Benedicto XVI responde a siete preguntas formuladas por personas de varios países
y sobre distintos argumentos en un programa de la televisión pública italiana
Viernes, 22 abr (RV).- Benedicto XVI respondió a siete preguntas formuladas por personas
de distintos países y sobre distintos argumentos en un programa de la televisión pública
italiana RAI. Con el título “A su imagen. Especial Viernes Santo” la emisión de esta
histórica intervención de un Pontífice en RAIUNO comenzó a las dos y diez y las siete
preguntas abarcaron temas como el sufrimiento y la muerte, el dolor y la incertidumbre
y situaciones de conflicto bélico.
La primera de las preguntas al Pontífice
ha sido la de Elena, una niña japonesa de siete años, sobre el terremoto en Japón
y todo el dolor y sufrimiento que ha causado. Benedicto XVI se ha interrogado a su
vez sobre ¿por qué algunos tienen que sufrir tanto mientas otros viven cómodamente?
Y ha respondido que “no tenemos la respuesta, pero sabemos que Jesús ha sufrido como
vosotros y está de vuestra parte".
En cuanto a la segunda pregunta ha sido
la de una madre italiana, María Teresa, cuyo hijo permanece hace dos años en estado
vegetativo. La pregunta de María Teresa ha sido ¿dónde está el alma de su hijo, si
ha abandonado su cuerpo? El Pontífice, que ha respondido que el alma está aún presente
en el cuerpo, ha asegurado su convencimiento de que ese alma escondida siente profundamente
el amor, a pesar de que no comprende los detalles, las palabras. Benedicto XVI ha
añadido que la presencia de los padres junto al hijo a todas las horas del día "es
un verdadero acto de amor muy valioso..., un testimonio de fe y de compromiso en favor
de la vida, de respeto por la vida humana, incluso en las situaciones más trágicas”.
La
tercera pregunta ha sido la de un grupo de jóvenes de Bagdad, cristianos perseguidos
que se interrogan sobre cómo ayudar a su comunidad cristiana para que reconsideren
el deseo de emigrar a otros países y convencerles de que marcharse no es la única
solución. Benedicto XVI ha recomendado hacer todo lo posible para resistir a la tentación
de emigrar, que resulta muy comprensible. En este sentido el Papa ha asegurado que
las instituciones que tienen una posibilidad de hacer algo por Irak deben hacerlo
y que en particular la Santa Sede desea realizar “un trabajo de reconciliación, de
comprensión, también con el gobierno, ayudarle en este difícil camino de recomponer
una sociedad desgarrada”.
“Este es el problema, -ha precisado el Papa- que
la sociedad está profundamente dividida, lacerada, ya no tienen esta conciencia: “Nosotros
somos en la diversidad, un pueblo con una historia común, en el que cada uno tiene
su sitio”. Y tienen que reconstruir esta conciencia que, en la diversidad, tienen
una historia común, una común determinación”.
La siguiente pregunta ha sido
la de una mujer musulmana de Costa de Marfil que ha recordado cómo en su país cristianos
y musulmanes siempre habían vivido en armonía e incluso a menudo las familias estaban
formadas por miembros de ambas religiones. En su respuesta el Papa ha reflejado tristeza
por poder hacer tan poco y ha recordado que precisamente ha enviado al cardenal Turckson
para mediar e intentar facilitar un nuevo comienzo y hacer oír la voz de Jesús en
quien los musulmanes también creen como profeta.
Refiriéndose a Jesús como
hombre de paz que vino sólo con la fuerza del amor, Benedicto XVI ha subrayado que
“esto nos muestra el verdadero rostro de Dios, y que la violencia no viene nunca de
Dios, nunca ayuda a producir cosas buenas, sino que es un medio destructivo y no es
el camino para salir de las dificultades”. El Santo padre ha invitado enérgicamente
a todas las partes a renunciar a la violencia, a buscar las vías de la paz, porque
“para la recomposición de vuestro pueblo no podéis usar medios violentos”.
TEXTO
COMPLETO P: Santo Padre, quiero agradecerle su presencia que nos
llena de alegría y nos ayuda a recordar que hoy es el día en que Jesús demuestra Su
amor en el modo más radical, muriendo en la cruz como inocente. Precisamente sobre
el tema del dolor inocente es la primera pregunta que viene de una niña japonesa de
siete años, que le dice: “me llamo Elena, soy japonesa y tengo siete años. Tengo mucho
miedo porque la casa en la que me sentía segura ha temblado muchísimo, y porque muchos
niños de mi edad han muerto. No puedo ir a jugar al parque. Quiero preguntarle: ¿por
qué tengo que pasar tanto miedo? ¿por qué los niños tienen que sufrir tanta tristeza?
