2011-05-14 12:30:35

Ningún creyente en Cristo puede sentirse extraño a la responsabilidad de la Misión ad gentes: Discurso a los participantes en la Asamblea de las Obras Misionales Pontificias


Sábado, 13 may (RV)-. En la Sala Clementina del Vaticano Benedicto XVI se encontró con los 110 participantes en la Asamblea General de las Obras Misionales Pontificias que del 9 al 14 de mayo celebraron su Asamblea General Anual.

En dicha Asamblea participaron además de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, representada por su Secretario Fernando Filoni, los Secretarios generales de la Pontificia Obra para la Infancia Misionera y la Pontificia Unión Misionera, con la presencia de Directores nacionales provenientes de todos los continentes junto con Presidentes y Secretarios generales.

El Papa agradeció a los presentes en particular al recién nombrado prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos Mons. Fernando Filoni, y al Cardenal Iván Días, el Prefecto saliente del mismo dicasterio; a Mons. Giuseppe Vacchelli, Presidente de las Obras Misionales Pontificias, así como a los colaboradores de la Congregación y a los Directores Nacionales de las mismas Obras Misionales. En particular por la preciosa obra de animación y cooperación misionara que realizan convocando al Pueblo de Dios desempeñar con decisión su compromiso en la Misión ad gentes.

El Papa Aludió a los nuevos problemas y las nuevas esclavitudes de nuestro tiempo: en el llamado primer mundo, rico pero incierto sobre su futuro, como en los Países emergentes donde también, a causa de una globalización marcada por la ganancia, acaban por aumentar las masas de los pobres, emigrantes y oprimidos, en quienes se debilita la luz de la esperanza.

Recordó el compromiso de la Iglesia de llevar a Cristo, de prolongar su misión mesiánica para el adviento del Reino de Dios, Reino de justicia, de paz, de libertad y de amor, añadiendo que transformar al mundo según el proyecto de Dios, con la fuerza renovadora del Evangelio, es tarea del entero Pueblo de Dios, por lo que se hace necesario continuar con renovado entusiasmo la obra de evangelización, el anuncio gozoso del Reino de Dios, venido en Cristo en la potencia del Espíritu Santo para conducir a los hombres hacia la verdadera libertad de los hijos de Dios, contra toda forma de esclavitud.

A los participantes en la Asamblea de las Obras Misionales Pontificias y a los representantes de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos el Papa les recordó que es necesario lanzar las redes del Evangelio en el mar de la historia para conducir a los hombres hacia la tierra de Dios. Desglosó, citando la exhortación pastoral Verbum Domini, que la misión de anunciar la Palabra de Dios es tarea de todos los discípulos de Cristo, como consecuencia de su bautismo, y recordó que para que se de un decidido compromiso en la evangelización se hace necesario que cada cristiano, así como las comunidades, crean verdaderamente que “la Palabra de Dios es la verdad salvífica de la que cada hombre en cada tiempo tiene necesidad”. Si ésta convicción de fe no está profundamente arraigada en nuestra vida –añadió el Papa en su discurso - no podremos experimentar la pasión y la belleza de anunciarla.

Benedicto XVI explicó que en realidad cada cristiano debería hacer propia la urgencia de trabajar para le edificación del Reino de Dios y recordó que en la Iglesia todo está al servicio de la evangelización: cada sector de su actividad y también cada persona, en las varias tareas que está llamada a realizar. Todos, dijo, deben ser partícipes en la misión ad gentes: obispos, presbíteros, religiosos y religiosas, laicos. Ningún creyente en Cristo puede sentirse extraño a esta responsabilidad que proviene de la pertenencia sacramental al Cuerpo de Cristo.

Entre las condiciones fundamentales para el anuncio el Santo Padre citó la de dejarse aferrar completamente por Cristo, Palabra de Dios encarnada, porque solo quien, con atención, escucha al Verbo encarnado que está íntimamente unido a El, puede anunciarlo: El mensajero del Evangelio debe permanecer bajo el dominio de la Palabra y alimentarse de los Sacramentos, linfa vital de la que dependen la existencia y el ministerio misionero. Por ello enfatizó que radicados profundamente en Cristo y en su Palabra se puede ser capaz de no ceder a la tentación de reducir la evangelización a un proyecto puramente humano, social, escondiendo o callando la dimensión trascendente de la salvación ofrecida por Dios en Cristo.

Hacia el final de su discurso a los participante en la Asamblea anual de las Obras Misionales Pontificias, en la que participó la Congregación para la Evangelización de los Pueblos el Santo Padre se refirió a lo fascinante y exigente que es el ministerio de la evangelización que requiere del amor por el anuncio y el testimonio; un amor total que puede verse marcado hasta por el martirio. “La Iglesia no puede faltar en su misión de llevar la luz de Cristo, de proclamar el feliz anuncio del Evangelio, aún si ello comparta la persecución”.

Los cristianos – añadió el Papa – no deben sentir temor, aunque sean actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de la propia fe. San Pablo afirma que “ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro”.

El encuentro en la Sala Clementina concluyó con el agradecimiento de Benedicto XVI a todos los presentes por el trabajo de animación y formación misionera que como directores nacionales de las Obras Misionales Pontificias, desarrollan en sus Iglesias locales. Las Obras Misionales Pontificias que los Predecesores del papa y el Concilio Vaticano II han promovido y alentado permanecen como un instrumento privilegiado para la cooperación misionera y para un proficuo intercambio del personal y de los recursos financieros entre las Iglesias.

Y recordó que no se debe olvidar el apoyo que las Obras Misionales Pontificias ofrecen a los Colegios Pontificios, en Roma, donde elegidos y enviados por sus Obispos, se forman sacerdotes, religiosos y laicos para las Iglesias locales de los territorios de misión. “Vuestra obra es preciosa para la edificación de la Iglesia, destinada a ser la “casa común” de toda la humanidad” les dijo textualmente. E invocó al Espíritu Santo –protagonista de la Misión- para que los guíe y los sostenga siempre, con la intercesión de María, Estrella de la evangelización y Reina de los Apóstoles.








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