Martes, 19 abr (RV).- Don José Román Flecha, de la Pontificia Universidad de Salamanca,
nos acompañará cada día de esta Semana Santa, con unas reflexiones inspiradas en los
poemas del Siervo de Dios, que se encuentran en la segunda parte del libro de Isaías:
En este día
de martes santo, se proclama el segundo de los poemas del siervo de Dios que se encuentran
en la segunda parte del libro de Isaías. El texto lo presenta con los rasgos de un
profeta, elegido personalmente desde las entrañas maternas para reunir a los hijos
del pueblo de Dios y anunciar su salvación hasta las últimas fronteras de la tierra.
El Siervo de Dios recibe una misión universal que trasciendo los límites
y los pretendidos derechos de su pueblo. Así le habla Dios: “Te hago luz de las naciones,
para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”. Así pues, su vocación
revela el corazón de un Dios que desea la salvación de todos los hombres.
A
los cristianos, el recuerdo de aquel profeta misterioso nos ayuda a comprender la
misión de Jesús. Él es el profeta -y más que profeta- elegido para reunir en uno a
los pueblos que antes vivían separados.
El evangelio que ayer se proclamaba
recordaba el comentario displicente de Judas ante el gesto amoroso de María de Betania
que ungía los pies de Jesús con perfume de nardo.
También hoy, el evangelio
de Juan presenta un dramático contraste. Por una parte, de nuevo recuerda la figura
de Judas (Jn 13, 21-33.36-38). El escenario es ya el de la última cena de Jesús con
sus discípulos. El Maestro anuncia que uno de ellos lo va a entregar. Untando un trozo
de pan se lo dio a Judas Iscariote. El texto anota que detrás del pan entró en él
Satanás. Entonces Jesús le dijo: “Lo que tienes que hacer hazlo en seguida”. Después
de tomar el pan, Judas salió inmediatamente. “Era de noche”, apunta el evangelio.
Por otra parte, el mismo texto presenta la figura de Simón Pedro. Percibe
que Jesús se despide de sus discípulos y le pregunta adónde va. En un arranque de
valor, confiesa estar dispuesto a dar su vida por el Maestro. Y Jesús le contesta:
“Con que ¿darás tu vida por mi? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas
negado tres veces”.
El evangelio de hoy subraya la infidelidad de los
discípulos. También nosotros hemos tratado de seguir a Jesús, de escuchar su palabra,
seguir sus pasos y vivir de acuerdo con su mensaje. Sin embargo, somos
conscientes de nuestras faltas y de nuestros rechazos a la voluntad de nuestro Señor.
Con
sinceridad de corazón hacemos nuestra la oración litúrgica que hoy pronuncia la Iglesia:
“Dios todopoderoso y eterno, concédenos participar tan vivamente en las
celebraciones de la pasión del Señor, que alcancemos tu perdón. Por Jesucristo nuestro
Señor. Amen”.
Don José-Román Flecha Andrés Universidad Pontificia
de Salamanca