Lunes, 18 abr (RV).- Don José Román Flecha, de la Pontificia Universidad de Salamanca,
nos acompañará cada día de esta Semana Santa, con unas reflexiones inspiradas en los
poemas del Siervo de Dios, que se encuentran en la segunda parte del libro de Isaías:
A lo largo
de la Semana Santa vamos a leer los hermosos poemas del Siervo de Dios que se encuentran
en la segunda parte del libro de Isaías.
En este día de lunes santo,
el Siervo se nos presenta como un hombre manso y humilde. En el imperio babilónico
cuando el pregonero real rompía una caña y apagaba una lámpara, el pueblo entendía
que se había decretado una pena de muerte. Pero el elegido por Dios no quebrará la
caña cascada ni apagará la mecha vacilante”. Es el Señor de la vida. Ha sido llamado
por Dios para convertirlo en signo de su alianza y promotor de su justicia. Él abrirá
los ojos de los ciegos y sacará a los cautivos de la prisión (Is 42, 1-7). En esta
figura misteriosa se anuncia y anticipa ya la misión de Jesús, elegido por Dios para
ser testigo de su misericordia y de su salvación.
La lectura del evangelio
según san Juan (Jn 12,1-11) nos dice que seis días antes de la Pascua fue Jesús a
Betania. Allí se encuentra con sus amigos Lázaro, Marta y María. El ambiente tiene
el aire de una despedida, marcada por un dramático contraste.
Por una
parte se recuerda el costoso perfume de nardo, con el que María unge amorosamente
los pies de Jesús. El gesto anticipa de alguna manera su sepultura, como el mismo
Jesús declara. Pero, frente a la delicadeza de los amigos, se oye la amarga crítica
de Judas, escandalizado del homenaje que se tributa a su Maestro. Anticipando un cinismo
que se repetirá a lo largo de los tiempos, Judas aparenta preocuparse por los pobres,
precisamente él, que es recordado como ladrón por el mismo evangelista. Al mismo
tiempo se nos advierte de que el fin de Jesús está próximo. Baste para recordarlo
la conjura de los sumos sacerdotes, decididos a matar no sólo a Jesús sino también
a Lázaro, a quien el Señor ha devuelto a la vida.
También nosotros
nos encontramos hoy a seis días de la celebración de la fiesta de Pascua. Todo nos
habla ya de los acontecimientos que vamos a celebrar en esta semana. Esperamos que,
también en nuestro mundo y en nuestras comunidades, el Señor se vea confortado por
los gestos afectuosos y hospitalarios de sus amigos. Y deseamos que el amor al Señor
no nos haga olvidar a los pobres con los que él se identifica.
Con un
corazón conmovido hacemos nuestra en este lunes santo la oración litúrgica de este
día: “Dios todopoderoso, mira la fragilidad de nuestra naturaleza y levanta nuestra
débil esperanza con la fuerza de la pasión de tu Hijo”. Amén.
Don José-Román
Flecha Andrés Universidad Pontificia de Salamanca