Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2011
Viernes, 3 jun (RV).- El Padre Guillermo Ortiz le pide a Leticia Soberón del Pontificio
Consejo encargado de este sector, que nos hable del mensaje del Papa, cuyo título
es 'Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital'
TEXTO
DEL MENSAJE DE BENEDICTO XVI PARA LA 45 JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES
Verdad,
anuncio y autenticidad de vida en la era digital
Queridos hermanos y hermanas
Con
ocasión de la XLV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, deseo compartir
algunas reflexiones, motivadas por un fenómeno característico de nuestro tiempo: la
propagación de la comunicación a través de Internet. Se extiende cada vez más la opinión
de que, así como la revolución industrial produjo un cambio profundo en la sociedad,
por las novedades introducidas en el ciclo productivo y en la vida de los trabajadores,
la amplia transformación en el campo de las comunicaciones dirige las grandes mutaciones
culturales y sociales de hoy. Las nuevas tecnologías no modifican sólo el modo de
comunicar, sino la comunicación en sí misma, por lo que se puede afirmar que nos encontramos
ante una vasta transformación cultural. Junto a ese modo de difundir información y
conocimientos, nace un nuevo modo de aprender y de pensar, así como nuevas oportunidades
para establecer relaciones y construir lazos de comunión.
Se presentan a nuestro
alcance objetivos hasta ahora impensables, que asombran por las posibilidades de los
nuevos medios, y que a la vez exigen con creciente urgencia una seria reflexión sobre
el sentido de la comunicación en la era digital. Esto se ve más claramente aún cuando
nos confrontamos con las extraordinarias potencialidades de Internet y la complejidad
de sus aplicaciones. Como todo fruto del ingenio humano, las nuevas tecnologías de
comunicación deben ponerse al servicio del bien integral de la persona y de la humanidad
entera. Si se usan con sabiduría, pueden contribuir a satisfacer el deseo de sentido,
de verdad y de unidad que sigue siendo la aspiración más profunda del ser humano.
Transmitir
información en el mundo digital significa cada vez más introducirla en una red social,
en la que el conocimiento se comparte en el ámbito de intercambios personales. Se
relativiza la distinción entre el productor y el consumidor de información, y la comunicación
ya no se reduce a un intercambio de datos, sino que se desea compartir. Esta dinámica
ha contribuido a una renovada valoración del acto de comunicar, considerado sobre
todo como diálogo, intercambio, solidaridad y creación de relaciones positivas. Por
otro lado, todo ello tropieza con algunos límites típicos de la comunicación digital:
una interacción parcial, la tendencia a comunicar sólo algunas partes del propio mundo
interior, el riesgo de construir una cierta imagen de sí mismos que suele llevar a
la autocomplacencia.
De modo especial, los jóvenes están viviendo este cambio
en la comunicación con todas las aspiraciones, las contradicciones y la creatividad
propias de quienes se abren con entusiasmo y curiosidad a las nuevas experiencias
de la vida. Cuanto más se participa en el espacio público digital, creado por las
llamadas redes sociales, se establecen nuevas formas de relación interpersonal que
inciden en la imagen que se tiene de uno mismo. Es inevitable que ello haga plantearse
no sólo la pregunta sobre la calidad del propio actuar, sino también sobre la autenticidad
del propio ser. La presencia en estos espacios virtuales puede ser expresión de una
búsqueda sincera de un encuentro personal con el otro, si se evitan ciertos riesgos,
como buscar refugio en una especie de mundo paralelo, o una excesiva exposición al
mundo virtual. El anhelo de compartir, de establecer “amistades”, implica el desafío
de ser auténticos, fieles a sí mismos, sin ceder a la ilusión de construir artificialmente
el propio “perfil” público.
Las nuevas tecnologías permiten a las personas
encontrarse más allá de las fronteras del espacio y de las propias culturas, inaugurando
así un mundo nuevo de amistades potenciales. Ésta es una gran oportunidad, pero supone
también prestar una mayor atención y una toma de conciencia sobre los posibles riesgos.
¿Quién es mi “prójimo” en este nuevo mundo? ¿Existe el peligro de estar menos presentes
con quien encontramos en nuestra vida cotidiana ordinaria? ¿Tenemos el peligro de
caer en la dispersión, dado que nuestra atención está fragmentada y absorta en un
mundo “diferente” al que vivimos? ¿Dedicamos tiempo a reflexionar críticamente sobre
nuestras decisiones y a alimentar relaciones humanas que sean realmente profundas
y duraderas? Es importante recordar siempre que el contacto virtual no puede y no
debe sustituir el contacto humano directo, en todos los aspectos de nuestra vida.
