Benedicto XVI subraya que la fe no es alienación, pues son otras las experiencias
que contaminan la dignidad del hombre y la convivencia social
Jueves 26 may (RV).-Benedicto XVI ha salido esta tarde del Vaticano para presidir
- a las cinco y media, en la Basílica Papal romana de Santa María la Mayor, el rezo
del Santo Rosario junto con los obispos italianos, reunidos en Asamblea General, en
el que ha encomendado a la Virgen María ‘Salus Populi Romani’ y ‘Mater Unitatis’ al
pueblo de Italia, en ocasión del 150 aniversario de la unidad de esta nación.
Con
el Santo Rosario de esta tarde, meditando sobre los misterios luminosos, introducidos
por el Beato Juan Pablo II, Benedicto XVI - Sucesor de Pedro, Obispo de Roma, - ha
acogido así la invitación del cardenal Angelo Bagnasco, Presidente de la Conferencia
Episcopal Italiana, en nombre de los obispos italianos con el anhelo de subrayar y
de renovar su confianza en la Virgen Madre.
Benedicto XVI, tras el rezo del
Santo Rosario, ha dirigido un discurso a los obispos italianos que desde el pasado
lunes, como les hemos informado, están celebrando su Asamblea Plenaria. El Pontífice
ha recordado que esta iniciativa se ha preparado con análogos encuentros y ha afirmado
que de esta manera, los prelados, expresan la premura de la Iglesia en acercarse a
la suerte de esta amada nación. Y tras manifestar que la tradición dedica el mes de
mayo a la devoción mariana y especialmente en la oración del Santo Rosario, ha proseguido
enumerando los misterios luminosos.
La oración
– que tiene su culmen en la liturgia, cuya forma está custodiada por la tradición
viva de la Iglesia –es siempre un dejar espacio a Dios: su acción nos hace partícipes
de la historia de la salvación. Esta tarde, en particular, en la escuela de María
hemos sido invitados a compartir los pasos de Jesús.
También el Papa tras
recordar que esta Basílica es la primera de Occidente dedicada a la Virgen Madre de
Dios, su pensamiento se ha dirigido al primer día del año 2.000, cuando el Beato Juan
Pablo II abrió la Puerta Santa, encomendando el año jubilar a María. Nosotros también
hoy deseamos cruzar el umbral de esta “puerta” Santísima que es Cristo y pedimos
a la Virgen María que sostenga nuestro camino para que interceda por nosotros.
Que la oración
nos ayude a reconocer en Él el centro de nuestra vida, a permanecer en su presencia,
a conformar nuestra voluntad a la suya, a hacer “lo que él os diga” (Gv 2,5) seguros
de su fidelidad. Este es el deber esencial de al Iglesia, por Él coronada como mística
esposa, como la contemplamos en el esplendor de la cúpula del ábside. “María se ha
fiado: ella es la “bienaventurada” (cfr Lc 1,42), y es así por haber creído (cfr Lc
1,45) hasta estar revestida por Cristo para entrar en el “séptimo día” a participar
del descanso de Dios. La disposición de su corazón –escucha, acogida, humildad, fidelidad,
alabanza y espera – corresponden a la disposición interior y a los gestos que plasman
la vida cristiana. De ellos se alimenta la Iglesia, consciente de que expresan aquello
que Dios espera de ella.
A este punto el Santo Padre ha recordado el
Concilio de Éfeso en el que la Iglesia unida defendió y confirmó a María el título
de Theotokos, Madre de Dio: título de contenido cristológico que nos evoca al misterio
de la encarnación y expresa en el Hijo la unidad de la naturaleza humana con la divina.
La fe, de hecho
no es alienación: son otras las experiencias que contaminan la dignidad del hombre
y la calidad de la convivencia social. Tiene razón Italia al celebrar los 150 anos
de su unidad política y puede estar orgullosa de la presencia y de la acción de la
Iglesia. La Iglesia no persigue privilegios ni quiere intervenir en la responsabilidad
de las instituciones políticas. Respetuosa de la legítima laicidad del Estado está
atenta en el sostener los derechos fundamentales del hombre. Entre estos hay sobre
todo las instancias éticas y por tanto la apertura a la transcendencia, que constituyen
valores previos a cualquier jurisdicción estatal porque están inscritos en la naturaleza
misma de la persona humana.
Seguidamente el Papa ha llamado a la responsabilidad
de cada uno de los miembros de la Iglesia a promover y tutelar la vida humana en todas
sus fases, sostener a la familia y se ha unido a aquellos que piden a la política
y al mundo empresarial de hacer todos los esfuerzos posibles para superar la precariedad
en el trabajo, que en los jóvenes compromete la serenidad de un proyecto de vida familiar,
con un grave daño para un auténtico desarrollo y armónico de al sociedad.
No dudéis en
estimular a los fieles laicos a vencer todo espíritu de cerrazón, distracción e indiferencia
y a participar en primera persona en la vida pública. Animad las iniciativas de formación
inspiradas en la doctrina social de la Iglesia, para quien está llamado a la responsabilidad
política y administrativa no sea víctima de al tentación de explotar la propia posición
para intereses personales o sed de poder.
Benedicto XVI ha finalizado su
discurso a los prelados italianos poniendo al pueblo italiano bajo la protección de
la Madre, para que el Señor le conceda los dones inestimables de la paz y la fraternidad
y, por lo tanto, el del desarrollo solidario. Que ayude a las fuerzas políticas a
vivir también el aniversario de la Unidad como ocasión para reforzar el vínculo nacional
y superar todo prejuicio contrapuesto: las diversas y legítimas sensibilidades, experiencias
y perspectivas puedan recomponer un cuadro más amplio para buscar juntos aquello que
verdaderamente conviene al bien del País.
Que el ejemplo
de María abra el camino a una sociedad más justa, madura y responsable, capaz de redescubrir
los profundos valores del corazón humano. Que la Madre de Dios anime a los jóvenes,
sostenga a las familias, consuele a los enfermos , implore a cada uno a reconocer
y a seguir también en este tiempo al Señor, que es el verdadero bien de la vida, porque
es la misma vida.