Le pido al Papa, que habla con Dios, que me lo explique.
R: Querida Elena,
te saludo con todo el corazón. También yo me pregunto: ¿por qué es así’ ¿por qué vosotros
tenéis que sufrir tanto, mientras otros viven cómodamente? Y no tenemos respuesta,
pero sabemos que Jesús ha sufrido como vosotros, inocentes, que Dios verdadero se
muestra en Jesús, está a vuestro lado. Esto me parece muy importante, a pesar de que
no tenemos respuestas, si la tristeza sigue: Dios está a vuestro lado, y tenéis que
estar seguros de que esto os ayudará. Y un día podremos comprender por qué ha sucedido
esto. En este momento me parece importante que sepáis que “Dios me ama”, aunque parezca
que no me conoce. No, me ama, está a mi lado, y tenéis que estar seguros de que en
el mundo, en el universo, hay tantas personas que están a vuestro lado, que piensan
en vosotros, que hacen todo lo que pueden por vosotros, para ayudaros. Y ser conscientes
de que, un día, yo comprenderé que este sufrimiento no era una cosa vacía, no era
inútil, sino que detrás del sufrimiento hay un proyecto bueno, un proyecto de amor.
No es una casualidad. Siéntete segura, estamos a tu lado, al lado de todos los niños
japoneses que sufren, queremos ayudaros con la oración, con nuestros actos, y debéis
estar seguros de que Dios os ayuda. Y de este modo rezamos juntos para que la luz
os llegue a vosotros cuanto antes.
P: La segunda pregunta nos pone delante
de un calvario, porque se trata de una madre que está junto a la cruz de un hijo.
Es italiana, se llama María Teresa y le pregunta: “Santidad, el alma de mi hijo, Francesco,
en estado vegetativo desde el día de Pascua del 2009, ¿ha abandonado su cuerpo, visto
que está totalmente inconsciente, o está todavía en él?
R: Ciertamente
el alma está todavía presente en el cuerpo. La situación es un poco como la de una
guitarra que tiene las cuerdas rotas y que no se puede tocar. Así también el instrumento
del cuerpo es frágil, vulnerable, y el alma no puede tocar, por decirlo en algún modo,
pero sigue presente. Estoy también seguro de que esta alma escondida siente en profundidad
vuestro amor, a pesar de que no comprende los detalles, las palabras, etc., pero siente
la presencia del amor. Y por esto esta presencia vuestra, queridos padres, querida
mamá, junto a él, horas y horas cada día, es un verdadero acto de amor muy valioso,
porque esta presencia entra en la profundidad de esta alma escondida y vuestro acto
es un testimonio de fe en Dios, de fe en el hombre, de fe, digamos de compromiso a
favor de la vida, de respeto por la vida humana, incluso en las situaciones más trágicas.
Por esto os animo a proseguir, sabiendo que hacéis un gran servicio a la humanidad
con este signo de confianza, con este signo de respeto de la vida, con este amor
por un cuerpo lacerado, un alma que sufre.
P: La tercera pregunta nos lleva
a Irak, entre los jóvenes de Bagdad, cristianos perseguidos que le envían esta pregunta:
“Saludamos al Santo padre desde Irak –dicen-. Nosotros, cristianos de Bagdad somos
perseguidos como Jesús. Santo Padre, ¿en qué modo podemos ayudar a nuestra comunidad
cristiana para que reconsideren el deseo de emigrar a otros países, convenciéndoles
de que marcharse no es la única solución?
R: Quisiera en primer lugar saludar
con todo el corazón a todos los cristianos de Irak, nuestros hermanos, y tengo que
decir que rezo cada día por los cristianos de Irak. Son nuestros hermanos que sufren,
como también en otras tierras del mundo, y por esto los siento especialmente cercanos
a mi corazón y, en la medida de nuestras posibilidades, tenemos que hacer todo lo
posible para que puedan resistir a la tentación de emigrar, que –en las condiciones
en las que viven- resulta muy comprensible. Diría que es importante que estemos cerca
de vosotros, queridos hermanos de Irak, que queramos ayudaros y cuando vengáis, recibiros
realmente como hermanos. Y naturalmente, las instituciones, todos los que tienen una
posibilidad de hacer algo por Irak, deben hacerlo. La Santa Sede está en permanente
contacto con las distintas comunidades, no solo con las comunidades católicas, sino
también con las demás comunidades cristianas, con los hermanos musulmanes, sean chiítas
o sunitas. Y queremos hacer un trabajo de reconciliación, de comprensión, también
con el gobierno, ayudarle en este difícil camino de recomponer una sociedad desgarrada.
