Sábado, 23 abr (RV).- Don José Román Flecha, de la Pontificia Universidad de Salamanca,
nos acompaña cada día de esta Semana Santa, con unas reflexiones inspiradas en los
poemas del Siervo de Dios, que se encuentran en la segunda parte del libro de Isaías:
1.
En el silencio del sábado santo acompañamos a María en su soledad y meditamos el descenso
de Cristo a la morada de los muertos. Jesús ha asumido nuestra condición humana y
ha aceptado el misterio de la muerte. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere,
queda él solo; pero si muere da mucho fruto“ (Jn 12,24).
Pero al atardecer
del sábado entraremos en el templo a la luz de nuestras velas que reciben su luz del
cirio de la pascua. En ese cirio vemos esta noche la imagen de Cristo que ilumina
las tinieblas del mundo y las que a veces se apoderan de nuestro corazón. El solemne
pregón pascual canta la grandeza de esta noche en la que la oscuridad es vencida por
la luz y el pecado es vencido por la gracia.
La palabra de la Sagrada
Escritura nos invita a recorrer la historia de la Salvación. La creación del mundo
y la creación del hombre marcan el inicio de la intervención de Dios en la historia
humana. Esa historia pasa por la liberación de Israel y por el anuncio profético de
un corazón nuevo.
2. El relato evangélico que es proclamado en esta
noche santa nos invita a acompañar a dos mujeres que se dirigen al sepulcro de Jesús
(Mt 28, 1-10). No encuentran su cuerpo. Un ángel les desvela el misterio de esa ausencia.
Jesús ha resucitado como lo había dicho.
La constatación del hecho
de la resurrección se convierte en noticia que han de trasmitir a todos los seguidores
de Jesús. El evangelio de Mateo que se proclama este año, deja constancia de que Jesús
les sale al encuentro para invitarlas a la alegría y a la superación del miedo. “No
tengáis miedo; id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”.
Con esa nueva fortaleza han de anunciar el mensaje que les ha sido encomendado.
3.
Todo nos hace pensar que esta palabra se proclama para nosotros. Nosotros hemos recibido
la revelación de la resurrección de Jesús. Nosotros participamos de la alegría pascual.
Nosotros hemos de anunciar esta buena noticia a todos nuestros hermanos.
Alborea
el primer día de una nueva semana que no tendrá fin. Con toda la Iglesia pedimos el
don de una nueva vida: “Oh Dios, que iluminas esta noche santa con la gloria de la
resurrección del Señor, aviva en tu Iglesia el espíritu filial, para que renovados
en cuerpo y alma, nos entreguemos plenamente a tu servicio. Por Cristo nuestro Señor”.
El
Señor resucitado nos ha llamado para ser testigos de su vida y anunciadores de la
gran esperanza. Él nos acompaña por el camino. Amén. Aleluya.
Don
José-Román Flecha Andrés Universidad Pontificia de Salamanca