoger a un enviado como interlocutor,
significa poner las bases de la posibilidad de una coexistencia pacífica. Es un papel
delicado que requiere de parte del enviado la capacidad e transmitir la palabra fielmente
y en forma eficaz, y ser lo más respetuosa posible de la sensibilidad y de la opinión
de los demás