También
en la era digital, cada uno siente la necesidad de ser una persona auténtica y reflexiva.
Además, las redes sociales muestran que uno está siempre implicado en aquello que
comunica. Cuando se intercambian informaciones, las personas se comparten a sí mismas,
su visión del mundo, sus esperanzas, sus ideales. Por eso, puede decirse que existe
un estilo cristiano de presencia también en el mundo digital, caracterizado por una
comunicación franca y abierta, responsable y respetuosa del otro. Comunicar el Evangelio
a través de los nuevos medios significa no sólo poner contenidos abiertamente religiosos
en las plataformas de los diversos medios, sino también dar testimonio coherente en
el propio perfil digital y en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios
que sean profundamente concordes con el Evangelio, incluso cuando no se hable explícitamente
de él. Asimismo, tampoco se puede anunciar un mensaje en el mundo digital sin el testimonio
coherente de quien lo anuncia. En los nuevos contextos y con las nuevas formas de
expresión, el cristiano está llamado de nuevo a responder a quien le pida razón de
su esperanza (cf. 1 P 3,15).
El compromiso de ser testigos del Evangelio en
la era digital exige a todos el estar muy atentos con respecto a los aspectos de ese
mensaje que puedan contrastar con algunas lógicas típicas de la red. Hemos de tomar
conciencia sobre todo de que el valor de la verdad que deseamos compartir no se basa
en la “popularidad” o la cantidad de atención que provoca. Debemos darla a conocer
en su integridad, más que intentar hacerla aceptable, quizá desvirtuándola. Debe transformarse
en alimento cotidiano y no en atracción de un momento.
La verdad del Evangelio
no puede ser objeto de consumo ni de disfrute superficial, sino un don que pide una
respuesta libre. Esa verdad, incluso cuando se proclama en el espacio virtual de la
red, está llamada siempre a encarnarse en el mundo real y en relación con los rostros
concretos de los hermanos y hermanas con quienes compartimos la vida cotidiana. Por
eso, siguen siendo fundamentales las relaciones humanas directas en la transmisión
de la fe.
Con todo, deseo invitar a los cristianos a unirse con confianza
y creatividad responsable a la red de relaciones que la era digital ha hecho posible,
no simplemente para satisfacer el deseo de estar presentes, sino porque esta red es
parte integrante de la vida humana. La red está contribuyendo al desarrollo de nuevas
y más complejas formas de conciencia intelectual y espiritual, de comprensión común.
También en este campo estamos llamados a anunciar nuestra fe en Cristo, que es Dios,
el Salvador del hombre y de la historia, Aquél en quien todas las cosas alcanzan su
plenitud (cf. Ef 1, 10). La proclamación del Evangelio supone una forma de comunicación
respetuosa y discreta, que incita el corazón y mueve la conciencia; una forma que
evoca el estilo de Jesús resucitado cuando se hizo compañero de camino de los discípulos
de Emaús (cf. Lc 24, 13-35), a quienes mediante su cercanía condujo gradualmente a
la comprensión del misterio, dialogando con ellos, tratando con delicadeza que manifestaran
lo que tenían en el corazón.
La Vedad, que es Cristo, es en definitiva la
respuesta plena y auténtica a ese deseo humano de relación, de comunión y de sentido,
que se manifiesta también en la participación masiva en las diversas redes sociales.
Los creyentes, dando testimonio de sus más profundas convicciones, ofrecen una valiosa
aportación, para que la red no sea un instrumento que reduce las personas a categorías,
que intenta manipularlas emotivamente o que permite a los poderosos monopolizar las
opiniones de los demás. Por el contrario, los creyentes animan a todos a mantener
vivas las cuestiones eternas sobre el hombre, que atestiguan su deseo de trascendencia
y la nostalgia por formas de vida auténticas, dignas de ser vividas. Esta tensión
espiritual típicamente humana es precisamente la que fundamenta nuestra sed de verdad
y de comunión, que nos empuja a comunicarnos con integridad y honradez.
Invito
sobre todo a los jóvenes a hacer buen uso de su presencia en el espacio digital. Les
reitero nuestra cita en la próxima Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid, cuya
preparación debe mucho a las ventajas de las nuevas tecnologías. Para quienes trabajan
en la comunicación, pido a Dios, por intercesión de su Patrón, san Francisco de Sales,
la capacidad de ejercer su labor conscientemente y con escrupulosa profesionalidad,
a la vez que imparto a todos la Bendición Apostólica.
Vaticano, 24 de enero
2011, fiesta de san Francisco de Sales.