2011-05-13 14:17:58

Benedicto XVI recuerda a los participantes en el encuentro organizado por el Pontificio Instituto Juan Pablo II para los estudios sobre el matrimonio y la familia que hace treinta años el Papa Wojtyla sufría el atentado en la Plaza de Pedro


Viernes, 13 may (RV)-. Al dar su cordial bienvenida a los participantes en el encuentro organizado por el Pontificio Instituto Juan Pablo II para los estudios sobre el matrimonio y la familia, Benedicto XVI les dijo que los acogía con alegría, a pocos días de la beatificación del Papa que, hace treinta años quiso fundar simultáneamente el Consejo Pontificio para la Familia y su Pontificio Instituto; dos Organismos que demuestran que él estaba firmemente persuadido de la “importancia decisiva de la familia para la Iglesia y para la Sociedad”.

Al saludar a los representantes de su gran comunidad esparcida ya en todos los Continentes, así como a la benemérita Fundación para el matrimonio y la familia que Benedicto XVI ha creado para sostener su misión, el Papa agradeció a su Presidente, Mons. Melina, las palabras que le había dirigido previamente en nombre de todos y afirmó textualmente:

“El nuevo Beato Juan Pablo II, que, como ha sido recordado, precisamente hace treinta años sufrió el terrible atentado en la Plaza de Pedro, os ha encomendado, en particular, para el estudio, la investigación y la difusión, sus “Catequesis sobre el amor humano”, que contienen una profunda reflexión sobre el cuerpo. Conjugar la teología del cuerpo con la del amor para encontrar la unidad del camino del hombre: he aquí el tema que quisiera indicaros como horizonte para vuestro trabajo”.

Teniendo en cuenta que nuestro cuerpo está llamado a ser espiritual, el Pontífice aludiendo a la alianza entre cuerpo y espíritu afirmó que lejos de oponerse al espíritu, el cuerpo es el lugar en el que el espíritu puede habitar. Y agregó que a la luz de esto es posible comprender que nuestros cuerpos no son materia inerte, pesada, sino que hablan, si sabemos escuchar, el lenguaje del amor verdadero, cuya primera palabra se encuentra en la creación del hombre.

El Santo Padre también afirmó que el cuerpo, al revelarnos el Origen, lleva en sí un significado filial, porque nos recuerda nuestra generación de parte de Dios Creador, a través de nuestros padres que nos han transmitido la vida. Y dijo que sólo cuando se reconoce este amor originario, que él ha dado la vida, el hombre puede aceptarse a sí mismo, y puede reconciliarse con la naturaleza y con el mundo. Y añadió:

“El verdadero atractivo de la sexualidad nace de la grandeza de este horizonte que abre: la belleza integral, el universo de la otra persona y del ‘nosotros’ que nace en la unión, la promesa de comunión que allí se esconde, la fecundidad nueva, el camino que el amor abre hacia Dios, fuente del amor. La unión en una sola carne se hace entonces unión de toda la vida, hasta que el hombre y la mujer llegan a ser también un solo espíritu. Se abre así un camino en el que el cuerpo nos enseña el valor del tiempo, de la lenta maduración en el amor”.

A este respecto Benedicto XVI afirmó que en esta luz, “la virtud de la castidad recibe nuevo sentido”. Porque “no es un ‘no’ a los placeres y a la alegría de la vida, sino un gran ‘sí’ al amor como comunicación profunda entre las personas, que requiere el tiempo y el respeto, como camino hacia la plenitud y como amor que se hace capaz de generar vid y de acoger generosamente la vida nueva que nace”.

El Santo Padre aludió asimismo al lenguaje negativo que el cuerpo también contiene, puesto que nos habla de la opresión del otro, del deseo de poseer y explotar. Sin embargo –dijo el Papa–, sabemos que este lenguaje no pertenece al designio originario de Dios, sino que es fruto del pecado, por lo que se preguntó:

“¿Acaso no es este el drama de la sexualidad, que hoy permanece encerrada en el círculo estrecho del propio cuerpo y en la emotividad, pero que en realidad sólo puede cumplirse en la llamada a algo más grande? A este respecto Juan Pablo II hablaba de la humildad del cuerpo”.

Si después de la Caída Eva recibe el nombre de Madre de los vivientes, esto testimonia que la fuerza del pecado no logra cancelar el lenguaje originario del cuerpo, la bendición de vida que Dios sigue ofreciendo cuando el hombre y la mujer se unen en una sola carne. Mientras de la familia, el Papa dijo que “he aquí el lugar donde la teología del cuerpo y la teología del amor se entrelazan”.

Porque aquí se aprende la bondad del cuerpo, y aquí se vive el don de sí en una sola carne, en la caridad conyugal que une a los esposos. “Aquí –dijo Benedicto XVI– se experimenta la fecundidad del amor, y la vida se entrelaza a la de otras generaciones. En la familia el hombre descubre su relacionalidad, no como individuo autónomo que se auto-realiza, sino como hijo, esposo y padre, cuya identidad se funda en el ser llamado al amor.

El Santo Padre se despidió de estos queridos amigos, recordándoles que su Instituto está puesto bajo la protección de la Virgen. En su cuerpo de mujer ha tomado cuerpo ese Amor que genera la Iglesia. Y antes de impartirles su Bendición Apostólica les deseó que la Madre del Señor siga protegiendo su camino y haciendo fecundo su estudio y enseñanza, al servicio de la misión de la Iglesia para la familia y la sociedad.








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