Porque este es el problema, que la sociedad está profundamente dividida, lacerada,
ya no tienen esta conciencia: “Nosotros somos en la diversidad, un pueblo con una
historia común, en el que cada uno tiene su sitio”. Y tienen que reconstruir esta
conciencia que, en la diversidad, tienen una historia común, una común determinación.
Y nosotros queremos, en diálogo precisamente con los distintos grupos, ayudar al proceso
de reconstrucción y animaros a vosotros, queridos hermanos cristianos de Irak, a tener
confianza, a tener paciencia, a tener confianza en Dios, a colaborar en este difícil
proceso. Tened la seguridad de nuestra oración.
P: La siguiente pregunta
es de una mujer musulmana de la Costa de Marfil, un país en guerra desde hace años.
Esta señora se llama Bintú y el envía un saludo en árabe que se puede traducir de
este modo: “Que Dios esté en medio de todas las palabras que nos diremos y que Dios
esté contigo”. Es una frase que utilizan al empezar un diálogo. Y después prosigue
en francés: “Querido Santo Padre, aquí en Costa de Marfil hemos vivido siempre en
armonía entre cristianos y musulmanes. A menudo las familias están formadas por miembros
de ambas religiones; existe también una diversidad de etnias, pero nunca hemos tenido
problemas. Ahora todo ha cambiado: la crisis que vivimos, causada por la política,
esta sembrando divisiones. ¡Cuántos inocentes han perdido la vida! ¡Cuántos prófugos,
cuántas madres y cuántos niños traumatizados! Los mensajeros han exhortado a la paz,
los profetas han exhortado a la paz. Jesús es un hombre de paz. Usted, en cuanto embajador
de Jesús, ¿qué aconsejaría a nuestro país?” R: Quiero contestar
al saludo: que Dios esté también contigo, y siempre te ayude. Y tengo que decir que
he recibido cartas desgarradoras de la Costa de Marfil, donde veo toda la tristeza,
la profundidad del sufrimiento, y me quedo triste porque podemos hacer tan poco. Siempre
podemos hacer una cosa: orar con vosotros, y en la medida de lo posible, hacer obras
de caridad, y sobre todo queremos colaborar, según nuestras posibilidades, en los
contactos políticos, humanos. He encargado al cardenal Tuckson, que es presidente
de nuestro Consejo de Justicia y Paz, que vaya a Costa de Marfil e intente mediar,
hablar con los diversos grupos, con las distintas personas, para facilitar un nuevo
comienzo. Y sobre todo queremos hacer oír la voz de Jesús, en el que Vd. también cree
como profeta. El era siempre el hombre de la paz. Se podía pensar que, cuando Dios
vino a la tierra, lo haría como un hombre de gran fuerza, que destruiría las potencias
adversarias, que sería un hombre de una fuerte violencia como instrumento de paz.
Nada de esto: vino débil, vino solo con la fuerza del amor, totalmente sin violencia
hasta ir a la cruz. Y esto nos muestra el verdadero rostro de Dios, y que la violencia
no viene nunca de Dios, nunca ayuda a producir cosas buenas, sino que es un medio
destructivo y no es el camino para salir de las dificultades. Es una fuerte voz contra
todo tipo de violencia. Invito fuertemente a todas las partes a renunciar a la violencia,
a buscar las vías de la paz. Para la recomposición de vuestro pueblo no podéis usar
medios violentos, aunque penséis tener razón. La única vía es la renuncia a la violencia,
recomenzar el diálogo, los intentos de encontrar juntos la paz, una nueva atención
de los unos hacia los otros, la nueva disponibilidad a abrirse el uno al otro. Y este,
querida señora, es el verdadero mensaje de Jesús: buscad la paz con los medios de
la paz y abandonad la violencia. Rezamos por vosotros para que todos los componentes
de vuestra sociedad sientan esta voz de Jesús y así vuelva la paz y la comunión.
P:
Santo Padre, la próxima pregunta es sobre el tema de la muerte y la resurrección de
Jesús y llega desde Italia. Se la leo: “Santidad: ¿Que hizo Jesús en el lapso de tiempo
entre la muerte y la resurrección? Y, ya que en el Credo se dice que Jesús después
de la muerte descendió a los infiernos: ¿Podemos pensar que es algo que nos pasará
también a nosotros, después de la muerte, antes de ascender al Cielo?
R:
En primer lugar, este descenso del alma de Jesús no debe imaginarse como un viaje
geográfico, local, de un continente a otro. Es un viaje del alma. Hay que tener en
cuenta que siempre el alma de Jesús siempre toca al Padre, está siempre en contacto
con el Padre, pero al mismo tiempo, este alma humana se extiende hasta los últimos
confines del ser humano. En este sentido baja a las profundidades, va hacia los
perdidos, se dirige a todos aquellos que no han alcanzado la meta de sus vidas, y
trasciende así los continentes del pasado. Esta palabra del descenso del Señor a los
infiernos significa, sobre todo, que Jesús alcanza también el pasado, que la eficacia
de la redención no comienza en el año cero o en el año treinta, sino que llega al
pasado, abarca el pasado, a todas las personas de todos los tiempos. Dicen los Padres,
con una imagen muy hermosa, que Jesús toma de la mano a Adán y Eva, es decir a la
humanidad, y la encamina hacia adelante, hacia las alturas. Y así crea el acceso a
Dios, porque el hombre, por sí mismo, no puede elevarse a la altura de Dios. Jesús
mismo, siendo un hombre, tomando de las mano al hombre, abre el acceso. ¿Qué acceso?
La realidad que llamamos cielo. Así, este descenso a los infiernos, es decir, en las
profundidades del ser humano, en las profundidades del pasado de la humanidad, es
una parte esencial de la misión de Jesús, de su misión de Redentor y no se aplica
a nosotros. Nuestra vida es diferente, el Señor ya nos ha redimido y nos presentamos
al Juez, después de nuestra muerte, bajo la mirada de Jesús, y esta mirada en parte
será purificadora: creo que todos nosotros, en mayor o menor medida, necesitaremos
ser purificados. La mirada de Jesús nos purifica y además nos hace capaces de vivir
con Dios, de vivir con los santos, sobre todo de vivir en comunión con nuestros seres
queridos que nos han precedido.
P: También la siguiente pregunta es sobre
el tema de la resurrección y viene de Italia: “Santidad, cuando las mujeres llegan
al sepulcro, el domingo después de la muerte de Jesús, no reconocen al Maestro, lo
confunden con otro. Lo mismo les pasa a los Apóstoles: Jesús tiene que enseñarles
las heridas, partir el pan para que le reconozcan precisamente por sus gestos. El
suyo es un cuerpo real de carne y hueso, pero también un cuerpo glorioso. El hecho
de que su cuerpo resucitado no tenga las mismas características que antes, ¿qué significa?
¿Y qué significa, exactamente, “cuerpo glorioso? ¿Y la resurrección, será también
así para nosotros? "
R: Naturalmente, no podemos definir el cuerpo glorioso
porqué está más allá de nuestra experiencia. Sólo podemos interpretar algunos de los
signos que Jesús nos dio para entender, al menos un poco, hacia dónde apunta esta
realidad. El primer signo: el sepulcro está vacío. Es decir, Jesús no abandonó su
cuerpo a la corrupción, nos ha enseñado que también la materia está destinada a la
eternidad, que resucitó realmente, que no ha quedado perdido. Jesús asumió también
la materia, por lo que la materia está también destinada a la eternidad. Pero asumió
esta materia en una nueva forma de vida, este es el segundo punto: Jesús no muere
más, es decir: está más allá de las leyes de la biología, de la física, porque los
sometidos a ellas mueren. Por lo tanto hay una condición nueva, diversa, que no conocemos,
pero que se revela en lo sucedido a Jesús, y esa es la gran promesa para todos nosotros
de que hay un mundo nuevo, una nueva vida, hacia la que estamos encaminados. Y, estando
ya en esa condición, para Jesús es posible que los otros lo toquen, puede dar la mano
a sus amigos y comer con ellos, pero, sin embargo está más allá de las condiciones
de la vida biológica, como la que nosotros vivimos. Y sabemos que, por una parte,
es un hombre real, no un fantasma, vive una vida real, pero es una vida nueva que
ya no está sujeta a la muerte y esa es nuestra gran promesa. Es importante entender
esto, al menos por lo que se pueda, con el ejemplo de la Eucaristía: en la Eucaristía,
el Señor nos da su cuerpo glorioso, no nos da carne para comer en sentido biológico;
se nos da Él mismo; lo nuevo que es Él , entra en nuestro ser hombres y mujeres, en
el nuestro, en mi ser persona, como persona y llega a nosotros con su ser, de modo
que podemos dejarnos penetrar por su presencia, transformarnos en su presencia. Es
un punto importante, porque así ya estamos en contacto con esta nueva vida, este nuevo
tipo de vida, ya que Él ha entrado en mí, y yo he salido de mí y me extiendo hacia
una nueva dimensión de vida. Pienso que este aspecto de la promesa, de la realidad
que Él se entrega a mí y me hace salir de mí mismo, me eleva, sea la cuestión más
importante: no se trata de descifrar cosas que no podemos entender sino de encaminarnos
hacia la novedad que comienza, siempre, de nuevo ,en la Eucaristía.
P:
Santo Padre, la última pregunta es acerca de María. A los pies de la cruz, hay un
conmovedor diálogo entre Jesús, su madre y Juan, en el que Jesús dice a María: “ He
aquí a tu hijo” y a Juan : “He aquí a tu madre”. En su último libro, "Jesús de Nazaret",
lo define como “una disposición final de Jesús”. ¿Cómo debemos entender estas palabras?
¿Qué significado tenían en aquel momento y que significado tienen hoy en día? Y ya
que estamos en tema de confiar. ¿ Piensa renovar una consagración a la Virgen en el
inicio de este nuevo milenio?
R: Estas palabras de Jesús son ante todo
un acto muy humano. Vemos a Jesús como un hombre verdadero que lleva a cabo un gesto
de verdadero hombre: un acto de amor por su madre confiándola al joven Juan para
que esté segura. En aquella época en Oriente una mujer sola se encontraba en una situación
imposible. Confía su madre a este joven y a él le confía su madre. Jesús realmente
actúa como un hombre con un sentimiento profundamente humano. Me parece muy hermoso,
muy importante que antes de cualquier teología veamos aquí la verdadera humanidad,
el verdadero humanismo de Jesús. Pero por supuesto este gesto tiene varias dimensiones,
no atañe solo a ese momento: concierne a toda la historia. En Juan, Jesús confía a
todos nosotros, a toda la Iglesia, a todos los futuros discípulos a su madre y su
madre a nosotros. Y esto se ha cumplido a lo largo de la historia: la humanidad y
los cristianos han entendido cada vez más que la madre de Jesús es su madre. Y cada
vez más personas se han confiado a su Madre: basta pensar en los grandes santuarios,
en esta devoción a María, donde cada vez más la gente siente: “Esta es la Madre."
E incluso algunos que casi tienen dificultad para llegar a Jesús en su grandeza del
Hijo de Dios, se confían a la Madre sin dificultad. Algunos dicen: “Pero eso no tiene
fundamento bíblico”. Aquí me gustaría responder con San Gregorio Magno: “ A medida
que se lee - dice - crecen las palabras de la Escritura." Es decir, se desarrollan
en la realidad, crecen , y cada vez más en la historia se difunde esta Palabra. Todos
podemos estar agradecidos porque la Madre es una realidad, a todos nos han dado una
madre. Y podemos dirigirnos con mucha confianza a esta madre, que para cada cristiano
es su Madre. Por otro lado la Madre es también expresión de la Iglesia. No podemos
ser cristianos solos, con un cristianismo construido según mis ideas. La Madre es
imagen de la Iglesia, de la Madre Iglesia y confiándonos a María, también tenemos
que confiarnos a la Iglesia, vivir la Iglesia, ser Iglesia con María. Llego ahora
al tema de la consagración: los papas - Pío XII, Pablo VI y Juan Pablo II - hicieron
un gran acto de consagración a la Virgen María y creo que , como gesto ante la humanidad,
ante María misma, fue muy importante. Yo creo que ahora sea importante interiorizar
ese acto, dejar que nos penetre, para realizarlo en nosotros mismos. Por eso he visitado
algunos de los grandes santuarios marianos del mundo: Lourdes, Fátima, Czestochowa,
Altötting …, siempre con el fin de hacer concreto, de interiorizar ese acto de consagración,
para que sea realmente un acto nuestro. Creo que el acto grande, público, ya se ha
hecho. Tal vez algún día habrá que repetirlo, pero por el momento me parece más importante
vivirlo, realizarlo, entrar en esta consagración para hacerla nuestra verdaderamente.
Por ejemplo, en Fátima, me di cuenta de cómo los miles de personas presentes eran
conscientes de esa consagración, se habían confiado, encarnándola en sí mismos, para
sí mismos. Así esa consagración se hace realidad en la Iglesia viva y así crece también
la Iglesia. La entrega a María, el que todos nos dejemos penetrar y formar por esa
presencia, el entrar en comunión con María, nos hace Iglesia, nos hace, junto con
María, realmente esposa de Cristo. De modo que, por ahora, no tengo intención de una
nueva consagración pública, pero si quisiera invitar a todos a incorporarse a esa
consagración que ya está hecha, para que la vivamos verdaderamente día tras día y
crezca así una Iglesia realmente mariana que es Madre y Esposa e Hija de Jesús.